Rajoy invoca a sus meigas
martes 07 de abril de 2015, 21:03h
El presidente por partida doble reunió casi por obligación estatutaria a
la más que numerosa dirección del partido y a la minoritaria y selecta
dirección del gobierno y les habló de sus meigas. Las brujas gallegas a
las que consulta todas las semanas ya le han dicho que mientras los
árboles del bosque no avancen sobre su palacio no debe temer nada, por
más que esos mismos árboles conquisten los terrenos que hoy pertenecen a
esos presidentes autonómicos y alcaldes que le han proporcionado el
mayor poder político que un gobernante de derechas y democrático ha
tenido en nuestro país.
Mariano Rajoy les ha dado a beber el elixir económico de la recuperación
económica en el vaso de varias asas que es el Partido Popular. Son las
siglas -les ha dicho a los que han acudido a la exigente llamada- las
que les harán ganar las eleciones de mayo, justo todo lo contrario de lo
que piensa la mayoría. El partido y los éxitos que empiezan a
reconocernos en Europa como país que ha hecho los deberes que le
impusieron para poner en marcha el rescate financiero. Ese es el
material de que están hechos los sueños. Las runas que ha traído Núñez
Feijóo desde Galicia señalan el camino. El presidente gallego ha
cumplido con los rituales del conjuro que utilizaba Manuel Fraga para
sus queimadas y dicen que quiere volver a Madrid. No está en juego su
trono de Santiago pero sí su territorio y las sirenas del Manzanares le
hacen llegar sus cantos para el día después. Un casi imposible,
demasiada música celta para la calle Génova.
Ningún presidente de la democracia se ha librado de las críticas. Desde
Súarez a Zapatero les han llamado de todo en los medios de comunicación y
en las reuniones del poder económico. No hay nada nuevo y Rajoy lo
sabe. Sigue el consejo de otro gallego que consiguió el Nobel mientras
le negaban el Cervantes: el que resiste, gana, clamó Camilo José Cela
ante el hoy Rey en el teatro de Oviedo. Y Mariano está más que dispuesto
a resistir: ante los viejos partidos como el PSOE, CiU y PNV, y ante
los nuevos como Podemos y Ciudadanos. Lleva tanto tiempo en la gran
política que sabe de la importancia de las cosas pequeñas.
El gran objetivo de Rajoy son las elecciones generales. Conviene no
olvidarlo. El no se presenta el 24 de mayo para ganar esta o aquella
autonomía o este o aquel Ayuntamiento. Los candidatos tendrán que asumir
sus éxitos o fracasos. Y esa será la hora de los cambios tanto en el
gobierno como en el partido. Tiene el control de los tiempos en ambos
escenarios y no hay rival, complot, asonada que pueda moverle del
sillón de La Moncloa. Está convento de ello y juega con la astucia de
los que han conseguido todo por más que le señalaran como el menos
idóneo para lograrlo. Basta con repasar el cuadro de mandos del PP en el
año 2003, cuando en mayo la Junta Directiva del partido le eligió
candidato a la presidencia con el largo dedo de Aznar empujándole, para
ver que sus rivales han ido desapareciendo de la escena.
Lo que suceda en las urnas dentro de mes y medio dejará fuera de sitio a
miles de concejales y a unos cuantos centenares de alcaldes y a algún
presidente autonómico. Y salvo que el PP pase a ser segunda fuerza
política en el conjunto de España, con pérdida de Comunidades como
Madrid, Valencia y Castilla la Mancha, y de los grandes Ayuntamientos de
las capitales, Mariano Rajoy seguirá siendo la base desde la que
articular el futuro de la derecha española.
Ha repartido el poder de tal modo que los propios enfrentamientos entre
los elegidos le hacen estar por encima de las batallas, la guste más o
menos a los afectados, a los periodistas y hasta a los banqueros.
Al presidente del gobierno y del PP le quitarán el poder las urnas, sus
primas urnas, y para eso faltan muchos meses, los que necesita para ver
si se desangran las posibles alternativas y se diluyen los nuevos
proyectos. Sentarse y ver pasar los cadáveres de sus enemigos y hasta de
sus amigos. Si mira a su alrededor en Europa comprueba que a los que
gobiernan no,les quieren: no en Alemania, ni en Francia, ni en Gran
Bretaña, ni en Italia, pero que llegada la hora de emitir el voto los
ciudadanos de los grandes países se lose san dos y hasta tres veces y se
comportan de forma muy conservadora. Prefieren lo conocido a las
aventuras. Y Rajoy ha dejado y hasta alentado que todos creamos que le
conocemos. Una ilusión como cualquier otra.