martes 31 de marzo de 2015, 12:10h
Esta
primavera, si el tiempo no lo impide y con permiso de la autoridad competente,
Susana Díaz, actual presidenta en funciones de la Junta, negociará su
investidura como presidenta de Andalucía, desde su posición como lideresa del
partido más votado en las pasadas elecciones regionales. Esto significa que el
patio andaluz seguirá siendo relativamente socialista, como viene siendo en
sucesivas décadas, con acompañamientos más o menos cómodos. Es un error, en esta
ocasión, considerar que el relativo triunfo de Susana Díaz se debe
exclusivamente a un electorado rutinario, a las tupidas redes clientelares o a
sus amplias tragaderas para asumir la corrupción. El éxito relativo se debe a
la rebaja de sus rivales, mayor que la sufrida por el partido de Susana Díaz
que, también, ha perdido votos, pero menos que su principal competidor.
Tampoco
es acertado opinar que las rebajas en el sistema bipartidista se deben a una
espectacular concurrencia de otros partidos minoritarios que obtuvieron
modestos resultados. Un parlamento de 109 diputados, en el que 80 escaños
pertenecen al dúo bipartidista y solo quedan 29
para repartirse entre tres minorías, sin capacidad de gobierno y mal avenidas,
no representa el fin de un sistema bipartidista imperfecto sino, simplemente,
que una de sus alas ha jugado peor que en otras ocasiones. Si tenemos en cuenta
que, en las elecciones anteriores, el Partido Popular era el más votado por los
andaluces y el socialismo tuvo que establecer una coalición con Izquierda Unida
para mantenerse en el poder, es de pura lógica comprender que Susana Díaz debe
su oportunidad continuista a las decepciones del electorado del Partido Popular
que, en esta ocasión, entre desorientaciones y abstenciones, fueron mayores que
las de su partido.
La
historieta de los minipartidos o neopartidos, que han entrado, en esta ocasión,
en el patio andaluz no supone otra cosa que la sustitución de otros aliviaderos
del voto descontento para extravagantes, enfadados o desilusionados, que ya
hemos visto en anteriores ocasiones, incluso con bases más sólidas y perfiles
más atractivos. Basta recordar a Izquierda Unida en sus mejores tiempos o al
evaporado Partido Andalucista, con su localismo sentimental. Personajes como
Anguita o Rojas Marcos competían antaño, con más atractivo que esta especie de
delegados de franquicia con que se han presentado, esta vez, nuevos productos
con fechas de caducidad previsibles. Con estas compañías o similares hay que
contar siempre, como con la espuma en la cresta de las olas, a manera de
cómplices ideológicos o como abstencionistas tácticos cuyos servicios se pagan
de algún modo.
Entre
estas compañías merece especial atención la predisposición a bien relacionarse
del novedoso Podemos con el viejo y consolidado socialismo andaluz, "con
condiciones" o, simplemente, con "propuestas". Más "Pudimos" que "Podemos",
esta presunta novedad no está dando la impresión de luchar ardorosamente contra
el bipartidismo y la casta, como parecían predicar, sino de estar haciendo
ojitos y disponible a favorecer investidura y pactos, tácitos o explícitos,
apuntalando a una de las partes del denostado bipartidismo y la denostada
casta. El empeño de Susana Díaz por mantenerse en el poder se une al ansia por
figurar como piezas de complemento de la algarabía tripartidista de los versos
libres a izquierda y derecha. Veremos que revoltijo preparan, antes o después
de las elecciones municipales.
El dilema está
donde está, entre socialistas y populares, y no querer verlo y digerirlo es una
grave miopía. El problema que tienen los grandes partidos "rebajados" no es una
cuestión de estrategia, ni una cuestión de imagen que se puedan corregir con
retoques o complementos. Es un problema de fondo o, dicho con más claridad, un problema
de identidad en relación con su propio electorado. No se puede ir a sucesivas
competiciones con equipos desgastados, mezclados en asuntos confusos y con
pronósticos de decadencia, esperando que se produzcan reacciones milagrosas o
análisis comparativos por parte del electorado. Repetir irresponsablemente que
el patio andaluz no es extrapolable a nivel nacional es un mal diagnóstico,
porque sí es un serio condicionante y una amenaza. Con más extraños invitados
en el patio de la gobernabilidad, si nada ni nadie se cambia y las grandes
alternativas siguen con sus debilidades sin resolver, las fórmulas de gobierno
pueden resultar inestables y precarias. Con ello no gana nadie y se dilapida el
tesoro acumulado en España por la estabilidad de las instituciones.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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