lunes 02 de marzo de 2015, 11:06h
En
tiempo plurielectoral -municipal, regional, general- conviene recordar a
quienes tienen el derecho de sufragio cual es la aplicación racional y
responsable de sus votos. El barullo mediático, la parafernalia publicitaria,
la imagen de los candidatos, el malhumor o la euforia, no deben hacer perder la
cabeza a los electores y que dejen de ser conscientes del único resultado de
sus votos que repercutirá inevitablemente en la vida de todos y cada uno: ser gobernados
de una o de otra manera. Los partidos y los candidatos que se agitan en las
contiendas preelectorales tienen sus propios intereses personales o partidistas
de ganar posiciones, conseguir ser investidos políticamente y obtener el mayor
número de escaños para su equipo. Pero, para la inmensa mayoría de los
electores, que no aspiran a cargos ni están afiliados a los partidos en
competencia, ni aspiran a beneficios personales ni ascensos de cada formación
en las estadísticas, lo verdaderamente importante es la repercusión en su vida
de cómo se gestionen los recursos públicos y se protejan sus derechos y
libertades.
Tanto
en el nivel local, como en el regional o el nacional, los ciudadanos serán
mejor o peor gobernados por unas corporaciones, constituidas de forma homogénea
o pactada, por dirigentes, más o menos afines entre sí, con capacidad
suficiente para desarrollar labores dentro de un Estado de Derecho. Es decir,
que como resultado de los votos se formarán gobiernos y no tablas de
clasificación de candidatos o partidos más o menos simpáticos. Los aplausos,
los llantos y las rabietas son cosa familiar de las sedes de los partidos o de
los círculos de "hinchas" de cada equipo. Pero lo que afectará a todos los
ciudadanos no es la vanidad de los candidatos o los grados de ascenso o
descenso de cada facción sino la repercusión en la vida de todos de cuatro años
de gestión de gobierno de la que no podrán evadirse. La cuestión no reside en
que un candidato sea triste o sea joven, sea hombre o sea mujer o llegue con
adelanto o con retraso. La cuestión es si ciertas personas son capaces de
llegar a gobernar, solos o acompañados, con propuestas realistas y con
coherencia de grupo.
No
pueden ser estimadas positivamente iniciativas antisistemáticas que están
provocando una dispersión de la izquierda, nada deseable en España, con
inyecciones caribeñas en unos tiempos en que el fracaso de sus mecenas es más
que evidente. Tampoco las iniciativas que dividen a la derecha con tiquismiquis
ambiguos. El zapaterismo dejó sembrado veneno en los surcos abiertos de una
crisis que aún no ha cicatrizado definitivamente. Personajes como Pablo
Iglesias entendieron esta circunstancia con malignidad: "El elemento
fundamental es la crisis; si no hubiera crisis no estaríamos aquí" (Valencia-20-Julio-2012).
Otros pueden pensar lo mismo desde otras apuestas dispersivas. Pero estas
circunstancias críticas no son estáticas. La crisis en 2015 no tiene la misma
cara que tenía en 2012. Por ello los pescadores en las aguas turbias de la
crisis se presentan cada vez más monótonos con sus frustraciones y extremismos
de uno u otro signo y los sondeos, limpios o cocinados, nunca ofrecen
perspectivas victoriosas a marginalidades que solo abren escenarios de
incertidumbre.
Los
análisis, más o menos aproximativos, solo ofrecen expectativas de sustituciones
y rebajas. Posibles sustituciones de Izquierda Unida por Podemos o de UPyD por
Ciudadanos. Posibles rebajas en los predominios de PP y PSOE. Pero, al final,
nada nuevo. Quizá tenga que haber pactos en vez de mayorías absolutas. "Déjà vu". Como el terremoto de Albacete,
movimientos sin daños estructurales. Los electores sin afiliación, capaces de
entender las consecuencias de una elección entre gobierno y caos, insinúan que
solo reservan un fragmento minoritario del abanico político para jugar a los
dados de la política ¿Un cuarto, un quinto, un sexto de desorientados? ¿Es
mucho desgaste tras cuarenta años de sistema y las dolencias provocadas por una
crisis económica nacional e internacional grave?. La limitación del malestar no
quiere decir que los electores se conformen con el mal menor sino que huyen del
mayor de los males: el desgobierno y la inestabilidad. En el pasado y último
Debate del Estado de la Nación de esta dura legislatura se percibió en la
opinión general que, aparte de anécdotas e improperios, solo jugaba con el
ordenador Celia Villalobos. No se percibió ninguna propuesta de gobierno
estable previsible que no pasase por la cocina del bipartidismo, aunque haya
que lavarlo con detergente. Pretensiones de tercera potencia autónoma oficiada
en el Círculo de Bellas Artes no han tenido otra trascendencia que una
exposición de arte del trampantojo. La hipótesis de emergencia de formaciones
hasta ahora extraparlamentarias debilita y fracciona a las minorías
preexistentes en la misma medida que resucita los deseos de restaurar el
bipartidismo con o sin muletas. No se presienten revoluciones ni reacciones
arrolladoras. Todo tiene un aire de sustituciones y rebajas que puedan
producirse a la hora de las negociaciones, manteniendo abierta la agenda de
pactos y reformas que sean convenientes para prolongar la estabilidad
institucional y el crecimiento económico.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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