Las expectativas que había suscitado esta intervención pública del Monarca, que abre un año político intenso, no se vieron, así, del todo compensadas. Era la primera vez que
Don Felipe protagonizaba una Pascua militar después de que Don Juan Carlos tuviese, el año pasado, una intervención que, por su estado físico, convaleciente de una seria operación, apenas pudo completar, algo que, según varias fuentes, le impulsó a acelerar sus proyectos de abdicación, si es que existían con anterioridad.
Se confirma así que Felipe VI quiere mantener, en lo posible, las líneas maestras de las intervenciones públicas de su padre, sorteando cualquier polémica y cualquier tema que pudiera resultar espinoso. Y, al tiempo, procurando no dar lugar a grandes titulares. Alguno de los militares asistentes había comentado a quien suscribe que esperaba algún tipo de alusión del Rey a Cataluña, en la línea de la que hizo en el mensaje a los españoles la pasada Nochebuena. Pero ha quedado claro que el jefe del Estado ha tenido en cuenta el marco que, en este día de Reyes Magos, albergaba sus palabras: un marco eminentemente militar, muy formal y protocolario. De hecho, la gran noticia, si es que eso fue, consistió en que este año se recuperó el ceremonial íntegro del acto, que no pudo respetarse en las dos ocasiones anteriores por las dificultades de movilidad de Juan Carlos I.
En cualquier caso, que el Rey evitase referirse a la espinosa cuestión catalana en su discurso ante los militares no tiene por qué tener una especial significación, más allá de la exquisita prudencia que está caracterizando cada paso de Felipe VI en sus seis primeros meses en el trono. No falta quien piense, entre los cercanos a la Casa del Rey, que el Monarca irá 'ocupando espacios progresivamente', en los próximos meses y en lo que la Constitución le permite. No falta quien se lo pida: es, al fin y al cabo, el personaje que acumula mayor popularidad entre los españoles, según veredicto unánime de todas las encuestas.
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