Es posible que hoy sean muchos más los españoles que conozcan las propuestas culinarias de algunos afamados cocineros patrios (Adrià, Aduriz, Arzak, Roca, Berasategui o Subijana) antes que a otro peculiar 'chef' que precedió a todos ellos en más de 500 años:
Miguel de Cervantes y Saavedra. Un cocinero literario que, en lugar de huevos, pescados u otras materias primas, se empeñó en proponer a sus coetáneos y a las generaciones venideras los más delicados, inteligentes y divertidos platos, con un solo ingrediente, la palabra, pero con los mejores 'Entremeses' que resultar pudieran y repletos de encanto popular. Todos ellos rebosan inteligencia, humor, tolerancia, libertad, amores, deseos, engaños, celos y astucia.
Exactamente 232 funciones se hicieron de estos escogidos 'Entremeses' de Cervantes cuando, hace ahora 20 años,
José Luis Gómez decidió montar este espectáculo partiendo de tres de las piezas teatrales que escribió el autor del Quijote pero que nunca logró ver representados en vida: La cueva de Salamanca, El viejo celoso y El retablo de las maravillas. Las representaciones de entonces fueron el resultado de dos periodos de exhibición en La Abadía y una extensa gira que incluyó varios teatros en Alemania, Francia, Italia, México y Polonia.
Ahora, para hacer cierto aquello de que 20 años no es nada, José Luis Gómez ha rescatado ese espectáculo que tanto significó en la historia del propio Teatro de La Abadía y en el panorama teatral madrileño. Del 17 de diciembre pasado y hasta el 15 de febrero de este año ha vuelto a reponer esos 'Entremeses' en la sala Juan de la Cruz del Teatro que Gómez dirige desde sus comienzos con el acierto y la inteligencia de quien sabe lo que quiere, que lo ejecuta con una voluntad férrea y con unos resultados tan ejemplares como deslumbrantes.
Esta es, sin duda, una de las más deliciosas representaciones que he visto sobre la obra de Cervantes y que, junto a
la versión libre del Quijote que estos días felizmente coincide en las tablas del Pavón, sede del Centro Nacional de Teatro Clásico, y unas cuantas propuestas teatrales más de las que hemos ido dando cuenta a lo largo del año que acaba de marcharse en estas mismas páginas electrónicas, nos ha llevado a la conclusión de que estamos viviendo una verdadera Edad de Oro del teatro español.
Para José Luis Gómez esta iniciativa ha supuesto "un feliz reencuentro con el montaje, con Cervantes y con los actores". Y es cierto porque cuatro de los intérpretes que participaron en el montaje original están también en esta nueva producción: Elisabet Gelabert, Miguel Cubero, Inma Nieto y José Luis Torrijo. Con ellos están también Julio Cortázar, Palmira Ferrer, Javier Lara, Luis Moreno, Diana Bernedo y el músico Eduardo Aguirre de Cárcer. Ponderar el acierto, la delicadeza, la fuerza interpretativa, el énfasis, la gracia, el donaire y la convicción de todos y cada uno de ellos constituiría por sí sola una nueva crítica que, ni aún así, rendiría justo homenaje a su inmenso trabajo actoral.
Memorable
La música, aunque actualizada en su interpretación, sigue siendo de
Luis Delgado; la escenografía, inspirada en el diseño original de José Hernández, se ha reducido a la mínima expresión, para subrayar que lo verdaderamente esencial es la palabra de Cervantes y su magistral manejo por los actores; la iluminación es de Juan Gómez Cornejo, como entonces, y el vestuario es de María Luisa Engel, que también lo ha simplificado y actualizado.
El espacio escénico gira en torno a un árbol (por cierto, el mismo que presidió todas las representaciones en la primera versión); el lenguaje utilizado es de una belleza y una precisión envidiables y, por último, las canciones son una delicia permanente. El conjunto construye una pieza teatral verdaderamente memorable que no debería perderse ningún buen aficionado al teatro y que enganchará de modo infalible a quien se acerque a él por primera vez.
Una hora y 50 minutos de arte reconcentrado y maravilloso que, como sucede con todas las obras universales, tienen infinitos niveles de lectura y comprensión, lo que las hace asequibles y fáciles de paladear a todos los gustos (desde los más exquisitos a los menos exigentes, desde el máximo experto en la obra de Cervantes, al alumno de primaria que solo ha oído hablar del autor un par de veces en la clase de Lengua y Literatura), y que la genialidad de un hombre de teatro irrepetible, como es José Luis Gómez, ha sabido exprimir al máximo sin restarle un ápice del encanto popular, la gracia, la fuerza y la intención originales, para potenciar todo lo que de actualidad tiene siempre la obra de una de las primeras plumas de la lengua castellana, don Miguel de Cervantes.
Juan Goytisolo, premio Cervantes 2014, ya lo decía en la irrepetible introducción que hacía a los 'Entremeses' en el programa de mano de la primera versión de José Luis Gómez, que todavía conservo grapado junto a la entrada (1.500 ptas. costaba entonces la butaca): "Una empresa creativa como la de Cervantes convoca, junto al tronco central de su árbol literario, una multitud de arborescencias, rizomas, plantas adventicias. Los entremeses deben leerse como un elemento indispensable de ese conjunto". Dicho de otra forma, que "hasta el rabo, todo es toro" y estos 'Entremeses' no son, ni mucho menos, una obra menor de Cervantes, como durante siglos se les ha considerado, sino una más de las múltiples hojas de ese árbol literario del que acertadamente hablaba, quizás de forma premonitoria, quien hoy ya se ha sentado con su maestro en la más alta gloria del Parnaso literario de la palabra escrita en español.