Pues no sé
si serán mejores o peores, pero hay escritores que me levantan la vida. Si,
como suena. Con Camilleri me pasa
que me ha llegado en varios de mis... renacimientos? o, por lo menos, para
tirarme una soga cuando me ahogaba. A ver, literaturas (ramplonas como ésta mía)
aparte, leer Camilleri y entrarme
ganas de escribir.....
Nadie puede
escapar de su biografía. Quiere decir, de su tiempo. Esta humilde crítica
literaria, tampoco, y la eternidad de San Google da noticia. Y como no puede
escapar, tampoco lo hará de las terribles, odiosas circunstancias que nos toca
vivir. ¿Escribir de libros en tiempos de leyes mordazas, pobreza inducida,
muertos por pobres, viejos arrumbados, niños hambrientos y futuros analfabetos?
Si una tiene algo más que colesterol sólido en el corazón, tiene que hacerse la
pregunta. Y es demoledora. Y entonces, una empieza a pensar que todas sus
palabras (escritas) han sido en vano, que no merece la pena, ni el trabajo, y
que a lo mejor, la sociedad tiene razón -a ver: los gobiernos, éste gobierno,
pero también los mercados, las empresas, el mundo, en fin- cuando te mandan al
tacho de basura. Y, en ese momento, escribir es una cuesta arriba insuperable.
Pero entonces aparece Camilleri.
Andrea Camilleri empezó con la serie de Montalbano a
los 69 años. Nos ha contado más de la verdadera función de las mafias, de su
incrustación en el alma de la gente, que si hubiera escrito un tratado sobre
ellas. Se ha mantenido en lo suyo -en sus ideas, en sus creencias, en su mirada caritativa e inteligente a las personas-
pese a todo lo que ha visto. Y ha visto mucho. Mucho. Mucho de victorias, y
mucho de derrotas. Y ahí le tienes, como el primer día. A ver: el libro que me
despierta ahora no trae historias nuevas: es el volumen con tres novelas que
abre la colección Los casos de Montalbano,
de Salamandra. Pero hay una que yo me había perdido: El ladrón de meriendas, con el Salvo más borde y comilón y
auténtico posible... Qué placer, por diosa.
Y una vez
ahí, todo tiene más sentido. Porque entiendes que no se trata de tu estado de
ánimo, sino de la necesidad de contar lo que ocurre cuando se lee. Y quién
puede dejar de leer? Yo, no. Y entonces, la inédita y póstuma de Antonio Tabucchi, Para Isabel, que acaba de publicar Anagrama, y que te has comido en dos horas, te abre a pensar
que, en esa encuesta tan suavemente dosificada, que más que la búsqueda de la
mujer y la denuncia de la realidad -las barbaridades salazaristas-, en que la
aparición y fuga de Isabel se dieron, tiene algo de tentador pero discretísimo
camino de perfección, en el sentido más místico -y agnóstico- posible.... Ese
extraterritorial de Tabucchi, y su
obsesión portuguesa, como si ese país pequeño, rodeado, y con pocas esperanzas,
fuera una metáfora del mundo. O mejor: como si los portugueses, esforzados por
escapar de una asfixia demasiado larga, y su fracaso, fueran signo y señal de
la condición humana.
La encuesta
policial, la investigación y seguimiento, desde el poli o desde el espontáneo,
parece un modelo bueno también para el crítico literario: qué hacemos sino
buscar pistas, causas, pruebas? Pónganse en
Tabucchi para leer La próxima vez,
el diario del magnífico poeta Jose
Carlos Cataño, entre 2004 y 2007, recién publicado por Renacimiento. Si le
tuvieran ustedes, a Cataño, en
Facebook, verían su fijación por dos temas primeros: las nubes y la botánica.
El segundo tiene qué ver con su formación académica, y también con esas artes
de memoria que tan bien contó Borges
en Funes el memorioso. Nada hay tan
versátil, para una memoria total, como los aparentemente no ocurridos cambios
en una parra, en un árbol. Y nada tan estúpido como el no distinguir unos de
otros, de manera que la palabra árbol nos impide ver el bosque de las
diferencias.... También las nubes son mucho más que nubes. Cada una, irrepetible
en su.....mismidad, grrr. Pues ese es el
oficio narrador de la memoria escrita: pillar desde un escepticismo, más bien
sombrío, el pasar de los días. Y claro, en concreto -que se habla de gente, de libros,
de adquisiciones y pérdidas, de sentimientos, de literatura y mundo literario-
pues.... Pasiones y gustos, algunas cuchilladitas,
lo que le pone sal a los diarios de los escritores! Muy, muy recomendable,
aunque no siempre estemos de acuerdo con sus víctimas, que las tiene.
No sé si el
encuestador policial, bueno, policíaco, se sentirá a veces perplejo: por lo que
he leído, si. Pues así estoy yo con El
final de Sancho Panza y otras suertes, de Andrés Trapiello, aparecido en Destino. No es por la historia, que
arrancando del Quiijote, que Trapiello
demuestra conocer muy bien -es su segunda "hija" de Cervantes, pero la primera no la he leído y lo siento- manda a
Sancho, el Ama, el Bachiller y la Sobrina a las Américas. Lo que me tiene
perpleja, sin que yo me ponga a juzgar la pertinencia de la historia -cada
escritor tiene el deber de escribir sobre lo que le da la real gana- es qué le
aporta al autor concreto esta investigación -exhaustiva- en la lengua de Don
Quijote y su época, con un retoque suave a la sintaxis, y una recopilación de
léxico verdaderamente apabullante. ¿Es un juego? ¿es un reto, como todos los
juegos? ¿Qué se juega?
Trapiello se atreve a crear, con sutiles y
menos sutiles autorreferencias, una aventura nueva de los personajes del quijote,
que es una nueva lectura del Quijote. Que yo la he leído con gusto, se nota.
Que me gustaría que me contestara a las preguntas hechas, también. Mucha menos
gracia me hace ese intento anunciado del "Quijote para niños", que la RAE, la
Real Academia de la Lengua, le ha encargado a Arturo Pérez Reverte, y que está por salir -si no ha salido ya- en
Santillana. Y es que a mí, los reader's
digest -"para qué va a leer usted, si ya hemos leído nosotros"- no me han
gustado nunca. Por eso no les cuento a ustedes de qué van los libros que pongo
en suerte. Pero es, sólo, una manera de hacer, seguramente tan oscura y de tan
oscuros orígenes como todas.