martes 04 de noviembre de 2014, 09:23h
"Los otros" están a punto de invadir el jardín de las
delicias y nada será como antes cuando tal migración acontezca. Cuando suceda
lo que parece inevitable, los cronistas de lo cotidiano apuntarán en su diario
los hechos y los comentaristas desmenuzarán los antecedentes y los consecuentes
del acontecimiento. Las encuestas nos anticipan que bien entrado el año 2015
del tercer milenio, los vencidos se retirarán organizadamente de sus posiciones
defensivas y "los otros" se instalarán en las verdes praderas de la España
invadida. En los baluartes ocupados se arriarán las viejas banderas y en su
lugar ondearán las enseñas populistas de los recién llegados.
La caída de los regímenes, incluso de los más caseros y
localistas, se barrunta de antemano y suele coincidir con la molicie, la
ineficacia, el nepotismo, el cesarismo y la corrupción de sus gobernantes.
Lejos de evitarnos una coyuntura como la descrita, tan repetida por desgracia
en nuestra historia, cientos de nuestros dirigentes han sucumbido a las
tentaciones mafiosas de un entorno corrompido, espantando con sus felonías a
los ciudadanos y debilitando el sistema institucional que los cobijaba.
Mientras las cosas iban bien y el dinero fácil y abundante fluía en aquella
España de las maravillas, la mayoría silenciosa contemplaba la rapiña con
cierta benevolencia; pero cuando se desinfló el merengue económico que engordaba a los amantes de lo ajeno, los
presuntos benefactores de los humildes se convirtieron en mangantes
aprovechados.
La crisis ha empobrecido a millones de españoles y una
multitud indignada pretende saldar
cuentas con aquellos que se enriquecieron a su costa. El proceso ha comenzado y
podría ocurrir que una mayoría de políticos honestos penara por las corruptelas
de una minoría de sinvergüenzas. Rodeando las puertas de los juzgados acampan
"los otros", comisionados para ejecutar las sentencias que dicte el pueblo
soberano. Los primeros que se apercibieron del malestar
generalizado que destilaba el alambique social fueron "los otros". Se infiltraron
entonces en las asambleas de descontentos que ocupaban las plazas y
participaron activamente en los debates improvisados que allí se sucedían, colaron
sus proclamas por las grietas del
sistema, encabezaron los movimientos reivindicativos y aprovecharon los
altavoces mediáticos para presentarse como los auténticos líderes del
radicalismo inconformista.
Mientras crecían y crecían, vírgenes y contemplativos, los
partidos fundacionales se enredaban en sus luchas internas, se arrojaban a la
cabeza los efectos de la crisis y trataban de ocultar en el armario a sus
trincones. "Los otros", más espabilados que nadie, abrían sus mercadillos
callejeros y recetaban a los paseantes fórmulas magistrales que todo lo curan. De
confirmarse las cábalas estadísticas, algo que está por ver, se consumaría la
tercera invasión de nuestra democracia recobrada. Cuando se apagó la
dictadura interminable, arribó la
izquierda posibilista del cambio, aquella que trasformó la España mesetaria en
una nación moderna, avanzada, solidaria y perfectamente integrada en el mundo
civilizado. La derecha nos trajo la expansión económica y la modernidad liberar
que se llevaba por Europa. Los conservadores protagonizaron la segunda de las
invasiones.
La conjunción de ambas
etapas, caracterizada por logros extraordinarios que parecían imposibles, se
nos presenta ahora como una herencia insoportable del pasado, como un trasto
inservible que no puede recomponerse ni
regenerarse. Muchas de las expectativas electorales de "los otros" se sustentan
en análisis tan simplistas tal como el que acabo de reproducirles. "Los otros"
ofrecen felicidad compartida, subsidios universales, empleo de calidad,
viviendas para todos, la devolución a lo público de todo aquello que se haya
privatizado, jubilaciones a los sesenta años, tarifas sociales y la
estatalización de la enseñanza y la sanidad, entre otras milagrerías fabulosas.
Nadie sabe todavía a qué santidad laica se encomendarán para obrar el prodigio,
pero ahí están. ¡Preparados, listos.... ya!