"No quiero que esta enorme frustración, y la
que me produce todo lo que se va destapando en Cataluña, en
Baleares, en la Comunidad Valenciana,
en Andalucía, etcétera, me lleve a votar necesariamente a Podemos"
No quiero, no quiero, no y no, que me empujen a votar a 'Podemos'.
No es mi opción política, suponiendo que alguna tuviese, y estoy seguro de que
yo tampoco soy su ideal de militante: al menos, algunos a los que se podría identificar
como próximos a la formación de Pablo Iglesias me gritaban el pasado viernes,
en Oviedo, jornada de protesta, "casta periodística". No sé si
formo parte de casta alguna, ni de caspa, pero de casta le viene al galgo: no
me gustan los empujones.
Claro que no es Podemos quien me empuja. Más bien, con ellos
no hay ni siquiera, hasta ahora, contactos profesionales, aunque yo los haya
solicitado. Y tampoco hablo de empujones a mi persona, claro. Hablo de todos
esos ciudadanos que, ignorando cuál es el programa completo -o siquiera
parcial-de esta formación, se sienten impulsadas a darle su voto futuro,
no tanto como respaldo a ellos cuanto como castigo 'a los otros'. Y
'los otros' son, fundamentalmente, aunque no solamente, esos dos
grandes partidos nacionales de los que averiguamos casi cada día -más en
el caso del PP que en el del PSOE, es cierto; lógico, porque son los 'populares'
quienes tienen más poder y gobierno-un nuevo 'affaire'
corrupto, a cuál más vergonzoso y lamentable.
Puede, como dicen los 'estados mayores' de los
dos grandes partidos, que todos los casos que estamos conociendo correspondan
al pasado, lo cual es dudoso en el caso de la 'Operación Púnica',
en vigor hasta ayer mismo; pero no hay salvaguardas suficientes de cara a que
esto no se repita en el futuro. Que
Mariano Rajoy, en Murcia -nada menos
que en Murcia, donde tantas cosas han pasado-diga que los casos de
corrupción son algo excepcional, aislado, ayuda poco a pensar en que se van a
poner sobre el tablero todas las energías para combatir algo que constituye ya
el elemento número uno de preocupación de los españoles, por encima incluso del
paro. Que Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, alegue que 'más
corruptos son los del PP' para negar un pacto global, omnicomprensivo,
eficaz, contra la corrupción, tampoco es que me genere unas dosis inmensas de confianza
en que nada de esta vergüenza colectiva se va a repetir.
Pero ya digo: no quiero que esta enorme frustración, y la
que me produce todo lo que se va destapando en Cataluña --en dura competencia
con Madrid por encabezar el 'top ten' de la corrupción--, en
Baleares, en la Comunidad Valenciana,
en Andalucía, etcétera, me lleve a votar necesariamente a Podemos. Primero, me
tendrán que convencer de que son una alternativa verdadera de Gobierno, y no un
movimiento de canalización del descontento ciudadano, lo que, admito, ya no es
poco. Una vez que me demuestren que, con ellos, las cosas irían mejor que con
este bipartidismo imperfecto -y tanto--, trufado con algunos
nacionalismos, entonces, y solo entonces, si hay que votar a Podemos, pues se
les vota y en paz. Pero sin empujar, eh, sin empujar.
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