"
La calma mágica", la última comedia de
Alfredo Sanzol, coproducida por el Centro Dramático Nacional (CDN)
y la compañía vasca Tanttaka Teatroa, se estrenó en la Sala
Francisco Nieva del Teatro
Valle Inclán de Madrid el pasado 10 de octubre y permanecerá en cartel hasta el próximo 9 de
noviembre.
Alfredo Sanzol
dirige, además, su propia obra y, para dar vida a cuanto imagina (¡y es mucho!)
cuenta con un experimentado grupo de
actores que transportan al espectador al plano vital en que se mueve en cada
momento la obra: el real (presente), el
imaginado (futuro) y el soñado (alucinado).
Ellos son
Iñaki Rikarte (Oliver),
Mireia
Gabilondo (Olga),
Sandra Ferrús
(Olivia),
Aitor Mazo (Martin) y
Aitziber Garmendia (Abogada). Todos
ellos son actores magníficos, que se
meten en sus papeles y confirman, una
vez más, que el teatro español está
pasando por uno de sus mejores momentos, y en todas las facetas que lo hacen
posible.
La calma a la
que hace alusión el título de la obra de
Sanzol es una mezcla de viaje iniciático
provocado por unos hongos alucinógenos
que Oliver toma en el transcurso de una entrevista de trabajo junto a
Olga, la entrevistadora y propietaria de la empresa. Esos hongos le hacen
imaginar que en el futuro se va a dormir delante de su PC, y que un cliente
inmortalizará el fatídico instante con su móvil. Ese hecho obsesiona a Oliver,
que persigue a toda costa que el cliente lo borre de su teléfono, mientras que
este, Martín, ya lo ha difundido entre
sus amigos y compañeros, y no ve la necesidad de tener que hacerlo
porque, en todo caso, ya estará circulando por la red.
Ese hecho, hoy
tan simple y cotidiano, es el núcleo de la última comedia de Sanzol, pero hay
muchos otros subtemas que llevarán a personajes y espectadores a viajar real o
imaginariamente a lugares tan exóticos
como África, a relacionarse con elefantes rosas o a sentir el amor. En la obra,
a la vez surrealista, alocada, onírica,
poética o realista, hay espacio
también para presenciar allanamientos de morada, escuchar
estruendosos disparos de escopetas de caza, asistir a engaños
flagrantes, a construir y deconstruir sueños y hasta descubrir una fuente de agua cristalina y clara, como debiera ser la vida.
Sanzol escribe en el programa de mano que se trata de
una obra regalo, "porque está hecha pensando en mi padre, imaginando que, si él
pudiera verla, lo pasaría muy bien, en el sentido más profundo de la palabra,
es decir, viajando a lugares donde la imaginación no ha estado nunca". Y como "
La
calma mágica" está escrita con amor,
Sanzol traslada fácilmente al espectador las fantasías y
sensaciones con que ha querido regalar
también a su padre, muerto hace algunos meses atrás.
Autor personalísimo, difícilmente clasificable, y con
un teatro en donde el hombre contemporáneo, con sus miedos, sus sueños y sus obsesiones se ve
claramente retratado. Meses atrás ya lo dijimos también de Sanzol cuando en estas mismas páginas electrónicas comentamos la obra que la compañía T de
Teatre representaba en
Madrid
"Aventura"
La escenografía
que Sanzol ha planteado en "
La calma mágica", y que ha plasmado
fielmente
Alejandro Andújar nos
lleva a un espacio minimalista, de tonos marrones, con apenas mobiliario (una
mesa y dos sillas), y con suelo enmoquetado a través del cual los actores
circulan siempre descalzos. La iluminación de
Xabier Lozano contribuye a fijar los planos que
comentábamos más arriba en que se mueven
los personajes, y la música de
Iñaki
Salvador ayuda enormemente
a que la acción de la comedia tenga un tono trepidante , que casi no
deja tiempo al espectador a pasar de una a otra escena.
Una obra, en
fin, que no defraudará a los seguidores de Alfredo Sanzol y que, seguro, hará
nuevos adeptos a este joven autor español que, sin duda, nos dará muchos más ratos de un teatro tan inclasificable como interesante y evocador.