Hay que reconocerlo: el
relevo generacional ha llegado súbitamente a nuestra política. El panorama se
puebla de caras nuevas, dispuestas a competir en las próximas elecciones
autonómicas y municipales y, claro, en las generales. En la ciudad de Madrid,
no queda ni un solo candidato 'de los de antes', si se exceptúan los casos del
socialista
Tomás Gómez y del 'popular'
Ignacio González para la Comunidad, y en
ambos casos se trata de personajes que aún podrían considerarse inéditos ante
las urnas autonómicas. Por lo demás, los
Antonio Carmona, Tania Sánchez y vaya
usted a saber quiénes más -porque también en Izquierda Unida se ha producido
una súbita renovación-van a competir por ocupar puestos en la Asamblea y en el
Ayuntamiento. Y así va a ocurrir en casi toda España: hay una generación
cansada, quemada, en algunos casos desprestigiada, que sucumbe ante el ímpetu
de formaciones nuevas, modos de entender la política nuevos, que van a
presionar -pienso, confío-para abrir caminos nuevos.
No crea usted, amable lector,
que el párrafo anterior esconde un mudo aplauso a la llegada de formaciones
como Podemos, o hacia opciones como Ganemos, de
Ada Colau. No tengo aún un
concepto demasiado formado y definido ante ambos, porque entiendo que todavía
están 'in fieri', cociendo sus estructuras definitivas, sus acuerdos
preelectorales, si es que los completan. Simplemente hago notar que personas
que hace apenas un año eran por completo desconocidas, o que, por este
desconocimiento, nadie pensó que pudieran llegar a donde han llegado, reclaman
un puesto en el club, tan cerrado hasta ahora, de la política española. Y no
creo que eso sea malo: ha habido relevo en la cúpula del Estado, en el
liderazgo de la oposición, han irrumpido formaciones nuevas, gentes que no
parecían llamadas al ejercicio tradicional -entendido 'a la española'-de la política.
Ahora, hay que sedimentar todo esto, que aún anda un poco 'liado', por utilizar
una expresión
rajoyana.
Y me parece que los políticos
instalados en-lo-de-toda-la-vida han de iniciar una reflexión profunda sobre
esta oleada que llega. Para que nadie me acuse de no concretar, pienso que ha
de ser, lógicamente, el partido en el poder el primero en poner en marcha este
debate interno, que no puede prolongarse demasiado si realmente este partido en
el poder quiere seguir siéndolo. No digo yo que la llegada de rostros nuevos,
especialmente en el sector izquierdo del tapiz político nacional, sea una
amenaza directa a corto plazo para el PP; es un aviso de que nuevos tiempos
llaman a la puerta y de que este año 2015 nos va a deparar muchas sorpresas,
puede que no todas agradables para eso que yo me resisto a llamar 'la casta',
pero que sí denominaré 'clase política tradicional'. Que, por cierto,
para nada tiene por qué ser peor que los que ahora llegan.
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