sábado 18 de octubre de 2014, 14:49h
Hace días leí una información muy llamativa
referente a China y, como allí, algunas mujeres se toman la justicia por
su mano cuando sus maridos les son infieles. El relato era el
siguiente: Lin Yao Li, de 38 años, iba andando camino de casa tras hacer
algunas compras en un centro comercial de la ciudad china de Puyang,
cuando se vio acorralada por cuatro mujeres que la estaban esperando
para darle un 'correctivo'.
El hecho de que la víctima se hubiese acostado con el marido de
otra mujer, parecía dar la autoridad necesaria a este grupo de mujeres
para arrancarle violentamente la ropa y dejarle completamente desnuda en
plena calle, a la vista de todos sin que nadie hiciera nada por
detenerlas. Hechos así parecen haberse convertido en habituales en el
gigante asiático donde las agresoras, lideradas por la esposa del marido
infiel, también golpean a sus víctimas con tal brutalidad que terminan
hospitalizadas con lesiones importantes.
La noticia llamo mi atención primero porque -aunque nadie se
merece un trato así y la violencia jamás este justificada- resulta
llamativo que sea la amante y no el marido infiel el objetivo de la iras
de la esposa despechada y segundo porque el otro día me contó una amiga
que en su barrio habían apaleado a una adolescente por motivos
similares, porque había estado con el novio, también adolescente, de
otra chica.
Resulta curiosos que si un hecho así ocurre en China se convierte
rápidamente en noticia, pero si es en un barrio céntrico de Madrid donde
la brutalidad, la mofa y el escarnio se ceba con una niña por parte de
sus propias compañeras, apenas hay reflejo en los periódicos.
Por otro lado, según los últimos estudios sobre la violencia
machista en España el sector donde más crece y, de manera
muy alarmante, es entre los adolescentes y lo más preocupante es el
grado de comprensión de la chicas cuando una de sus amigas es agredida
verbal, incluso físicamente por su pareja. La excusa es siempre la mism
: los celos por amor, que son la forma de justificar comportamientos
egoístas, represivos y violentos.
El problema, según dicen los expertos, es que no se detectan estas
situaciones como un riesgo. "Tenemos demasiado interiorizado los mitos
relacionados con el amor romántico y la transmisión de valores a través
de esas princesas de cuento que busca a su príncipe ideal que muchas
jóvenes vulnerables cuando se encuentran en una situación de abuso
piensan: "por mí a cambiar, el amor es para toda la vida", señalaba el
otro día una psicóloga especializada en este tipo de casos.
El problema es que sabemos las recetas y entre ellas deberíamos
enseñar a nuestras hijas a decir NO ante el primer insulto o
humillación, a desmontar esos mitos de príncipes y princesas, a
favorecer la autoestima, a valorar como un tesoro la independencia.
Deberíamos incentivar la educación preventiva y en igualdad
porque, aunque se hagan esfuerzos, y se están haciendo, está claro que
no son suficientes. Aquí ya no sólo se trata de que el cuento acabe
bien, sino de que las nuevas generaciones no repitan los peores esquemas
machistas del pasado. No es China, es España y no es amor es maltrato.
Tolerancia cero.