El olvido del diccionario
viernes 17 de octubre de 2014, 14:55h
En el principio fue el Verbo, la palabra. Y lo
que no tiene nombre no existe. Es una pena que pese al gran esfuerzo
realizado por la Real Academia (la española y las correspondientes de
los países de América) para incorporar al nuevo Diccionario muchas de
las nuevas expresiones nacidas al calor del idioma español se hayan
olvidado de una de las que en los tiempos que corren quizá sea la que
mejor resume el estado de ánimo de parte de nuestra sociedad. La que se
declara indignada antes los abusos y arbitrariedades del poder y los
poderosos.
Hablo del escrache. En puridad, visto el olvido, es palabra
que habría que escribir entre comillas. Entre las 5.000 palabras nuevas
que se incorporan al léxico oficial de nuestro idioma ¿por qué este
olvido?,¿Será verdad que los académicos, viven en el Olimpo, ajenos a
las cuitas del resto de los españoles, simples mortales? Sólo admitiendo
esa levitación se podría disculpar el olvido. Aunque, cuesta admitirlo,
visto que sí han tenido oído para consagrar expresiones como papichulo o
amigovio, expresiones inocuas todas ellas y muy chupis, dicho sea con
otra de las nuevas palabras consagradas.
En cada momento de la Historia el idioma refleja el espíritu y las
inquietudes de la época no siendo ajeno a la cosmogonía del poder de
turno. No digo que el genio del idioma (criatura metafórica de dudosa
existencia), se acomode a los usos y necesidades del poder, lo que digo
es que los académicos -que son quienes fijan y aseguran la posteridad a
determinadas palabras en detrimento de otras- suelen sentirse más a
gusto en climas templados de opinión conservadora.
Hay excepciones,
claro, pero debieron faltar a su cita para la revisión del Diccionario
el día que tocaba hablar de la candidatura de la palabra escrache. En
cambio hubo quorum a la hora de aprobar otra voz: "externalizar" cuyo
significado -según aclara el Diccionario- se refiere a "encomendar la
realización de tareas o servicios propios a otra empresa". Práctica esta
-la de externalizar-, muy en boga en la medida en la que forma parte de
la panoplia de las empresas que por el camino, también muy de moda, de
la globalización inmisericorde se apuntan a la reducción de sus
plantillas de trabajadores.
Sería simplista decir que "externalizar" es
una palabra que habría que etiquetar en la estantería de la derecha
mientras que a "escrache" le correspondería la de la izquierda. Simple,
pero quizá no tan ingenuo como parece a simple vista. Ha dicho el
profesor Pedro Álvarez de Miranda (responsable de esta edición del
Diccionario) que en orden a ordenar el caos en la selva del lenguaje" no
es posible poner puertas al campo porque el lenguaje es algo vivo,
múltiple, en continua evolución porque los hablantes no son un ejército
sumiso".
Tiene razón. Los hablantes en su condición de ciudadanos,
precisamente por no ser un ejército sumiso, frente a la
arbitrariedad suelen recurrir a los escraches. Lástima de olvido.