De
lo que se trata es de salvarse a sí mismo.
Artur Mas se niega a convertirse en
el cadáver político que muchos desearán ver pasar bajo su ventana. No se trata
de salvar la consulta ni el proceso independentista que le ha llevado a un
callejón al que sólo ve una salida, unas elecciones transmutadas en referéndum
en la que él y su partido, Convergència, así a secas, sin la Unió de Duran con
toda probabilidad, salvarían los muebles a través de una "lista conjunta". Porque,
en solitario, el desastre podría ser histórico.
Abocado
a una consulta de dibujos animados, Artur Mas se encuentra al final de una
escapada que incluso él sabía que no le llevaba a ninguna parte, salvo que se
saltase la legalidad, se pusiera Cataluña por montera y provocara una crisis de
legitimidad que pondría en peligro incluso la autonomía de que ahora disfruta
la Comunidad Autónoma de la que aún es presidente.
Sin
consulta, a Artur Mas le hubieran corrido literalmente a gorrazos por las
Ramblas. Al menos tiene el 'butifarrendum', traducción libre del "proceso
participativo", el sucedáneo que el Tribunal Constitucional ha salvado en la
Ley de Consultas aprobada por el Parlament -con los votos del PSC- para dar
cobertura legal al desafío soberanista.
Pero
no es suficiente. El artificio legal de una votación sin censo electoral, sin
plenas garantías democráticas, es sólo el anticipo, como se empeñó ayer en
resaltar el president de la Generalitat, de unas elecciones anticipadas a las
que Convergència, con o sin Unió, no puede concurrir salvo que busque
suicidarse. Menos aún con Artur Mas de cabeza de lista en el caso de que se le
ocurriera tal cosa.
Seguir
vivo políticamente es ahora cuestión de ERC, del sombrío
Oriol Junqueras,
auténtico talibán con barretina, que es quien tiene desde hoy en sus manos la
margarita que Artur Mas dice que se ha cansado de deshojar.
El
emperador Junqueras es quien debe poner el pulgar hacia arriba y aceptar esa
lista conjunta que le pide desde la arena del circo al gladiador Mas para
salvarse, o hacia abajo para intentar convertirse en el líder la primera fuerza
política catalana mientras los 'botiflers' de Convergència se desangra en las
urnas.
Sin
embargo, para ERC, que no hay que olvidar que es un partido tanto o más asambleario
que el Podemos de Pablo Iglesias, no bastaría con ganar esas elecciones en
solitario si no obtiene mayoría absoluta y no consigue gobernar. Para su
objetivo final, la independencia, supondría empezar de nuevo y sin el 'caldo'
ciudadano que ha llenado las calles de Barcelona.
Una
única lista y un único programa, mejor dicho, un programa con una sola línea
escrita, romper "con Madrid", ese "adversario" al que sólo le ha faltado a Mas
esta mañana ponerle rabo y cuernos. Tampoco es una decisión fácil. ¿Quién
encabezaría esa candidatura de unidad? ¿Estaría dispuesto Junqueras a ser el
número 2 de Mas? ¿Y el resto de partidos proconsulta cómo encajan? Y, sobre
todo, ¿después qué? ¿Otras elecciones?
¿Una
excelente noticia?
Mariano Rajoy no ha estado muy afortunado ni bien informado
esta mañana al dar por finiquitada la consulta del 9N, ni su portavoz
parlamentario,
Alfonso Alonso, al asegurar que "tampoco habrá" el amago que ha
anunciado Artur Mas. Al president le han puesto en bandeja el discurso
victimista, casi guerracivilista, para no bajarse del caballo que cree que le
lleva a Damasco y tiene pinta que no pasará de L'Hospitalet.
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