Las encuestas dominicales mostraban no sé si tanto una 'remontada'
del PSOE cuanto un descenso en la intención de voto al Partido Popular. Y sí,
creo que el 'efecto Sánchez' existe, pese a los errores que sin
duda ha venido cometiendo el nuevo secretario general del PSOE, a quien se le
nota eso, que es nuevo. Pero también que llega con voluntad de renovación, con
un talante me parece que bastante abierto, lo mismo que la mayoría de sus más
cercanos colaboradores.
Ahora, esos colaboradores han de asesorar a Sánchez olvidándose
de la amenaza que constituye, o que pudiera constituir, 'Podemos'. El
PSOE tiene, en mi humilde opinión de mirón de tantos años, que ser él mismo, no
más 'progre' que la formación de Pablo iglesias, ni más extrovertido
que
Rosa Díez, ni más 'clásico' en lo progresista que
Cayo Lara. Ni
tan ambiguo, en ciertas cosas, como el Partido Popular.
Sabe, supongo, Sánchez que vivimos horas de indudable
gravedad en lo político, horas que no pueden compensarse con el mero atisbar de
'brotes verdes' en lo económico. El ciudadano medio está 'pasando'
de los cauces políticos habituales porque se siente, me parece, lo
suficientemente estafado, ninguneado, ignorado. Y ahí es donde el 'nuevo'
PSOE tiene su hueco, que para nada tiene que ver con ocurrencias como que hay
que suprimir el Ministerio de Defensa, o que hay que celebrar funerales de
Estado por las víctimas de género, o... La política participativa, seria,
meditada, es algo ya inventado hace tiempo, pero lamentablemente casi nunca puesto
en práctica.
A mí me gustaría que el nuevo líder de la oposición
consensuase con el hombre de la calle sus planes de futuro, incluyendo los pormenores
de la proyectada reforma constitucional; no que nos sorprenda con alguna idea
genial, de las que tanto abundan estos días entre nuestra clase política, que
luego --¿verdad,
Gallardón?-pasa lo que pasa.
Sánchez es ahora la novedad, y lo lógico es que despierte
expectativas en un electorado que ya conoce lo que los instalados, y también
los recién llegados de 'Podemos', dan de sí: no más, y seguramente,
al final de escapada, sí algo menos. No puede, simplemente no puede,
decepcionarnos: creo que ya ha comenzado a acertar al ir de la mano del
presidente del Gobierno hacia la solución del 'conflicto catalán',
respecto del cual no creo que las diferencias entre ambos sean de tanto alcance
como nos las presentan. Espero, de hecho, la escenificación del gran pacto en
algún momento entre ahora y ese 9-n -queda un mes-que hoy por hoy
avizoramos como fatídico. Esa imagen, la del gran pacto, es la que ratificará
que Sánchez puede ser el estadista que vamos necesitando al frente de la
oposición.
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