lunes 29 de septiembre de 2014, 09:50h
La
Unión Europea, afectada por una crisis económica cuyos efectos sociales aún no
han sido superados, no deja de ser, aún debilitada, la zona del planeta con
mejores niveles de vida, mayores libertades y mejores servicios de bienestar y
de seguridad. El malestar creado por los índices de desempleo y los recortes en
el seno de la Unión Europea ha desgastado la ilusión de una Europa como el país
de las maravillas a los ojos de su propia ciudadanía que, a pesar de todo,
sigue siendo envidiada por el resto del mundo y sigue siendo un foco de
atracción para las corrientes migratorias legales o ilegales.
Algunos
se empeñan en pintarla decadente, desfasada y desintegrable frente al ejemplo
de otros continentes llenos de vigor y de futuro. Pero la realidad es que esas
experiencias, a oriente y occidente, presentan focos de violencia, niveles de
miseria y condiciones laborales que Europa consideraríamos absolutamente
inaceptables. Los subsidios de paro de los trabajadores europeos multiplican
los salarios de los empleados en las economías que se suponen emergentes en
otras partes del mundo. La corrupción que sobrenada sobre la vida pública
europea es como una costra en la superficie al lado de los hábitos de impunidad,
de crimen organizado y de abusos autoritarios que están establecidos
profundamente en otros continentes. Quiere esto decir que la indignación y el
rencor contra las propias instituciones que se agita en Europa es un fenómeno
desproporcionado y desinformado. La eurofobia es un morbo que se da a izquierda
y derecha del panorama político. Los euroescépticos británicos, la extrema
derecha francesa, los separatismos regionales o las izquierdas antisistema son
banderines de enganche que solo han atraído al electorado en la medida que
sirven de desahogo a una ira más o menos justificada y previsiblemente efímera
que ataca a una estructura monetaria de la que, en el fondo, nadie quiere
prescindir sinceramente aunque la critique con acritud.
Quienes
usan todas las oportunidades para desengancharse visiblemente del proyecto más
importante y exitoso que ha producido la política tras la última Guerra Mundial
corrigiendo las tendencias insolidarias y catastróficas del pasado, no saben a
dónde quieren ir o son reaccionarios que sueñan que la historia pueda dar
marcha atrás como la máquina del tiempo de las películas de ciencia ficción. A
la mentalidad antieuropeísta no le gustan los procedimientos representativos
templados sino las expresiones callejeras radicales, sean asamblearias o
refrendarias. Sacar la gente a la calle, con banderitas y camisetas, o
consultar simplemente sobre "si" o "no", despreciando los procedimientos representativos,
son los caminos elegidos por quienes saben que no tienen nada que hacer en el
discurrir normal de las democracias serenas. No están en los asuntos de cada
día sino en las convulsiones de fondo de los populismos maximalistas más
repelentes a la cultura europea.
Solo
unas elecciones europeas planteadas originalmente desde el error de prescindir
del filtro de las unidades de convivencia provinciales o regionales, ha
permitido enseñar la coleta minoritaria, cosa de la que hay alguna muestra en
todas estas convocatorias y en todos los países, dando escenario a algunos
personajes hostiles al predominio de la moderación europea. El simple traslado
de sus proporciones de voto, aún en su demoscopia más exagerada, nos presentan
unos resultados que serían irrelevantes en unas elecciones generales y que
apenas podrían emerger en unas elecciones municipales, aunque tengan una
oportunidad de hacer espectáculo sin hacer política real más allá del alboroto
y la tertulia.
Lo
que sí está claro es que, en España, el alboroto antieuropeo se ubica en la
izquierda. Aquí la labor de los "populares" no parece dejar huecos ni fisuras
en la posición de España como miembro de la Unión Europea, a pesar del problema
de una deuda externa demasiado elevada que no se va a solucionar a plazo medio
y de una zona euro que da la impresión de estar en punto muerto. España soporta
la situación y soporta la deuda mejor que otros y tanto las derechas xenófobas
como los delirios revolucionarios no tienen otras opciones que tremolar sus
pendones utópicos. El problema le ha caído, por el momento, en el campo de
Pedro Sánchez que parece descolocado del pragmatismo europeo, reflejado en la
coalición alemana o en el reparto de cargos en la Unión. Tras el ridículo papel
desempeñado por los socialistas españoles en las jornadas constituyentes de las
instituciones europeas para los próximos cinco años, parece dispuesto a
enredarse de nuevo oponiéndose a la composición de la próxima Comisión Europea
porque no le gusta Miguel Arias Cañete como Comisario. El tradicional apoyo a
los comisarios españoles por parte de los dos partidos principales -recuérdese
el respaldo a Joaquín Almunia por parte del PP- parece roto, en este caso, con
gesto nada sorprendente si recordamos su postura en el caso de la elección del
Presidente Juncker. Da la impresión de que intenta alejarse de la socialdemocracia
europea y jugar como un verso suelto que va a consonar con la música de
cualquier "pablemos". Aquel juego de alternativas de gobierno que tanto costó
construir a la Transición y que solo estuvo completo cuando el Partido Popular
superó su inicial estrategia de alianzas y coaliciones, está ahora agrietado
por el lado izquierdo. El socialismo no debería perder el rumbo en Europa que,
a pesar de las penosas circunstancias que estamos viviendo, tiene su futuro en
cierto grado de entendimiento entre los grandes partidos sinceramente
europeístas, frente a los alborotos del euroescepticismo y de la eurofobia. El
socialismo tiene que elegir entre la lógica de supervivencia del equilibrio
europeo o verse confundido y degradado en el "totum revolutum" de una izquierda
destructiva y sin capacidad de gobierno razonable.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
|
elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
|