Respeto, aprecio y dinero
sábado 20 de septiembre de 2014, 13:56h
Desde España, a diestra y siniestra, se ha
felicitado a los británicos por su lección democrática: a los
nacionalistas escoceses por su compromiso con la legalidad y a todos los
ciudadanos de Escocia por acudir masivamente a las urnas, donde
apostaron por el Reino re-Unido. Cameron felicitó a Salmond
por su reñida batalla, el líder nacionalista escocés anunció su
retirada, debido a su derrota, y ahora el primer ministro del Reino
re-Unido llevará a cabo su compromiso de cambiar a fondo la estructura
territorial de Gran Bretaña, camino de un Estado más federal y más
simétrico. Tendrá problemas dentro, en sus propias filas, porque hay
conservadores que se echan las manos a la cabeza, pero también recibirá
apoyos desde fuera, ya que no solo los liberales apoyaron la iniciativa,
sino también los laboristas. Digamos que, con matices, todos tienen un
sentido de Estado, un perfil democrático impecable y que su única duda
-realmente histórica- es si deben pertenecer o no a la Unión Europea.
Casi nada.
Pues
bien, los mismos españoles que aplaudieron tanta democracia en la gran
isla europea resulta que en casa no hacen los deberes como dicen que
deben hacerse, sino más bien a la española o a la catalana, que no es
exactamente lo mismo. Menudo espectáculo, por ejemplo, verlos jugar a
las agachadas este fin de semana a cuenta de la convocatoria del 9-N.
Desde
Madrid se dice que no le pueden permitir votar a los catalanes como
hicieron los escoceses porque no lo admite la Constitución; lo que no
dicen es que puede pactarse -entre otros, con los catalanes- un cambio
de la Carta Magna. Y desde Barcelona se afea la conducta de Rajoy, frente al buen talante del igualmente conservador Cameron, porque no permite la consulta, sin reparar en las restricciones legales y sacando pecho con la Diada detrás.
Hablemos claro: salvo al final de la campaña escocesa, nadie temió por el resultado. Cameron fue más guai y se enrolló mejor que Rajoy porque cuando firmó con Salmond la convocatoria legal del referéndum del 18-S partía con una ventaja de 40 puntos, que al final se quedaron en 10. Rajoy
no abre la mano con el pretexto constitucional -fácilmente subsanable,
si se quiere- porque es sabedor del riesgo que corre: la marea
independentista catalana es más fuerte que la escocesa. Y más
interclasista. El problema, como reconoce incluso Albert Rivera,
es político, no es solo legal. La solución al problema catalán exige
respeto, aprecio -cariño, si se quiere- y dinero. Solo así podría
esperarse que algún día quienes gobiernan en Madrid y Barcelona sean
guais. Como Cameron y Salmond, quienes ya saben, por distintas razones, que el pacto no es peor que el secesionismo. ¿O no?
Fundador y editor de Mundiario, también es columnista de la agencia Europa Press. Tertuliano de TVG y Radio Galega, colabora en La Región. Dirigió Capital, Xornal y La Voz de Galicia. Ex director editorial de Grupo Zeta. Autor del libro Cómo salir de esta. Coeditor del Anuario del Foro Económico de Galicia.
Twitter: @J_L_Gomez
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