El 'no' al
independentismo en Escocia se conoció el mismo día en el que el Parlament
catalán aprobaba la ley de consultas con la que Artur Mas pretende celebrar 'legalmente'
su propio referéndum el día 9 de noviembre. Ajeno a los ecos, unánimemente
favorables, que el rechazo a la independencia de Escocia ha cosechado en el
mundo entero, el president de la Generalitat mantiene su rumbo hacia algo que
incluso sus asociados de Unió admiten que es bastante similar a un suicidio
político. Así que lo importante ahora es dilucidar los efectos del terremoto
generado por el voto escocés en la 'otra parte' del conflicto catalán,
es decir, en Madrid. Y todo indica que, aunque de modo prudente y hasta
timorato, el Gobierno de Mariano Rajoy está dispuesto a dar algunos tímidos
pasos. Sobre todo, porque ya son bastantes las voces que en la UE empiezan a
señalar sus paralelismos (y sus obvias diferencias) con el 'premier'
británico, Cameron.
Lo menos que puede decirse
del rumbo político del Gobierno español en las últimas semanas es que parece
algo errático: marcha atrás en la reforma del aborto -
dejando abierta la
puerta de la dimisión al titular de Justicia,
Alberto Ruiz-Gallardón-, marcha
atrás en los planes de reforma de la normativa electoral para que el alcalde
sea directamente el más votado. Muchos primeros ministros salieron el viernes a
la palestra para explicar sus reacciones ante un acontecimiento político de
primer orden a escala europea, como el referéndum escocés.
Mariano Rajoy se
conformó, como suele, con el vídeo. Plasma en lugar de afrontar las preguntas,
que tanto parecen aburrirle, de los periodistas. Nada de dar la cara.
Me encuentro entre quienes
piensan que
David Cameron ha hecho una buena labor: algunos le critican haber
permitido el referéndum. Yo discrepo: no había legalidad en contra y él creía
que un debate convenientemente conducido podría, junto con la tozuda realidad
de los intereses -bancos que amenazan con cambiar de sede, empresarios que
amenazan con cortar inversiones, las presiones de la propia UE--, llevar a la derrota
del 'si'. Incluso, dicen que se barajó en el 10 de Downing Street,
por más de diez puntos, como así fue. Pero donde Cameron ha dado muestras de
grandeza política ha sido en el momento de las reacciones tras el veredicto de
las urnas, que daba la razón a las tesis unionistas: fue generoso con el
derrotado y consecuente con la hora de cumplir sus promesas de más autonomía
para Escocia. Y dijo, y esto es lo que más me interesó, que se ha abierto una "oportunidad"
para que los ciudadanos sean gobernados de otra manera.
¿Han entendido Rajoy, Pedro
Sánchez y demás componentes de la 'clase política' (yo nunca la
llamaré, pese a que a veces estoy tentado, 'casta') el mensaje? De
momento, no hemos escuchado del secretario general del PSOE una explicación
convincente al hecho de que los socialistas catalanes votasen el viernes 'sí'
en el Parlament catalán a la ley de Consultas, que, como dijo el líder de
Ciudadanos, Albert Rivera, abre la puerta a los intentos secesionistas, cosa
que todos saben menos, al parecer, los dirigentes del PSC, comenzando por
Miquel Iceta. Espero que comprenda Sánchez que no basta con arriesgados -y
por otra parte bien diseñados-gestos mediáticos para convencer al cada
día más exigente, más confundido, más enfadado, electorado español.
En cuanto al PP, sus
dirigentes han recibido instrucciones, parece evidente, para tratar con
exquisita prudencia el 'tema escocés', o sea, dejémonos de
disquisiciones, el 'tema catalán'. Pero son bastantes las voces que
critican el 'dolce far niente' de Rajoy, que previsiblemente va a
afrontar la convocatoria del referéndum y el consiguiente recurso del Gobierno
ante el Tribunal Constitucional...
en China. Visita importante, sin duda, y
fijada con mucha antelación, pero altamente inoportuna en estos momentos en los
que conviene saber qué tiene que decir el jefe del Ejecutivo, el hombre que más
poder tiene en España para hacer y deshacer, pactar o no pactar, conversar o no
conversar, ceder algo o tirar de las riendas en todo. Estoy deseando escuchar a
Rajoy decir un día, aunque sea ante los enviados especiales a China, como Cameron
a los británicos, que se abre una oportunidad para gobernar a los ciudadanos
españoles de otro modo, no a base de aburrirlos con falta de participación y
parsimonia máximas.
Puede que el próximo Consejo
de Ministros extraordinario, para estudiar las reacciones a la convocatoria
formal, ley de Consultas en mano, del referéndum, tenga un carácter deliberante
además de ejecutivo. Y eso, aunque Rajoy acuda a la reunión con la maleta lista
para irse a Pekín. El mundo entero está ahora, tras el adiós de Salmond,
pendiente de lo que ocurra entre Madrid y Barcelona. Nos jugamos esta semana
algo más que la 'marca España'.
Y claro que la victoria tiene
un precio. Que se lo digan a David Cameron. Pero la derrota tiene un precio
mayor aún. Y, más que ambas, el caos. Y puede que, aún más que eso, tiene un
alto coste el 'laissez faire, laissez passer", actitud que en
política acaba siempre, siempre, pagándose.
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