martes 16 de septiembre de 2014, 08:53h
Sí, estamos sentados sobre una bomba, y no parecemos muy conscientes
de ello. En París 30 países han decidido unirse contra el peligro del Estado
Islámico y España se encoge. Se habla de las decapitaciones del EI, o de la
capitidisminuida Al Qaeda con sus voluntarios yihadistas y su probable regreso
a Europa, pero suele olvidarse el daño potencial que podría producir en el
Magreb, el Sahel y el Golfo de Guinea la extensión del yihadismo violento. La
teoría de las fichas de dominó, comprobada en Afganistán y las áreas tribales
de Pakistán, o en Líbano, Siria e Irak es extensible a Libia, Argelia, Túnez, Marruecos,
Mali, Mauritania y Nigeria entre otros países. Una parte de AQMI (Al Qaeda en
el Magreb Islámico) ya ha anunciado que se constituye en una nueva organización
llamada Soldados del Califato (Yund al Jilafa), y su líder, Goudir Abdelmalik,
le ha trasmitido su lealtad al líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Baghdadi.
Grupos afines al terrorismo yihadista como Ansar Dine, MUYAO (Movimiento
para la unicidad y la Yihad en África Occidental o Boko Haram pululan por el
norte de África dedicados al asesinato y el secuestro, y su influencia se nota
incluso entre los saharauis. Uno de los portavoces de MUYAO, Adnan Abu al Walid
Saharaui, murió en junio de 2013 en un combate con el ejército argelino, y un
año antes el ministro de Defensa de la República Árabe Saharaui Democrática
(RASD), Mohamed Lamin Buhali, reconocía la presencia de una docena larga de
saharauis en Al Qaeda y otros tantos con MUYAO. La radicalización islamista de
los jóvenes saharauis preocupa a las autoridades del Polisario, que dependen de
la protección del gobierno argelino, también enfrentado a los yihadistas.
La capacidad del Estado Islámico en Irak para controlar amplios
territorios y organizarse con estructuras estatales demuestra el potencial de
estas organizaciones oportunistas cuando encuentran estados fallidos donde
establecerse y medrar. Libia es actualmente uno de esos estados fallidos, y
allí los islamistas de Ansar al-Sharia controlan la segunda ciudad del país,
Bengasi, y gran parte del territorio, presionando para hacerse con el poder en
todo el país, fronterizo con Argelia, Túnez, Chad y Niger. La capacidad de
desestabilización de todo el territorio es una amenaza gravísima.
Y lo es por varias razones más allá de los atentados terroristas. El
Sahara Occidental y Marruecos son algunos de los productores más importantes
del mundo de fosfatos. La agricultura industrial de países como India o Brasil
depende de esos fertilizantes para mantener a sus crecientes poblaciones. Una
interrupción del suministro norteafricano por un conflicto yihadista provocaría
una crisis alimentaria; alzas de precios, desabastecimiento y violentas
agitaciones políticas en países especialmente vulnerables a ese problema, como
Venezuela o Argentina.
Otras necesidades afectan más directamente a España, que tiene una
dependencia energética del exterior del 73%, cuando la media de la UE es del 53
%. Aun peor; en el 2014 hemos llegado a consumir un 57% de gas argelino, aunque
la ley marque un máximo del 50% de dependencia de un único país suministrador.
La razón ha sido la crisis en Rusia y Ucrania, que ha hecho a los países del
norte europeo comprar gas en otros sitios limitando las opciones españolas. Una
interrupción del suministro de gas argelino precipitaría una crisis energética
y económica española devastadora.
No es menor el problema que representarían cientos de miles de
refugiados huyendo del fanatismo islamista y de los conflictos yihadistas en el
norte de África, mareas humanas asaltando las fronteras de Ceuta y Melilla o
tratando de cruzar el Estrecho en oleadas nunca vistas.
Frente a esos desafíos España, encuadrada en el marco de las
organizaciones internacionales, debe implicarse de manera activa en la lucha
contra el yihadismo violento y en el apoyo a los regímenes musulmanes moderados
del Magreb, Sahel y Golfo de Guinea. La presencia de militares españoles en
países africanos apoyando misiones contra la piratería o el terrorismo es cada
vez más frecuente, como el Destacamento Mamba en Libreville, Gabón, o la actual
misión EUTM Mali entrenando al ejército maliense. También se han presupuestado
los recursos para financiar un conjunto de acciones que potencien el desarrollo
económico de Mali. Ya habíamos avisado que sin el progreso de la economía se
agostarían las primaveras árabes y no arraigaría ninguna democracia. Ahora es
el momento de intervenir para salvaguardar lo que quede de paz y estabilidad en
esos países. Esas deben ser sus prioridades y las nuestras.
Hasta el mismo papa Francisco
ha afirmado que en la actualidad puede hablarse de una tercera Guerra Mundial
que se desarrolla "por partes" mediante "crímenes, masacres y
destrucciones", y España, esta vez, no puede permitirse el lujo de una
neutralidad encogida esperando que amaine el temporal sentada sobre una bomba.