Emilio Botín era, sin duda,
una de las personalidades más relevantes de España. El mito se remontaba a los
tiempos del franquismo, cuando los 'siete grandes' bancos controlaban, se
decía, lo que ocurría o no en el país. Luego, 'los siete' se convirtieron en
tres (tres y medio, si usted quiere), y los mitos, como
Escámez, como los
Valls, como
Pedro de Toledo o
Emilio Ybarra, se desvanecieron por unas razones
o por otras. Emilio Botín, saga de banqueros, cántabro por encima de todo -y los
cántabros tenemos motivos para llorarle--, fue el único superviviente, el único
que ligó la época del pasado con la que significó el reinado de
Juan Carlos I.
Tras la abdicación del Rey, ya apenas quedaba, como enlace con un pasado ya
remoto, el presidente del Banco Santander, el hombre que convirtió a esta
entidad en la primera de España y en una de las primeras de Europa, que paseó
su 'roja' particular por todo el mundo, que encarnó una buena porción, y muy
peculiar por cierto, de la 'marca España'. No ha vivido lo bastante como para
participar en la nueva era que se ha abierto ahora bajo el reinado de
Felipe
VI, aunque bien cierto es que intentó seguir al timón en el puente de mando de
tantas cosas.
Los tiempos no pueden ser los
que eran. Sospecho que Botín, por cierto gran innovador, lo sabía. Algo tiene
que cambiar para que la saga siga igual, pero el panorama bancario español ha
comenzado, supongo, una nueva transición. Hacia algo probablemente ni mejor ni
peor, pero diferente. Suceda a Don Emilio -así le llaman en 'su' banco-quien le
suceda, y no estoy seguro de que necesariamente tenga que ser su hija, que es
quien más suena en estos momentos, no podrá reinar en el mundo de la Banca como
lo ha hecho este gran profesional, casi un genio, de lo suyo.
Ahora, hablar de bancos más
solidarios, más cercanos a la gente, más participativos y que fomenten más la
pequeña y mediana empresa, es fácil. Pero seguramente, la gran conversión, que
sería la segunda, la que ya han afrontado otros sectores económicos, no será
tan sencilla. Pero pienso que habrá que hacerla: la Banca no puede ser un ente
aparte respecto del resto de las instituciones, de la ciudadanía. Sospecho que
Botín lo sabía, pero no era él, por su edad, por su historia, por sus
características, quien podía liderar esta nueva reconversión.
Ahí queda su obra. Quienes
hemos nacido en Santander y ya no vivimos allí, pero recorremos con ansia
nostálgica la ciudad cada vez que podemos, encontramos la huella de Botín casi
a cada paso, incluyendo ese -con perdón-algo faraónico Centro Botín frente a la
bahía. Pero, como sabe quien mínimamente ha viajado, esa huella del Santander
está en muchos puntos del mundo, de manera muy especial en América Latina.
La desaparición de los
grandes hombres, de quienes han tenido mucho poder o mucha influencia, siempre
deja un hueco -que por supuesto siempre acaba llenándose, de una forma u
otra--, pero también siempre deja un período de incertidumbre. Es inevitable
que ahora se abra uno de esos períodos. Botín deja una huella, también de
servicios, que alguien tendrá que seguir, aunque sea para marcar su propio
camino.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>