miércoles 20 de agosto de 2014, 08:02h
Me pongo en el lugar de un extranjero que, como ocurría con
los viajeros romáticos en el siglo XIX, le ha dado por recorrer la Andalucía
profunda. Pongamos por caso que soy un turista inglés despistado que ha leído a
Humbold, a Andersen o a Richard Ford y al que le han
hablado del inmenso bosque de olivos que cubre toda la provincia de Jaén, del
nacimiento del Guadalquivir en la Sierra de Cazorla y del reino nazarí que dejó
obras como la Alhambra granadina. Pongamos que me llamo Peter Brown y
que tengo cerca de cuarenta años, que viajo solo en mi coche y que chapurreo un
español para salir del paso aprendido en un curso por correspondencia. Tras
recorrer la sierra decide bajar a la campiña jiennense. Le han hablado de una
ciudad, no de un pueblo, sino de una ciudad situada sobre una colina rodeada de
cientos de miles de olivos en la que, le aseguran, nació el fundador del mítico
reino nazarí de Granada, Mohamed Ibn Yusuf Ibn Nasar, más conocido como Alhamar.
Según ha leído en Wikipedia en su tablet, es un municipio de algo más de seis
mil habitantes con algunos edificios singulares como el Ayuntamiento, las
iglesias de Santa María, San Juan, El Carmen y San Martín, la Cripta del Barón
de Velasco y un hermoso aljibe almohade. En la zona se han encontrado también
importantes restos de una necrópolis ibera, en la que se halló la llamada
"caja de los guerreros".
Es el día 19 de agosto y Peter, tras llegar a Andújar, coge el desvío hacia
Arjona de la que le separan unos escasos catorce kilómetros. Son las seis de la
tarde. El sol pega de lleno, implacable, sobre una tierra reseca cubierta casi
en su totalidad por el verde plateado de las hojas de los olivos. Ocho
kilómetros más adelante, nada más pasar un hermoso cortijo llamado El Ardón en
el que ve algunos caballos pastando, divisa por pimera vez Arjona recostada
sobre un otero. Esa primera impresión le gusta. Parece el típico pueblo andaluz
de gente simpática y llana en el que tiene decidido pasar unos días para
conocer de cerca un sitio diferente a los cásicos recorridos turísticos que
suelen hacer sus paisanos por Sevilla, Granada, Córdoba y la Costa del Sol y
que sirven sólo para reunir una colección de fotos en cualquier carpeta del
Ipad que después tendrán que sufrir sus amigos y familiares en una reunión en
un pub de Londres en torno a unas pintas de cerveza. A los pocos minutos, Peter
se topa con un extraño monumento de os seres extraterrestres con unas enormes
cabezas luchando entre sí. Bajo él aparece el nombre de Arjona. Lo cruza, pasa
la gasolinera y se detiene en un kiosco de un Paseo para informarse.
"Perdón, pregunta, ¿podrían decirme donde puedo encontrar un parking para
dejar el auto y un lugar donde cenar y dormir esta noche?" Un viejo se le
queda mirando con cara de poker y le comenta al vecino "¿Qué dice este de
parking y de hoteles? ¿Tú te has enterao de algo? Anda que no habla raro el
rubio, Mire usted, el coche, si puede, lo deja por aquí porque como entre en el
pueblo va a tener que dar más vueltas que una noria, Cenar, puede cenar en
cualquier bar del centro, en la Cafetería de Bonoso y Mateo, en Los Galleros,
en El Chuchi o en cualquier kiosco del paseo, Y en cuanto a dormir eso va a ser
más difícil porque el hotel más cercano es una casa rural que está a varios
kilómetros por la carretera de La Higuera". Siguiendo los consejos de los
paisanos, Peter deja el coche en el Paseo Nuevo y comienza a caminar por una
larga y estrecha calle jalonada por cabeceros de camas hasta llegar a una
pequeña plaza en cuyo centro se alza la estatua de una matrona romana sobre una
larga columna. Mira el letrero y lee Helvia Paulina, madre de Séneca. Justo al
lado un pequeño monolito con una especie de casco de bronce alude a dos nombres
impronunciables, Irtiltil y Eskatatetu, al parecer sendos principes iberos.S
queda impresionado por el legado cultural que encierra un pueblo tan pequeño.
Le gusta y decide dar una vuelta por sus calles encaminándose al Paseo Viejo.
La calle está llena de niños que van de un lado a otro portando melones vacíos
y labrados en cuyo interior hay clavada una vela. Pregunta y le dicen que el la
Fiesta de las Luminarias que recuerda los fuegos que aparecieron alrededor del
Alcázar señalando los lugares donde estaban enterrados los restos de San Bonoso
y San Maximiano así como otros mártires en 1628. Cae la noche y, desde el
Ayuntamiento, una larga procesión de niños, cada uno con su melón encendido se
encamina hacia Santa María. Es espectáculo le impresiona y los sigue por unas
empinadas cuestas hacia lo que supone que es el antiguo alcázar. Tras rodear
una muralla regularmente restaurada, se topa con un gentío que se agolpa en
unas escaleras para poder contemplar un muñeco vestido de romano que va a ser
quemado. Le cuentan que es Daciano, el gobernador que ordenó´el martirio y la
muerte de los Santos. No hace falta decir qué Santos porque aquí los únicos
Santos son San Bonoso y Maximiano cuyas figuras ha podido contemplar en la
iglesia de Santa María. Poco después, antes de medianoche, el monigote comienza
a arder y a explotar los petardos que lleva en su interior entre el entusiamado
aplauso del personal. Definitivamente este pueblo es especial. Unos jóvenes se
le acercan y le dicen que esto no es nada comparado con lo que puede ver el día
21. Con la emoción que va a sentir cuando le echen las banderas durante la
procesión.
La experiencia del primer día ha sido excelente y las tapas, flamenquines,
conejo, sol y sombra, mejillones rellenos, criadillas y un largo etcétera,
que le ha puesto en los diversos bares a los que ha acudido, también. El
ambiente, la simpatía de los arjoneros, la acogida que le han dado al no
dejarle pagar en ningún sitio, merece la pena que haga una parada más larga de
lo habitual. A eso de las dos de la madrugada se sube a su coche y vuelve a
Andújar donde le han recomendado un hotel para pasar la noche, Del Val. Ha
prometido volver el día 21. Ya les contaré.