¿Se desbloquea el conflicto
catalán? La verdad es que no quisiera ser demasiado optimista, pero hay datos
para pensar que, efectivamente, algo se mueve. Incluso, siendo acaso demasiado
indulgente conmigo mismo, me podría permitir un momento de optimismo, si no
fuese porque ya sé que la irracionalidad y la torpeza son, como la pereza, la tozudez
o la falta de generosidad, elementos claves del error y, por tanto, factores
que también contribuyen a mover el mundo. Largo preámbulo, lo sé, para decir
que aún me tolero expectativas ante la próxima --¿inminente?-reunión entre
el presidente del Gobierno central,
Mariano Rajoy, y el molt honorable
president de la Generalitat,
Artur Mas. Al menos, me digo a mí mismo, van a
verse cara a cara, superadas las pequeñas bobadas acerca de quién debería
llamar primero al otro y cosas semejantes.
Hace algunos días, un
dirigente del PP nos advertía a otro colega -
Federico Quevedo, con quien
mantengo un 'confidencial' radiofónico-y a mí acerca de una
oferta que 'alguien' desde Barcelona enviaba a 'alguien'
en Madrid. Esa oferta se plasma, al parecer, en una carta remitida por Artur
Mas a La Moncloa, según la cual podrían modificarse la fecha y hasta la
pregunta del referéndum previsto para el 9 de noviembre si el Gobierno central
se compromete a permitir que una consulta --¿cuál? Ese es el 'quid'
de la negociación que quiere la Generalitat- tenga lugar, sin plantear
una suspensión de la misma mediante un recurso de inconstitucionalidad.
Pues eso: que, como mínimo,
ambas partes, tan absolutamente enfrentadas, han abierto el portillo de una
conversación que, en mi opinión, no debe interrumpirse hasta haber llegado a un
acuerdo que despeje el horizonte. Obviamente, el Estado central no puede ceder
en lo innegociable, pero ¿dónde está la frontera de lo innegociables? ¿Cómo
lograr que Artur Mas pueda presentarse ante su electorado como al menos un
conseguidor de beneficios fiscales para Cataluña, sin perder del todo la cara y
dando la sensación de que ha salvado los muebles? ¿Cómo hacer para que Rajoy
deje de dar la sensación de inmovilismo, de escasa comprensión por los temas
catalanes y de falta de flexibilidad que muchos ahora le achacan?
El acuerdo es importante,
porque, como se demuestra a través de los manifiestos y comunicados que estos
días han saltado a las páginas de los periódicos, la sociedad civil está
comenzando a dividirse muy seriamente por culpa de la 'cuestión catalana'.
Y, así, mientras unos, muy legítimamente, piden algo que, para simplificar,
podríamos resumir como 'mano dura', otros, también desde fuera de Cataluña,
solicitan una solución federal para el problema territorial que Cataluña plantea,
federalismo que, a priori', no es bien aceptado ni en Cataluña ni en
Euskadi. Es decir, estamos como con el PP y el PSOE, al menos hasta ahora: dos
recetas contrapuestas, ambas insuficientes, para un mismo problema.
Las negociaciones más
inteligentes son las que admiten porcentajes de cesiones (y logros) para todas
las partes. Y las negociaciones que siempre fracasan son las que se basan en la
dureza, en la inflexibilidad, en mantener por encima de cualquier otra
consideración la letra de la legalidad vigente, y no su espíritu, que siempre
es interpretable.
Y sí, desde luego que estoy
diciendo que no se puede tirar la Constitución a la cabeza de quienes quieren
modificarla, reinterpretarla o incluso cambiarla. Y para mí, el bien supremo,
que es el de la unidad del territorio español, pasa por el intento de que todos
los que habitan en ese territorio se sientan al menos razonablemente cómodos en
él. Olvidar que el nacionalismo es un estado de espíritu y, por tanto, como
todo lo anteriormente citado, también otro elemento motor de la humanidad,
sería un enorme error, que no nos podemos permitir. Perder la oportunidad de
que Artur Mas se convierta, de alguna manera, en 'nuestro' Artur
Mas -y sé que ello es aún, no durante mucho más tiempo, posible--, sería
suicida.
Creo que la primera oferta
lanzada desde Cataluña, esa alteración, no concretada, en la pregunta del
referéndum a cambio de que se permita realizarlo, es inviable, pero
interesante. Porque abre un camino donde, hasta ahora, nos encontrábamos con
una pared de cemento. No comparto del todo los términos de ninguno de los dos
manifiestos suscritos por personalidades más o menos conocidas en los últimos
días. Creo que hay que buscar soluciones inéditas, más allá de encerrarse en la
literalidad de los textos legales o en una solución federalista pura, que no
sería aceptada por ninguna de las dos nacionalidades históricas con conflicto
de identidad. Y sí, claro que hay, en mi opinión -ya sé que no es la de
todos--, que hacer algunas concesiones fiscales, políticas y sociales 'a
los catalanes', de la misma manera que a esos 'catalanes' hay
que pedirles un esfuerzo de integración y de acatamiento a la legalidad. Como
hay que solicitar una reflexión extra a las restantes autonomías, que,
lógicamente, se sentirán agraviadas en términos comparativos.
Sé que la cuadratura de los
círculos es muy complicado, desde luego. Pero todo ello es posible,
precisamente ahora, en medio del 'tsunami' político en el que nos
hallamos, en el que han irrumpido en escena incluso un nuevo jefe del Estado,
un nuevo líder de la oposición -que, por cierto, a mi juicio se ha
estrenado mal en lo referente a la política europea--...y ¿un nuevo
espíritu en el diálogo entre Cataluña y el resto de España, algo que va mucho
más allá de un encuentro entre el representante de la Generalitat y el del
Gobierno central? Estamos ante una oportunidad histórica de sobrellevar, ya que
no solucionar definitivamente, un conflicto que angustia a muchos ciudadanos,
que hace que desde fuera se nos mire con aprensión y que, simplemente, ya no
puede mantenerse más.
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