España amanece
con un Rey nuevo,
Felipe VI. Una nueva generación llega a la Jefatura del
Estado estrenando el método de la abdicación de
Juan Carlos I. No tenemos
ninguna de duda del éxito del reinado del hijo que tendrá que hacerse un hueco
en la historia creando su propia personalidad y forma de ejercer su
responsabilidad, como tampoco de los
logros de 39 años del padre que hemos rememorado durante estos días, desde el
anuncio de la abdicación. El mayor reto al que se enfrenta Felipe VI es
recuperar buena parte de la imagen perdida por el caso
Urdangarin que no debe
condicionar sus pasos firmes en el trono. Los tribunales están en la recta
final, parece y de una vez por todas, de un proceso que debe esclarecer
cualquier comportamiento delictivo y castigarlo como si se tratara de cualquier
ciudadano español. Tampoco debe sufrir penalizaciones añadidas por ser de la
familia real. Pero una cuestión está clara, debe ser el principio de una manera
rotunda de acabar con las tentaciones de comportamientos ilícitos a la sombra
del poder. Y esto no se refiere únicamente al cuñado del nuevo Rey, implica muy
directamente a toda la clase política que debe zanjar sin medias tintas
cualquier caso de corrupción y penalizar duramente acciones que traicionen la
confianza de los ciudadanos en sus representantes. Hay que acabar con el "y tú
más" para empezar a limpiar a fondo una vida política que necesita urgentemente
de una regeneración para que buena parte de los españoles vuelva a confiar en
aquellos que, principalmente, por vocación o por interés deciden dedicarse a la
política que sirve para solucionar los problemas de los ciudadanos. Hacemos
esta disquisición porque la llegada al trono de Felipe VI coincide con una
situación política nueva, con el bipartidismo cuestionado por los resultados de
las últimas elecciones donde opciones poco claras han conseguido un apoyo
considerable. Y va a ser inevitable que la valoración que pueda ir logrando el
nuevo monarca dependa en alguna medida de la percepción que tenga la gente sobre
la acción política y de los políticos en cuanto a cuestiones tan trascendentes
como la crisis de Cataluña y del modelo autonómico, la
lucha contra la corrupción y la necesidad de acabar cuanto antes con los
millones de parados que suponen el desafío inmediato, urgente e ineludible de
cualquier acción de gobierno y de oposición, sea en el ámbito nacional,
autonómico o local.
Hay que definir
y asumir las competencias que la Constitución confiere al Rey porque se pueden
crear falsas expectativas en cuanto a lo que Felipe VI debe hacer y
representar. Sin duda que la labor de mediación y arbitraje que prevé la
Constitución va a ser ejercida por un Rey que está muy bien preparado,
comprometido con su destino histórico y es consciente de la enorme
responsabilidad que asume en su condición de nuevo Jefe del Estado español, que
ya en sí engendra unos retos muy complicados, y por suceder a una figura como
su padre que ha realizado un trabajo excepcional para la democracia en España.
La sombra del padre puede ser alargada pero ya hemos visto detalles muy
significativos de que la decisión de retirada de la primera línea política es
definitiva. La cesión de la silla a su hijo, justo después de firmar su
abdicación es un gesto claro de D. Juan Carlos de transmitir a todos que ahora
el Rey es Felipe VI y debe ocupar la silla que le corresponde y asumir todas
las responsabilidades con un estilo propio. Mucho se ha hablado de las virtudes
y defectos de uno y otro, con formas de actuar muy distintas. Desde la
campechanía del padre a la seriedad del hijo. Felipe VI lleva muchos años
demostrando una forma de ser y de comportarse ejemplar, ha buscado el contacto
y la opinión de miles de españoles, tanto en su despacho como en sus viajes por
todos los rincones de España, sobre todo por Cataluña y el País Vasco, y ha
consolidado una imagen internacional con sus viajes a las tomas de posesión de
los mandatarios de América Latina y a otros lugares del mundo que le sitúan en
una buena posición. Tiene el reto de seguir siendo el mejor embajador de España
y de los intereses de todos, sobre todo de los empresarios que buscan nuevas
actividades económicas fuera de nuestras fronteras, como ha hecho de una manera
excelente su padre.
Al lado de
Felipe VI está su esposa,
Letizia Ortiz. Una profesional de la comunicación que
ya se ha convertido en la Reina de España con mucho esfuerzo, trabajo y
aprendizaje de unas maneras y costumbres nada sencillas. Su figura acerca la
Monarquía a la ciudadanía, pero, ahora más que nunca, esperamos evitar cualquier
polémica provocada en la mayoría de las ocasiones por la voracidad sin
escrúpulos de ganar audiencia a cualquier precio. Muchos ojos van a estar
pendientes de Doña Letizia como Reina de España y apoyo fundamental de Felipe
VI como
Doña Sofía lo ha sido de Don Juan Carlos.
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Especial: Proclamación Felipe VI