Estamos en un momento de
aceleración histórica y quienes deberían encarnar el futuro guardan un silencio
del pasado. Me refiero esta vez, en concreto, a los candidatos ya no sé si a
ocupar la secretaría general del PSOE, o la cabecera de la lista para aspirar a
La Moncloa o un digno y brillante, aunque no tan relumbrante, segundo lugar en
otra lista con mayores probabilidades de éxito. Es el caso que ha estallado la
polémica Monarquía-República, si es que polémica puede ser llamada, y los
aspirantes a convertirse en líder de la oposición,
Eduardo Madina, Carme
Chacón, Pedro Sánchez y, en menor medida,
Susana Díaz -que algo sí ha dicho,
aunque poco--, han preferido pasar como de puntillas sobre el asunto. Como
sobre otras cuestiones polémicas.
Y digo yo que acaso el
ciudadano, sea sensible a ideas centroziquierdistas, abiertamente de
izquierdas, centroderechistas o definitivamente de derechas, por hablar en
términos convencionales, tiene derecho a saber qué opina todo aquel que aspira
a representarle. Y, entes de decantarme por uno u otro, si es que al final
puedo hacerlo, me gustaría saber qué piensa cada cual: ¿qué reformas hay que
hacer en la Constitución? ¿Qué medidas para corregir desdigualdades en la
economía? ¿Hasta dónde un trato de favor a Cataluña, o nada de trato de
favor?¿Apoyará al futuro
Felipe VI o hay que ponerse de perfil, dado el pasado
republicano del partido de
Pablo Iglesias -el fundador del PSOE, digo--? Y, ya
que estamos, me encantaría conocer el pensamiento profundo de Chacón, Madina,
Sánchez, Díaz y otros que pudieran surgir acerca de cómo profundizar en la democracia
que tenemos, que buena falta va haciendo, qué reformas legales hay que
introducir para abrir los partidos y los sindicatos, y las patronales, a la
sociedad y ese largo etcétera que tantas veces repetimos y jamás nadie coge por
los cuernos; 'regeneración', se llama el conjunto.
Hasta ahora, a los candidatos,
cuando han accedido a hablarnos, les hemos escuchado evasivas, que lo están
pensando, que lo que quieren es que voten todos los militantes, que Rubalcaba
lo ha hecho mal, o regular, o bien. Pero no nos han hablado (suficientemente)
de política, ni de economía, ni de la situación de España en el mundo. Ni del
mundo, en general.
Confío en que en los próximos
días hablen claro: si van a no a concurrir y en qué condiciones y que harán por
el país, antes de que qué puede hacer el país por ellos. Nada les debemos, al
menos nada les debemos aún y, en estas condiciones, me veo obligado a decir que
el dimitido
Rubalcaba parecía el mejor de todos, mientras nadie rompa su
silencio y me demuestre -que alguna vez Susana Díaz estuvo a punto-lo
contrario. A este paso, que no cuenten conmigo; no soy militante, ni, desde
luego, lo seré. Ni veo a nadie tan atractivo en este elenco como para dar dos
euros por meter una papeleta y votar a alguno de ellos como el mejor para
encabezar una formación histórica que tanto tiene que hacer, debería hacer, por
España. Y, por cierto, un día de estos les hablaré del silencio pertinaz de los
cachorros, de esas Juventudes Socialistas incapaces de explicar a la sociedad por
dónde caminan, no vaya a ser que se enfaden sus mayores. Madre mía...
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