Contemplar la comparecencia
televisiva 'a seis' de cara a las elecciones europeas produce tal desánimo que
no me extraña que muchos electores estén pensando dejar de serlo, al menos este
próximo domingo. Primero, la gente no entiende que, en una comparecencia
televisiva de seis candidatos, dos representen las posiciones nacionalistas
catalanas, y acaparen buena parte del educadísimo -tan educadísimo que
resultaba melifluo-encuentro entre los 'números dos' de los principales
partidos nacionales y los 'uno' de Izquierda Unida, UPyD, Convergencia y
Esquerra. Digo 'encuentro', que no debate, porque de eso no hubo en el
espectáculo -vamos a llamarlo así, por piedad-de la noche del lunes. Cada cual
soltaba, sucesivamente, el monólogo que traía preparado, sin molestarse en
replicar, aunque solamente fuese por educación, a quien le había precedido en
el uso de la palabra. Yo no apagué el televisor porque vivo de comentar estas
cosas, pero reconozco que ganas de cambiar de canal, y hasta de ir a parar a
alguna tertulia, no me faltaron.
No fue la falta de propuestas
lo que más me inquietó. Ni siquiera la constatación de que Europa es, para
nuestras formaciones, un conjunto de tópicos nada atractivo. Lo que
verdaderamente me preocupa es constatar la imposibilidad de cualquier
coincidencia entre los candidatos 'nacionales' y los catalanes, que formaban,
Tremosa y
Terricabras, un claro frente común. Cataluña se nos ha convertido en
el gran problema nacional y hasta europeo: lo más destacable que ha dicho
Mariano Rajoy en sus mítines -este lunes le seguí a Sevilla: lo de siempre-ha
sido que nada lamentable ocurrirá en Cataluña. Lo más notorio en los mítines de
Elena Valenciano será cuando, este miércoles, el primer ministro francés, el
'catalán'
Manuel Valls, acuda a Barcelona a apoyar su acto: ¿qué dirá sobre las
pretensiones secesionistas de
Mas?
Así hemos entrado en los días
finales, cuando la absurda prohibición de publicar ya sondeos nos impide hasta
tratar de adivinar quién va a ganar estas euroelecciones, que más parecen
catalano-elecciones. Casi ni me atrevo a bucear en las posibilidades de una
elevada abstención, no vaya a ser que una junta electoral especialmente severa
-al menos en esto, que no en otras cosas, como el absurdo del debate sobre el
machismo o el aborto-haga caer sobre mí el peso de su rigor. Lo siento, pero en
mi bloc de campaña no encuentro sino banalidades -anda que sacar en el debate
'a seis' aquel tweet de
Valenciano sobre el rostro de
Ribery...-, errores,
repeticiones, herencias, tópicos. Es el reflejo del estado en el que se
hallan toda una clase política, mediática, institucional y, seguramente, la
propia sociedad civil. Y, sin embargo, mi obligación, así lo siento, es
insistir en que el domingo, dentro de cuatro días, con la resaca del partido
lisboeta a cuestas, desafiando al sol primaveral, hay que votar. Ya sé, ya, que
se lo pongo a usted difícil, porque comparto esa misma sensación que usted
tiene, especialmente si tuvo usted la paciencia de ver ese 'debate a seis':
votar ¿qué?¿Qué diablos es lo que vamos a votar?
- Especial: '
España, un país en elecciones'
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