A MI MUJER TAMBIEN LE GUSTAN LOS COCHES
viernes 09 de mayo de 2014, 13:31h
No es común compartir con tu
mujer la afición a los coches. Coincidimos además en otras mil cosas, tengo esa
suerte (gracias a eso nuestro matrimonio lleva 33 años funcionando).
Hace unos años se compró una
ranchera japonesa mucho más grande que sus necesidades personales. La razón que
arguyó era que vendría bien para llevar y traer a nuestros nietos, con los
carritos y capazos incluidos. Siete años después no solo no tenemos nietos sino
que nuestras hijas solo se dedican a trabajar y parece que no tienen ni pareja.
Yo tengo una berlina alemana - de
Múnich para ser exactos. Con muchos caballos y alta tecnología. No sé cuantos
kilómetros por hora alcanza, porque normalmente, nunca paso de 125. Y es una
pena porque hay autopistas y autovías en España que permitirían ir a altas
velocidades. Y es que además del respeto al medio ambiente al emitir menos
contaminantes, soy muy respetuoso con mi cartera (por las multas).
Me aburro soberanamente cuando
voy por esas autopistas castellanas (buenas -las últimas- bonitas -la castilla
de Ortega- y baratas -muy llana la orografía) pongo en automático el
controlador y ¡que trabaje Ruton¡. A veces me dan ganas de bajarme del
coche en marcha y seguramente me daría tiempo para llegar antes que él a un bar
de carretera, tomarme una cervecita -perdón una coca cola zero- y
esperarle.
No entiendo la obsesión de los
íberos -en Portugal también tienen unas autopistas maravillosas- de limitar la
velocidad en las carreteras a 120 Kilómetros hora. Es posible que sea por disminuir el consumo
de combustible (somos muy dependientes energéticamente) o por el medio ambiente
(dios pagano que cada vez adoramos mas; todo se hace por el medio ambiente) o
por los víctimas que se puedan ocasionar. No dramaticemos y volvamos a mi
afición a los coches.
Soy hijo de la postguerra (No
había ni llegado el gobierno tecnocrático del Opus Dei) y como casi todas las
familias castellanas, numerosas no, numerosísimas. En total 8 hermanos.
En Dueñas, mi padre tenía un
negocio que dependía de almacenes de repuestos; no existían medios de
comunicación a pesar de la corta distancia que había entre Palencia y
Valladolid. Por lo tanto necesitaba un vehículo para moverse. Mi infancia y
juventud son recuerdos de un patio de mi casa de Dueñas y mi padre conduciendo
muchos coches. Aunque anteriormente tuvo alguno más que no conocí recuerdo un
Morris Van de 5 CV un Seat 1400 B mercurio (se llamaba así al parecer porque
fue el primer coche de serie en el que el cuenta kilómetros era una barra de
mercurio como los termómetros). Después vinieron los Seat 850 (recuerdo que le
compró pequeño para que sus niña mayor pudiera conducirlo, creando un conflicto
familiar de mucho calado) otro Seat 1430 y posteriormente y Renault 12. Y sin
olvidar la joya de la corona, un tractor John Deere -con reductora y marcha
atrás- que utilizaban en mi casa para las labores agrícolas que teníamos. ¡Cómo
no me van a gustar los coches!
Ya en los estertores de la
dictadura de franco, yo estudiaba en Madrid; concretamente cuarto de carrera y
estaba envuelto-en aquella época- en un marasmo de coches que subían y bajaban
desde la ciudad universitaria a Cuatro Caminos y Moncloa. Yo en el autobús, el
G y el H creo. No lo podía aguantar. Sin embargo con mi economía no me podía
permitir tener coche, estaba estudiando fuera de casa y con beca y con otros 7
hermanos.
Sin embargo, un golpe de suerte hizo que con un pequeño apoyo
familiar me comprase un Citroën 2CV de "muchas" manos por supuesto. ¡Qué lujo!.
Corría más que el tractor. Quien se acuerde de él comprobará la alta tecnología
que tenía ese coche. Freno, embrague, tres
marchas, 4 ruedas, las ventanas se plegaban y tenía 9 CV. Los que somos de
castilla no echamos en falta navegar, pero a quien le gustasen los barcos lo
podía suplir también con el coche. ¡Qué suspensión¡. Solo tenía un defecto
cuando el viento arreciaba -que no es difícil en estas tierras castellanas
temidas también por los ciclistas- pasar de los 60-70 km/hora era un triunfo.
Eso sí, era más rápido que el John Deere.
A pesar de los pesares, y como es
natural, disfrutaba de lo lindo con "mi" coche. Dije antes que solo tenía un
defecto. Me equivoque; dos. Tenía la maldita costumbre de utilizar gasolina.
50, 70, 100 pesetas de gasolina por favor. Y así fui el más feliz de mi pueblo;
o de los más felices.
¡Cuánto ha cambiado el sector del
automóvil desde ese año 1974 al día de hoy! Casi
40 años de progreso buscando confort, seguridad, calidad, ahorro,
representación, deporte, competición y por supuesto progreso.
Es obvio que el automóvil tiene
que cambiar de la misma forma que lo hace la sociedad. No se sabe si el futuro
sea la electricidad, el aire a presión, el agua, o evolucionarán más los coches
de gasolina. Tampoco sé si se construirán coches de conducción asistida y
autopistas inteligentes. Pero lo que sí es cierto es que este mundo debe
evolucionar, y no me cabe la menor duda de que
los medios de comunicación deben ser catalizadores de esos cambios. Nuestro
periódico "EL MOTOR" DE DIARIO CRÍTICO no puede abstenerse de ese reto y
consecuentemente se esforzará en apoyarlo.
Ángel Caballero