viernes 04 de abril de 2014, 10:27h
Cada vez más la
ciudadanía, indignada o no, empieza a hartarse de lo que hemos dado en llamar
"antisistemas" y sobre los que hay noticias siempre contradictorias. ¿Quiénes
son y cómo se organizan? ¿Por qué a estas alturas siguen actuando por libre y
con una cierta impunidad jurídica en
cualquier manifestación haciendo que degenere en una batalla campal? ¿Qué
pretenden exactamente? ¿Quiénes son sus líderes y cuales sus ideas? ¿Por qué
una cierta izquierda -no toda ni mucho menos- tolera, minimiza y hasta culpa a
la policía frente a las actuaciones de estos grupos?
No puede ser que
se llegue ni siquiera a cuestionar el derecho de manifestación de una sociedad en crisis por culpa de unos
grupos, se supone que minoritarios, que van a terminar indignando hasta a la
mayoría de los más indignados; no puede ser que si yo quiere defender la
sanidad pública en la calle o manifestar mi descontento contra cualquier
decisión del Gobierno y hasta acercarme a Cibeles o Neptuno si mi equipo gana
la liga, me quede en casa acoquinado porque ya se sabe que el final va a ser
violento, que se van a quemar contenedores, romper escaparates y actuar de una
forma que nada tiene que ver ni con mi forma de entender la vida ni con mi
propia indignación o celebración. Esto
habrá que atajarlo de alguna forma y las ideas que se han barajado hasta ahora
no parecen las mejores: ni se puede responsabilizar a los convocantes de lo que ocurra, ni se debe delimitar un
lugar para las manifestaciones ni, mucho menos, pueden los responsables de
Interior ceder ante las presiones hasta el extremo de poner en peligro a los
cuerpos y fuerzas de seguridad que actúan en defensa de todos ejerciendo contra
la ilegítima violencia cada vez más extrema de estos grupos, la violencia
legítima que en democracia los ciudadanos todos les confieren para defender el
orden.
Por eso llaman la
atención algunas declaraciones que se están haciendo ante la Justicia tras bloqueo al Parlament de Cataluña
el 15 de junio de 2011. El presidente Mas, al menos, ha dicho que estaba preocupado por la imagen
de la "realidad catalana y de sus instituciones" para
luego añadir que recurrió a un medio "excepcional" como el
helicóptero ante la "violencia" y la "coacción" de los
manifestantes para lograr acceder a la Cámara. Pues bien, otros diputados no
han sido tan sinceros y a pesar de ser vapuleados, escupidos, insultados y
humillados por los manifestantes, han tratado de minimizar el asunto como si la
cosa hubiera sido una chiquillada sin importancia, como cuando Arzalluz hablaba
de "estos chicos..." refiriéndose a aquellos casi adolescentes de la kale borroka
y que nutrieron después la nómina de la banda terrorista ETA.
Lo de los
antisistemas empieza a ser realmente preocupante y aun más preocupante que muchos personajes
mediáticos e -insisto- un cierto sector de la izquierda, los tolere o
justifique con argumentos peregrinos. Cuando se les pregunta que piensan de esa
violencia callejera, contestan que violencia son los desahucios, los recortes
etc. Hay que ser más serio. Si hablamos de una cosa, hablamos de eso y tiempo
ha habido y habrá para hablar de otras. Lo que no vale -y al final se volverá
contra ellos mismos- es ver sólo las posibles injusticias de una crisis y no
querer ver el adoquín en la boca de un policía mal pagado o la petición para
que vuelva el GRAPO a matar a unos cuantos.