viernes 21 de marzo de 2014, 10:27h
A
Iñaki Azkuna le conocí como consecuencia de que Arzalluz quiso
nominarlo para ser elegido diputado en Madrid y llevar adelante la ley
de sanidad. Él prefirió la administración y de ahí surge su brillante
gestión en Osakidetza y posteriormente le vimos como consejero de
Sanidad tras haber pasado por la Secretaría General de la presidencia en
Ajuria Enea. En esos años viajamos a Dublín a un congreso de la
Democracia Cristiana y él con Arzalluz y Ardanza fueron en un avioncito
privado que les dio más de un susto. Aquel viaje fue motivo de
comentario siempre que nos veíamos.
Ya de alcalde le comenté cómo se iba a
conmemorar un aniversario más del nacimiento en el Casco Viejo de Bilbao
del primer Lehendakari, José Antonio de Aguirre y que esta personalidad
clave del nacionalismo y de la ciudadanía no tenía un busto, ni una
estatua, ni nada, en su ciudad natal. Cogió la copla enseguida y me dijo
que averiguara quien era el mejor escultor realista y le encargó a
Javier Riaño de Bilbo Art que coordinara la edición de un libro con
fotografías y textos dedicados al Lehendakari. Dicho y hecho.
Al poco le llamé y le dije que me habían
dicho que el artista adecuado era Francisco López que terminaba esos
días unos bajorrelieves de la catedral de San Francisco. Contactamos con
él y fruto de aquella apuesta está Aguirre en la boca calle de Ercilla
frente a la Plaza Elíptica y al lado del hotel Carlton donde estuvo la
presidencia de aquel gobierno. Al poco se presentó el libro, que es una
joya, con las fotografías de Aguirre.
También le planteé en su día la edición
de un libro con las Memorias del alcalde Erkoreka y con las del
republicano Luis Aranguren que inmediatamente fueron editadas. Era muy
receptivo a este tipo de iniciativas.
En la hora de la muerte de Azkuna
recupero el testimonio que escribió en relación al Lehendakari donde
plasmó su visión de aquel político vasco y de su relación familiar con
el mundo de Aguirre.
Este es mi homenaje a Azkuna en la hora del Agur.
Prólogo
Siempre he tenido un profundo respeto
por la figura del Lehendakari Agirre. Me lo inculcaron mis padres, desde
la infancia. Escuché una y mil veces historias de época, del
nacionalismo, de algún Aberri Eguna prohibido, de la guerra y de la
postguerra. En ellas, el Lehendakari Agirre siempre salía airoso en todo
tiempo y lugar. Había veneración en mi casa por este hombre que fue
jugador del Athletic, Alcalde de Getxo y Lehendakari del primer Gobierno
de Euskadi.
Mi padre se fue voluntario al frente,
encuadrándole en el batallón Kirikiño. Estuvo en el Intxorta con el
comandante Beldarrain. Cuando Bilbao vivía sus últimas horas frente a
los fasciosos, con Leizaola manteniendo el orden y evitando que se
dinamitara la Universidad de Deusto, tres batallones -refiere George
Steer- la flor de la infantería vasca, "fueron enviados para realizar el
supremo esfuerzo, ascendiendo las laderas del monte Archanda. En la
historia del sacrificio de la sangre humana en aras de la democracia,
los nombres del Kirikiño, Itxasalde e Itxarkundia vivirán para siempre".
Luego, el repliegue hasta Santoña, la
cárcel y el batallón de trabajadores. Y la que sería mi futura madre, en
el exilio, en Angouleme. Mi padre me contaba que conoció España de
cárcel en cárcel. Cuando me visitaba en mi época de estudiante en
Salamanca, solía desplazarse a Peñaranda de Bracamente. Era su
"universidad", donde estuvo en el batallón de trabajadores y aprendió
los rigores de la vida. Yo mismo conocí a un viejo anarquista aragonés
con quien mi padre hizo amistad en la cárcel de Torrero, en Zaragoza.
He contado esto porque fue lo habitual
para miles de vascos. Otros tuvieron menos suerte y fueron fusilados o
sufrieron el exilio.
Todo ello lo sabía el Lehendakari. Sabía
lo que le iba a pasar a su pueblo, derrotado y humillado por defender
la legalidad republicana, por defender la libertad de Euskadi. Observen
las diferentes fotografías del Lehendakari que recoge el libro. Verán la
evolución de la cara de aquel hombre optimista, llena de sufrimiento y
de pesar por la suerte de su pueblo, sojuzgado durante décadas por el
dictador que aniquiló la República.
Agirre era hijo de una familia
acomodada. Huérfano de padre desde muy joven y el mayor de una familia
numerosa, tuvo que hacer frente a la nueva situación. Buen deportista,
llegó a jugar en el Athletic, pero pronto cambió de oficio para
dedicarse a la política. Militante del Partido Nacionalista Vasco, formó
parte de una nueva generación de ilustres notables, junto a Leizaola,
Irujo, Ajuriaguerra y Landaburu. Para mí, después de la gran escisión
del Partido y la reunificación en la Asamblea de Bergara, esta
generación le dio consistencia poniendo de manifiesto un sentido
humanista, una preocupación por los más desfavorecidos y por la justicia
social dentro de su amor por Euskadi. Pero con el tiempo demostrarían
también su visión internacional y, en concreto, su pertenencia y apoyo a
la construcción europea. No se entienden los movimientos europeos y la
militancia en la democracia cristiana europea sin el concurso de esta
generación nacionalista. Ahora, que aparece tanto oportunista, hay que
recordarles a aquellos como europeístas de la primera hora.
Pero la figura del Lehendakari se
agiganta en la consecución del Estatuto, en el camino amargo que
tuvieron que soportar aquellos hombres y mujeres del PNV durante la
instauración de la República. Primero, con las derechas, y luego, con
las izquierdas hasta que, declarada la guerra civil, tras el golpe de
Estado que llevó el poder al General Franco, se proclama el Estatuto en
octubre de 1936, siendo elegido José Antonio de Agirre primer
Lehendakari en un gobierno de concentración formado por nacionalistas,
socialistas, republicanos y comunistas. Agirre aunó voluntades y fue el
Lehendakari de todos los vascos.
La guerra fue implacable y, a pesar del
esfuerzo y la sangre derramada por el Ejército Vasco, el Eusko
Gudaroztea, el Lehendakari y su Gobierno salieron hacia un exilio del
que nunca regresaría a su tierra vasca.
Agirre era bilbaíno. Nació en el Casco
Viejo y fue bautizado en los Santos Juanes. Fue Alcalde de Getxo,
Diputado a Cortes y Lehendakari. El primer y único lehendakari bilbaíno
del Gobierno de Euskadi.
Como lehendakari vivió con su pueblo los
avatares y el horror de la guerra, luchando en defensa de la República,
legal y democráticamente constituida y por la libertad y la
construcción nacional de Euskadi. Como Alcalde fue uno de los impulsores
de una activa lucha municipal en pos del Estatuto.
Este libro, editado por el Ayuntamiento
de la villa que le vio nacer, quiere honrar la memoria de aquel
Lehendakari impulsor del Estatuto de Autonomía, respetuoso con sus
adversarios, que afrontó una cruel guerra desigual contra un enemigo
superior, que sufrió con una enorme dignidad el exilio y que, al mismo
tiempo, nos legó su amor por nuestro País y por el euskera, su honda
preocupación social, su vocación universal, el respeto a las personas de
cualquier condición. Honrar al Lehendakari y a dos Consejeros de su
Gobierno, al socialista Santiago Aznar y al republicano Alfredo Espinosa
Orive, que fueron Concejales en el Ayuntamiento de Bilbao, el último de
ellos fusilado por los fasciosos en plena guerra.
Yo animo al lector a introducirse en
aquel personaje carismático, en el hombre que llevó su vasquidad hasta
su muerte allá en París, viajando sus restos hasta su tierra vasca de
San Juan de Luz (Donibane Lohitzun) donde reposan.
Y termino aclarando que este libro no
podría haberse editado sin la colaboración y ayuda de los Sres. Iñaki
Anasagasti, Joseba de Agirre, José Luis Sabas y Javier Riaño. A todos
ellos mi agradecimiento.
Iñaki AZKUNA
Alcalde de Bilbao