Un amigo, economista, me sorprendió este miércoles, durante
un coloquio de emprendedores en Elche: resulta que el gasto público en el
municipio de Villaviciosa de Odón, provincia de Madrid, veinte mil habitantes,
es de diecisiete millones de euros anuales. El gasto público en el municipio
británico de Aylesbury, cercano a Londres, sesenta mil habitantes, es de apenas
dos millones de euros, una vez hecha la conversión desde la libra esterlina. Es
un ejemplo al azar, pero mi amigo está cosechando unos cuantos más en Alemania,
Francia y Bélgica, para compararlos con otros municipios españoles. Su conclusión
provisional es abrumadora: el gasto en los ayuntamientos españoles es, de
media, de aproximadamente cuatro veces el de otras localidades semejantes en
tamaño, o incluso mayores, en la mayor parte de los países de Europa.
La conclusión es bien sencilla: España, una nación que tiene
la mitad de habitantes que Alemania y el doble de funcionarios/políticos, sigue
necesitando una reconversión a fondo en sus administraciones local, autonómica
y central. Seguimos sobredimensionados, y aquella prometida reforma de las
administraciones públicas, que de todos modos era tan tímida, nunca acaba de
llegar.
Viene esto a cuento no solo por la anécdota de mi amigo, que
comparó Villaviciosa y Aylesbury de una forma aleatoria, aunque con perversas
intenciones; lo traigo hoy a colación porque todos hablan de que entramos en
una nueva era, incluso con un sonoro relevo al frente de la Conferencia Episcopal,
que ya es renovación. Pero, en la política profunda, todo sigue igual: premios
para eurodiputados colocados 'a dedo' en las listas, diputaciones
provinciales a rebosar de personal con escasa funciones, corporaciones
municipales múltiples y obras faraónicas por doquier.
Y ya que hablo, permítamelo el amable lector, de mis amigos:
tengo otro que prepara un libro sobre las muy artísticas -por decir algo-rotondas
que pueblan las carreteras de una Comunidad como Madrid. Calcula él que en
horteradas de variado calibre las obras escultóricas que adornan -otro decir-tales
rotondas superan ya los cien millones de euros. Y suma y sigue. Por cierto: en
Aylesbury las rotondas no tienen motivos escultóricos, no se cambian las
farolas cada dos años, tienen la mitad de pistas de paddle que, pongamos por
caso, Boadilla del Monte, hay cuatro policías municipales -veinticinco en
el municipio de Tres Cantos, cuarenta mil habitantes-y el ayuntamiento es
un modesto edificio donde trabajan sesenta personas, quinientas en Getafe,
también provincia de Madrid. ¿Sigo?
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