sábado 08 de marzo de 2014, 12:51h
Nadie nos convence de haber puesto las
bridas al capitalismo financiero, primer monstruo que devoró la calma desentendida
y próspera, pero ya hay devaneos políticos por apuntarse la salida de la
crisis. Los portavoces del ultraliberalismo ya descuentan la angustia de una
época de desesperanza y sombras, y venden como un éxito el hecho de que no nos
hayamos despeñado del todo. Es como si se viviera en una tortura de cinco
clavos y se hubiera quitado uno. Hay hasta cierto clamor alegre por varias
cifras macroeconómicas, como la balanza de pagos o las exportaciones. Sueltan
confetis, balan por el viento, venden la filfa dorada de una luz sin luz.
Al
final quizá su felicidad es porque han conseguido para muchos años el mundo
clasista y estrecho que desean. Veo los rostros y las palabras y las sombras de
los populares europeos y siento que la realidad que ven solo existe para ellos.
Estamos muy lejos de superar la crisis, y una de las razones fundamentales,
como dice hasta el propio FMI, es la terrible racha de recortes sociales que la
Europa de Merkel nos ha infligido. Se han cargado el consumo, los ingresos
fiscales, la inversión, y camino van de cargarse esa clase media que desde la
segunda guerra mundial ha costado tanto crear.
El péndulo del tiempo, en economía, va del
Mercado al Estado. Y cuando los ultraliberales dominan los mercados son cada
vez más grandes y los estados cada vez más pequeños. La clase media adelgaza.
Los ricos son más ricos, los pobres más pobres. Se dualiza la sociedad. Solo
hay dos linajes Sancho, dice don Quijote, el de tener y el de no tener. Incluso
el valor de consumo de la clase media pierde importancia, pues los amos del
dinero exprimen su lujuria viendo mercados lejanos que conquistar.
El único
mercado el mundo, dice un personaje de Updike. ¿Y la historia, la moral, los
sentimientos, el humanismo, la filosofía, el raciocinio que el mundo ha
desplegado con dolor para ganar la libertad y vencer la esclavitud? ¿Par a ganar
la justicia y vencer la negra noche de los tiempos de la historia?
Eso no importa, aunque sea a costa de
desinflar el ideal europeo. Platón, Ortega o Voltaire son sombras llenas de
palabras que no se compran. Ni siquiera importa la luz que la Europa de Khol,
Delors o González, representó para este mundo lleno de oscuridad. Hasta al
mismo Comisario Olli Rehm ha tenido que reconocer que las garras ultraliberales
llevan a gran parte de la sociedad a la pobreza.
¡Basta
ya de recortes!, y que de una vez generen la necesaria expansión para que, de
verdad, se perciba la luz al final del túnel. Mientras tanto seguiremos
perdidos en esta cárcel sin sueños. Y han de saber que suenan macabras las
trompetas que nos anuncian la nueva felicidad.