Bruselas sólo acude a los entierros
viernes 07 de febrero de 2014, 13:13h
Otra vez las
acusaciones de algunas organizaciones no gubernamentales y otra vez la réplica
del Gobierno. Podemos seguir en esta dialéctica meses y meses porque llevamos
años asistiendo a la única gran verdad: la tragedia puntual de subsaharianos
que pretenden escapar de la miseria engañados por las mafias y maltratados por
una Europa que intenta casi un imposible: respetar los derechos humanos y
proteger sus fronteras de la inmigración ilegal. Y hay que hablar de Europa
porque es Europa y no España o Italia el paraíso prometido, es la Europa del
crisis, la España de los seis millones de parados a dónde quieren llegar estas
gentes que lo dejan todo, hasta la vida, en el intento.
De nuevo muertos.
Algún día se abrirá ese mar que llamamos "nuestro" y nos horrorizaremos del
espectáculo: el Mediterráneo es un enorme cementerio de cuerpos y mentiras, de
sueños y dinero. No basta lo ocurrido el la isla de Lampedusa hace apenas unos
meses; no basta lo que se viene repitiendo desde hace años en Canarias, Ceuta o
Melilla; Bruselas, que en definitiva es
el epicentro de toda esta tragedia sólo sabe acudir -y muy de vez en cuando- a
los entierros. Después vuelven a sus despachos y se ponen de perfil frente a
las barquitas de juguete con las que pretenden llegar los africanos a Europa o
discuten si son o no legales las hojas cortantes que culminan las vallas que
España levanta para protegerse no sólo a si misma sino a todo este mercado
único que hemos dado en llamar Unión Europea.
No estoy
justificando nada. Ni puedo creer en la utopía -necesaria- de un mundo sin
fronteras, ni acepto muros y vallas que separen a los hombres por la fuerza.
Pero conviene que este problema se empiece a resolver de alguna forma. No sé
qué pasaría si las frontera con África de Europa fueran Francia y Alemania en
lugar de España e Italia, da igual. Lo que está claro es que tenemos un
problema todos y entre esos todos, los que tienen el problema mayor son los que
intentan llegar desesperadamente a tierras del continente. Es hora que desde
Bruselas se empiecen a plantear qué está pasando, por qué pasa lo que está
pasando y cómo responsabilizarse todos -porque todos somos responsables- de la miseria
de parte del mundo.
Esta columna
volverá a ser inútil como tantas otras que se han escrito y que se escriben a
diario sobre el tema. Si aquella fila interminable de ataúdes de Lampedusa sólo
conmovieron al mundo un par de días, esta nueva tragedia apenas reabrirá un
debate inútil sobre la represión y sus métodos. No podemos ser lo malos de la
historia porque la Historia de África con fronteras políticas y basada en
intereses económicos, su pobreza, su triste destino, la hemos escrito entre
todos y todos debemos intentar buscar las soluciones. Mientras Bruselas no asuma que las pateras,
las vallas, las barquitas casi de juguete o intentar ganar la playa prometida
es un casi suicidio anunciado que nos afecta a todos, poco o nada se podrá
hacer salvo discutir sobre la legalidad o no de la represión que la propia
Bruselas nos exige.