La maldición del valenciano
jueves 06 de febrero de 2014, 13:09h
Hace
quince años Eduardo Zaplana creó la
Academia Valenciana de la Lengua (AVL) para sustraer el debate lingüístico de
la gresca callejera y de la confrontación política. Tras un pacto con el
socialista Joan Ignasi Pla, encerró
en ella a lingüistas de uno y otro signo, los pagó con largueza y tiró la llave
para que estuviesen un tiempo sin molestar.
El
tiempo ha pasado y la publicación del primer diccionario normativo del
valenciano ha levantado polémica al definir ese idioma como una "lengua
románica" que hablada fuera de la Comunidad Valenciana "recibe el nombre de
catalán".
Esa
mera constatación lingüística, realizada dentro de las estrictas competencias
de la AVL, ha llevado al PP regional a considerarla como una agresión al idioma
y hasta como una traición a la Comunidad, cuyo Estatuto de Autonomía recoge que
"la lengua propia de la Comunidad Valenciana es el valenciano". ¡Como si no
fuesen absolutamente compatibles una definición y la otra!
Afortunadamente,
la controversia ha perdido la virulencia de antaño, cuando catalanistas y
valencianistas andaban casi a cristazos, no tanto por cuestiones filológicas,
claro, sino por el tufo político pancatalanista o anexionista de quienes
preconizaban la unidad lingüística.
Un
amigo mío de Denia, ya jubilado, atribuye todo el problema a la propia
denominación del idioma: "Si la lengua que hablamos desde el Alguer a Guardamar
del Segura se llamase occitano, por ejemplo, todos aceptaríamos que se trata del
mismo idioma. Pero, si hay que llamarla catalán surge el lío político".
Es
lo que acaba de hacer el Consell de la Generalitat que preside Alberto Fabra,
al no aceptar la competencia idiomática de la AVL. ¿Se imaginan, por ejemplo,
que el Gobierno de Panamá, en conflicto ahora con la constructora Sacyr,
afirmase que la lengua de su país no es el español sino un idioma propio y
diferenciado llamado panameño?
Más
allá de las peculiaridades léxicas y fonéticas locales, el cachondeo ante semejante
decisión política sería de órdago.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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