jueves 16 de enero de 2014, 11:46h
No
sé de qué le habrán servido al dirigente israelí Ariel Sharon los ocho años que ha pasado en un coma profundo e
irreversible para acabar muriéndose.
Reconozco
que éste es un tema delicado, lleno de sutilezas y de prejuicios personales.
Pero, al final, sólo ha supuesto el gasto de cientos de miles de euros, en
detrimento, quiérase o no, de otros pacientes seguramente menos importantes políticamente
y menos ricos que él.
Qué
quieren que les diga: a mí me parece injusto y contraproducente el ensañamiento
que supone mantener con vida a una persona más allá de sus posibilidades
vitales reales. Como creo en el derecho a morir dignamente, soy partidario de
firmar el testamento vital donde esa cuestión queda bien clarita; y no lo soy
de la eutanasia simplemente porque no es legal, que si lo fuera...
Los
humanos no estamos concebidos para durar siempre. Tampoco para que nos alarguen
la existencia hasta los 120 o los 130 años, al menos con nuestra actual
estructura orgánica, por mucho que la medicina pueda mantenernos con vida
vegetativa. Por eso, considero mucho más sensato, más justo y más honesto,
dedicar los recursos sanitarios -por desgracia, cada vez más escasos- a las
personas con más futuro por delante.
Una
expresión parecida a ésta del ministro japonés Taro Aso provocó un gran escándalo hace ahora un año. Pero el
hombre, a sus 73 años, ahí sigue erre que erre. Uno, que también es
septuagenario, como él, no entiende la hipocresía colectiva de querer conservar
la vida a quienes ni de hecho ya la tienen ni la van a poder recuperar nunca.
Pienso
que la solidaridad social consiste precisamente en lo contrario: en no alargar
artificialmente la vida propia para que así pueda mejorarse la de quienes aún
pueden gozar plenamente de ella. Por eso, más que objeto de escándalo, estas
palabras sólo buscan ser motivo de reflexión.
Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York.
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).
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