Puedo prometer y prometo que
un hombre importante en el organigrama del Partido Popular me ha dicho,
amparándose en la promesa de mantener su anonimato, que "a veces, parece que
este Gobierno quiere perder las elecciones". Puedo prometer y prometo que, a
veces, da esa impresión. En un afán de gobernar para la parroquia propia más
dura, el Ejecutivo parece empeñado en perder al resto de los parroquianos. Desde
lejos, a uno le parecería que hay ministros que, gracias a sus ocurrencias -que
no ideas brillantes--, concretadas en legislar sobre lo que nadie pide que se
legisle, priman lo pequeño para evitar entrar en lo grande. Y eso, si sigue
así, claro que tendrá un reflejo en las urnas, por mucho que los socialistas,
por su lado, se empecinen en no recuperar al menos una parte de los apoyos que
han perdido a raudales.
No seré yo, desde luego,
quien se proclame abortista. Pero me parece que, por poner un ejemplo, el
Ejecutivo, de la mano del ministro de Justicia,
Alberto Ruiz Gallardón, ha hecho un enorme favor al Partido Socialista
con la aprobación de la nueva regulación del aborto: ha permitido al PSOE, y a
toda la oposición, incluyendo a algunos nacionalistas muy teóricamente devotos religiosos,
lanzar a colectivos femeninos, que no solamente feministas, a la caza y captura
de Ruiz Gallardón, en particular, y de todo el PP, en general. ¿Cuántos votos de
mujeres airadas se van a perder con el cálculo hipotético de recuperar a unos
cuantos partidarios que desertaron por la teórica 'blandura' del Gobierno que
preside
Mariano Rajoy?¿Cuántas simpatías se perderán en las calles merced a la
ley de seguridad de Jorge Fernández? ¿Cuántos docentes y discentes se han
apartado del claustro 'popular' por la manera como el ministro
Wert ha
presentado su reforma educativa?¿A cuántos habrá alejado de las playas 'populares'
la provocación constante del titular de
Hacienda,
Cristóbal Montoro? Y, en otro orden de cosas, ¿seguro que era
necesario abrir una guerra con las eléctricas desde el Ministerio de Industria? ¿De verdad había que acusar, desde el de Exteriores, a un comisario europeo, encima
hincha del Athletic de Bilbao, de querer 'cargarse' el fútbol español?¿ era
imprescindible cabrear a toda la inspección de Hacienda acusándola de
connivencia socialista?
Me dicen que el equipo que
comanda Rajoy quiere congraciarse con determinados colectivos profesionales,
primando la posibilidad de, digamos, compatibilizar algunos puestos de élite en
lo público -abogados del Estado, inspectores tributarios y de Trabajo, ciertos
jueces-con una dedicación parcial a lo privado. Con lo que puede que los
abogados del Estado se pongan muy contentos, pero que, al tiempo, otros
estamentos, mucho más numerosos, se sientan agraviados comparativamente.
Ya lo he escrito en otras
ocasiones: este Gobierno no sabe ser simpático. Lo logró,
a posteriori,
Suárez.
Felipe González daba una de cal y otra de arena.
Aznar se trabajó a fondo, y
con justicia, la fama de ser odioso.
Zapatero lo intentó -ser simpático, claro,
no odioso- y se quedó en una blandenguería de ni fu ni fa. Pero, de todos
ellos, Rajoy es el más distante. Y, posiblemente, con todas las cualidades de
independencia que hay que reconocer que le adornan, el actual inquilino de La
Moncloa sea el peor asesorado en cuanto a métodos para ganarse el afecto
ciudadano. No será, desde luego, con ministros como
Báñez, Ruiz-Gallardón,
Montoro, Wert o
Mato como conquiste este afecto. Ni con algunos personajes sentados
en la sede de Génova -que está, dicen, a punto de explotar, y no solamente por
las
razzias nocturnas ordenadas por el juez Ruz--, ni con algunos de su entorno
monclovita, empeñados en alejarle del vulgo, es decir, de usted o de mí, se va
a hacer Mariano Rajoy más querido. Pero él, como buen patrono, no quiere
despedir a nadie. Y así, con no tan recomendables compañías, enfila la segunda
mitad de su Legislatura, que comienza con este 2014 en el que van a pasar
tantas cosas, y, a este paso, no necesariamente buenas, especialmente para los
intereses electorales del PP. Bueno, puede que, en efecto, quieran perder las
elecciones, ahora que se acercan a pasos agigantados. A saber lo que pasa por alguna
mente brumosa que yo me sé.
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