La noticia de que una juez de
Estepona imputaba a la esposa del presidente de la Comunidad de Madrid,
Ignacio González, por presunta implicación en blanqueo de capitales (el famoso caso
de ático en la Costa
del Sol, ustedes recuerdan) no solo es un dato más para la incertidumbre en la
inminente batalla electoral de Madrid; es un clavo más en el ataúd de la
credibilidad moral de la capital de España, donde resuenan, entre otros, los casos
Bárcenas, Caja Madrid y las salpicaduras de Gürtel, ese inmenso escándalo que
se instruye judicialmente desde tiempos inmemoriales. Madrid y, por cierto,
también la Barcelona
del tres -o el cinco-por ciento, de los 'affaires' de los
Pujol, de los
espionajes telefónicos entre los partidos, son piedra de escándalo. Y, por
suerte, tengo la impresión de que la contaminación no puede extenderse por
contagio al resto de España, o no a todo el resto de España. Pero qué duda cabe
de que lo que está ocurriendo en las dos principales ciudades españolas,
incluso desde un punto de vista estrictamente político, es un pésimo ejemplo.
Alguna vez he dicho que las
corruptelas y las enormes corrupciones que van apareciendo en los medios de
comunicación, e incluyo aquí a Iñaki Urdangarín, que es un ejemplo
madrileño-barcelonés-balear de pésimo comportamiento, no podrían repetirse
fácilmente ahora, y cada vez será más complicado ejercer la corrupción de la
manera inmoderada, descarada, impune, como la han practicado desde
algunas instituciones, desde ciertas empresas y, por supuesto, desde algunos
partidos políticos.
Pero, claro, para evitar que
los abusos se repitan o que los actuales permanezcan hay que tomar medidas. Y
debo decir que, por ejemplo, lo que está sucediendo en la Agencia Tributaria,
con esa extraña rebaja en la multa a una multinacional mexicana, por citar
solamente una cuestión, no me tranquiliza. No ha habido explicaciones
suficientes, como no ha habido apertura de ventanas al exterior en los
partidos. Ni en las instituciones. Ni en ciertas empresas. Ni siquiera en
algunos clubes futbolísticos, a cuyas orillas llegan también los escándalos. No se arbitran
soluciones estructurales suficientes ni se acuñan fórmulas de mayor
participación ciudadana en la vida política. Y así, claro, los oídos de
nuestros representantes están sordos y sus ojos ciegos al clamor de una calle
que pide nuevas maneras de comportarse, negociación, reformas. Una forma nueva
de gobernarnos, lejos de las provocaciones, las ocurrencias y los silencios
habituales. Y de la autocomplacencia, que brota, verde, de nuestros
gobernantes, como pudo verse este miércoles en la sesión de control
parlamentario.
La falta total de entendimiento
entre la Barcelona
'oficial' y el Madrid 'oficial' tiene, me da la impresión, bastante que
ver con el hermetismo, el personalismo y el fanatismo de la Generalitat, que tiene
muchas cosas que ocultar, en choque de trenes potencial con la impermeabilidad,
la falta de transparencia y el inmovilismo del Gobierno de España, donde
tampoco faltan cosas que, ejem, esconder. Para no hablar ya de las actitudes
egoístas y catastrofistas de otras formaciones y estamentos
políticos. Un desastre, vamos. Y conste que sigo presuponiendo la buena
voluntad y la honradez en el comportamiento de la mayor parte de nuestros
políticos y de los representes de esa 'casta' sin embargo cada día más lejana
del ciudadano de a pie.
Que Rajoy, que se prodigó -una
vez al año no hace daño-en 'corrillos' con periodistas en la fiesta de Navidad
de La Moncloa,
se pregunte de qué tiene que hablar con Artur Mas -" a ver a quién le da más
vértigo", dijo, cuando le hablaban de ese potencial choque
de trenes-- no presagia nada bueno para quienes creemos que debe haber
negociación entre ambas partes. Y la habrá, sin duda, porque tiene que haberla,
se pongan las partes como se pongan. Pero será estéril si los políticos que
están en el puente de mando no entienden que así no se puede seguir llevando el
barco. Las redes sociales arden pidiendo explicaciones de la Comunidad de Madrid
sobre un asunto que implica ya judicialmente a su presidente, estallan
preguntándose por esa conversación entre una dirigente del PP catalán 'robada'
en un restaurante, se indignan recordando que los contenidos almacenados en ciertos
ordenadores han sido borrados sin mayores justificaciones...y aquí no pasa nada.
Por mucho menos hay dimisiones oficiales en otros países europeos, por mucho
menos actúa el Ministerio Fiscal, por mucho menos se montan comisiones
parlamentarias y se piden responsabilidades, cuando menos
políticas, a las máximas alturas.
Aquí, no. Lamento decirlo, pero
concluye este desdichado 2013 sin que se observen propósitos de enmienda para
2014. Eso sí, andan ahora todos muy ocupados con quién será candidato en cuáles
de las elecciones que vienen. Comenzando, ya digo, por la 'batalla de
Madrid'. Y la de Barcelona. Parece que es lo único que importa. Claro, al menos
así, barajando nombres de posibles candidatos, nos distraemos de lo que de
verdad están gritando las encuestas. Que es, me parece, mucho más
duro de oír.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>