El opio de los socialistas
lunes 16 de diciembre de 2013, 08:15h
En
la segunda parte del Quijote, capítulo VIX, el caballero le dice al escudero,
ambos extraviados en el caserío de El Toboso: "con la iglesia hemos dado,
Sancho". Es una de las frases cervantinas con simple sentido de localización y
carente de énfasis. Pero la malicia cazurra la ha convertido en un tópico
literario, adornándola apócrifamente como: "con la Iglesia hemos topado". Y no
considerando suficientemente enfática la ha reforzado con un "con la Iglesia
hemos topado, amigo Sancho", dándole al escudero un tratamiento de complicidad
resabiada. En el apócrifo se mezcla la resignación de chocar con un obstáculo
insoslayable y la frustración producida por la existencia intemporal de la
institución aludida como tal institución y no como un edificio. Los socialistas
de Rubalcaba y sus compañeras Valenciano y Rodríguez parece que han asumido
esta deformación tópica de la frase y parecen dispuestos a "topar" cuando no
tienen responsabilidades de gobierno, si bien cuando ostentan poder se limitan
a "dar" diplomáticas caricias. Consecuentemente, amenazan con denunciar los
Acuerdos con la Santa Sede, mal llamados por ellos Concordato, cuando carecen
de atribuciones para hacerlo y tras respetarlos rutinariamente cuando han
estado en posición de poder.
Es
difícil suponerlos tan ignorantes para no saber que en un Estado de Derecho,
como el nuestro, los Tratados Internacionales, refrendados por el Congreso y el
Senado, tienen el carácter de Leyes Orgánicas que solo pueden ser denunciadas
por una mayoría parlamentaria de la que carecen y que anunciarlo desde la
oposición es una forma de perder el tiempo y engañar al público. El propio
Rubalcaba formó parte de gobiernos en que su partido gozó de mayoría suficiente
y nunca consideraron oportuna tal denuncia. Digamos que, por el contrario,
procuraron su fluida aplicación práctica, encargando de misiones de alto nivel
a la propia vicepresidenta del Gobierno, entonces María Teresa Fernández de la
Vega.
Por
tanto estamos ante otra tomadura de pelo a su propio electorado que supone,
erróneamente, que está formado por una especie de aquellos viejos republicanos
anticlericales y no por abundantes cristianos-progres de factura más actual.
Como les sucede, en su ambigüedad frente a los separatismos, también en la
política de cooperación constitucional con las instituciones religiosas
prefieren aparentar una frialdad que les justifique como "tercera posición", preocupándose
por la liturgia de los funerales y olvidándose de que cualquier Carmen o Susana
puede comerles el terreno solo con pronunciarse más acordes con los
sentimientos religiosos o patrióticos de la población.
Es
cierto que, más a la izquierda, donde coexisten olores de antisistema y de
marginalidad sin esperanza de gobierno, sobreviven algunos especímenes de
aquella utopía marxista-leninista que calificó a la religión como el opio del
pueblo. A su debido tiempo, Felipe González renunció al lastre fracasado con
que aquella ideología sobrecargaba negativamente a la socialdemocracia moderna.
Los libró de la herencia del
desacreditado materialismo comunista que se propuso privar a los seres humanos
de toda comunicación espiritual con lo transcendente. Aquella frustrada
experiencia se intentó imponer dictatorialmente a través de, como lo definió certeramente
Raymond Aron, "subordinar la evangelización a la revolución", en su famoso
libro "el opio de los intelectuales". Efectivamente, es un auténtico opiáceo
distraer a la opinión pública con estas superficiales piruetas de anticlericalismo
cuando una crisis social aún no resuelta tiene tantos problemas por resolver. No
creo que, a estas alturas, existan muchos intelectuales dignos del calificativo
que tomen políticamente en consideración estos gestos antieclesiásticos. El
opio va destinado al consumo interior de los propios socialistas carentes de
proyecto, a los cuales suponen infantilmente sensibles a un izquierdismo de
viejo cuño. Un error de bulto, porque esos personajes contumaces en sus manías
ya están, hace bastante tiempo, fumando en las casas del opio de la extrema
izquierda enemiga de la socialdemocracia.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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