Cuando no sirven las meras excusas
martes 10 de diciembre de 2013, 08:05h
No sé si vieron al secretario general de la UGT, Cándido
Méndez, en el homenaje que este fin de semana le ha dado el sindicato
socialista a su fundador, Pablo Iglesias, en el 88 aniversario de su
muerte. Acompañado del secretario de Organización del PSOE, Óscar López,
y del dirigente socialista madrileño Tomás Gómez, que se apunta a
cualquier fregado con tal de salir en la foto. Méndez y López, tanto monta,
monta tanto, volvieron a insistir en "la campaña de difamación y de acosos
y derribo" de los medios de comunicación en manos de la derecha contra su
sindicato, vamos el contubernio judeomasónico contra una organización que, al
menos en Andalucía, ha robado a manos llenas y ha colaborado en el escandaloso
fraude de los ERE. Ya sabemos todos que la mejor defensa es un ataque y que
Méndez, enrocado en su cargo donde piensa llegar hasta la jubilación porque
nunca ha sabido hacer otra cosa desde que dirigía al sindicato en Jaén que
vivir del cuento y de las subvenciones públicas, trata por todos los medios de
capear el temporal que se le viene encima y echar balones fuera. Y para ello,
qué mejor que acudir al tópico de "los cuatro golfos" que tanto
utilizan sus compañeros socialistas y cesar al cabeza de turco andaluz, Fernández
Sevilla.
Hasta ahí son lógicas y comprensibles todas las excusas que Méndez esgrime, lo
que no es de recibo es que nos tome a todos los españoles por tontos. Aquí en
Andalucía el que mas y el que menos ha conocido a lo largo de su carrera a
alguien que conseguía un puesto de trabajo gracias a su afiliación al sindicato
y que había puestos en la administración y en empresas públicas en los que no
entrabas si no llevabas en la boca el carné del PSOE o de la UGT. La norma era
tan habitual y estaba tan asumida por todos que a nadie le causaba extrañeza.
Era ley de vida en una Andalucía en la que el partido y el sindicato actuaban
como si se tratara de una dictadura. Sé de alguno que tras varias oposiciones
suspendidas, logró finalmente el empleo simplemente por afiliarse a la UGT. Todo
este montaje entre amiguetes y camaradas, que en cualquier país de nuestro
entorno hubiese supuesto un escándalo político, aquí era algo habitual, tanto
que hubo una època no demasiado lejana en la que partido y sindicato lograron
un récord de afiliaciones de gente que habitualmente "pasaba" de
política y lo único que buscaba era sacar adelante a su familia.
No sé que ha estado ocurriendo estos últimos cuarenta años en el resto del
Estado español. Sí conozco de cerca lo que ha ocurrido en esta Andalucía en la
que el entramado urdido por el partido, la tela de araña tejida por el régimen
que ha gobernado ininterrumpidamente y sin contro alguno más de tres décadas,
es tan tupida e impenetrable que ha provocado que la corrupción política campe
a sus anchas e impregne todos y cada uno de los rincones de la Administración
autonómica y de sus fuerzas sindicales benefactoras. Desde el manejo torticero
de los fondos del PER a las subvenciones públicas, todo estaba bajo control del
PSOE. Los diez años de saqueo que han supuesto los EREs fraudulentos sólo
salieron a la luz gracias a las denuncias de los medios de comunicación y al
trabajo serio y eficaz de la juez Mercedes Alaya. Si los empresarios de
La Raza hubieran aceptado el chantaje que les trataban de hacer los dirigentes
socialistas con la Escuela de Hostelería de Mercasevilla, todo el escándalos de
los EREs hubiese quedado en una mera anécdota y casi nadie su huiese enterado
de que un director general como Guerrero o un sindicalista como Lanzas,
acumulaban dinero como para asar una vaca o para ponerse tibios de gin-tonics o
cocaina.
Por todo ello, insisto, no valen las excusas de Méndez. Ante todo, lo primero
que tendría que hacer es pedir disculpas, reconocer que algunos lo ha hecho mal
y limpiar el corral andaluz. Y después, si quiere que su sindicato recobre el
`prestigio que consiguió darle su fundador, Pablo Iglesias, tendría que devolver
buena `parte del dinero defraudado. Sólo así los españoles volveriamos a
confiar en un sindicato que ha transformado su labor de lucha por los derechos
de los trabajadores en un puro negocio lucrativo. Y que conste que no me
refiero sólo a la UGT, que en todas partes cuecen habas y tampoco CC.OO. se
libra de numerosas sospechas.