Tenía
93 años, y este domingo dejó de existir. El exgeneral Alfonso Armada se ha
llevado a la tumba, quizá, el mayor de los secretos y misterios de la España
contemporánea: quién, cómo, cuándo, dónde, de qué manera y por qué planificó el
intento de golpe de Estado del 23-F. ¿Informó Armada al rey de la intentona
golpista, como él mismo insinuó en 1983 en su libro "Al servicio de la Corona"?
¿Era Armada el 'Elefante Blanco', o, mucho menos que ese gran paquidermo no era
más que una 'cabeza de ratón'? Y lo más importante: ¿una vez muerto, aparecerán
sus memorias de verdad?
Alfonso
Armada, exgeneral condenado a 30 años de cárcel por el intento del golpe de
Estado de febrero de 1981, aseguró siempre que en el juicio por aquella
intentona "nadie tuvo interés" en descubrir quién estaba detrás de
Juan García Carrés, el único civil condenado y a quien él consideraba "el
mensajero". Pero, ¿el mensajero de quién? Aquel intento de golpe, solía
decir Armada en las escasas entrevistas que ha concedido, fue "como el de
Primo de Rivera: buscaba provocar la adhesión de una capitanía general tras
otra". Pero también insistía siempre que, al detener la salida de la
División Acorazada Branete, la unidad más importante del Ejército español, el
capitán general de Madrid,
Guillermo Quintana Lacaci, logró que otras Capitanías
no se contagiaran con el golpe en la jornada del 23 de febrero de 1981.
En
febrero de 2001, 20 años después de la intentona golpista, Pilar Cernuda,
Fernando Jáuregui y quien firma esta crónica, publicamos un libro: "23-f: La conjura de los
necios". Como auténticas novedades, por primera vez, por ejemplo, dábamos a conocer entonces de forma íntegra el 'informe Jáudenes',
sobre la participación del CESID en el golpe, y ofrecíamos datos muy novedosos
sobre aquella intentona. Ese libro dio lugar a un documental, producido por el
también periodista Julio Fernández, para el que pudimos entrevistar, entre otros,
al propio general Armada. Sabemos, por tanto, que muchas cosas ya se han
publicado, pero que quedan aún tantos oscuros episodios que podrían
desvanecerse totalmente con la muerte de Armada, si es que éste no dejó sus
memorias a buen recaudo en algún sitio.
Armada
nunca se ha reconocido como el famoso 'Elefante Blanco' que debía ir al
Congreso la noche del 23 al 24 de febrero de 1981 y tomar el mando militar y
político, relevando al exteniente coronel de la Guardia Civil
Alfonso Tejero
Molina. Nunca se supo, por tanto, quién era de verdad ese enigmático paquidermo, más allá de que
sería un 'militar, por supuesto' -frase para la historia pronunciada por
Tejero-, pero siempre se especuló con dos nombres: el general
Fernando de
Santiago y Díaz de Mendívil -que siempre lo negó- y el propio Armada. Hubo quien especuló, incluso, con el rey, pero aquello no era más que una locura producto de una mente enferma.
Por fin, Armada
fue condenado a 30 años de cárcel por su participación en la intentona
golpista, y luego amnistiado por el Gobierno socialista en 1988 por 'motivos de
salud'. Se retiró entonces a su pazo de Santa Cruz de Ribadulla para cultivar
camelias; cultivo del que hizo un próspero negocio. A veces recibía a periodistas, y
concedía algunas entrevistas -como a nosotros, para el documental basado en nuestro libro-, peero siempre para negar la mayor: él -decía- no era el
artífice del 23-F, ni era el 'Elefante Blanco', ni informó al Rey, ni entregó
una lista de Gobierno a Tejero. En definitiva, que él era un santo varón golpeado
por los vaivenes del destino...
Pero
Armada no decía verdad. Le desmentía la propia sentencia
del Tribunal Supremo, que le condenaba a 30 años de prisión como uno
de los organizadores del 23-F. La sentencia podría ser más o menos discutible,
pero Armada incurría en contradicciones flagrantes con respecto a lo escrito en
su único publicado al respecto:
"Al servicio de la Corona", que vio la luz en
1983. Ya el mismo título del libro es lo suficientemente expresivo sobre su participación
en los hechos y por qué lo hizo: "Al servicio de la Corona", escribió.
Es
cierto que Armada siempre guardó silencio sobre los aspectos más esenciales del
23-F, es cierto, sí, pero en su libro ofreció una cronología exacta de sus
audiencias con el rey en los meses, semanas y días anteriores a la intentona
golpista: día, lugar, hora de recibimiento y quién o quiénes se encontraban
presentes o le sirvieron de introductores en la estancia del monarca. Y después
de ofrecer esos datos, Armada pedía que cada uno sacara sus propias
conclusiones.
Era
Armada, por tanto, un artista del 'escapismo', porque en ese mismo libro se
contradice en múltiples puntos. Por ejemplo, lo que escribe en el apartado "Comentarios
punto por punto a la historia oficial del 23-F": "A
nadie engañé. Ni a mis jefes, ni a mis compañeros, ni a Tejero. Está
probado en múltiples declaraciones. Decir otra cosa será faltar a la verdad. Cuando una persona se equivoca,
lo noble es rectificar. No se pueden mantener posturas con juicios graves para
otros", y añadía seguidamente: "Por mi conducto, el rey no fue informado. No
hubiera podido hacerlo, porque desconocía la operación. Yo sabía de la
inquietud existente en el Ejército, pero no tenía noticias concretas de ninguna
actividad subversiva y violenta. Yo no era responsable de la Información en el
Estado Mayor del Ejército, pues ésta dependía directamente del teniente general
Gabeiras. Pero sí advertí a mis superiores de esta inquietud, aunque afirmé que
no había crispación".
Entonces, ¿en qué quedamos? si dice que no informó
al rey, ¿por qué la mayor parte del libro "Al servicio de la Corona" lo dedica
a relatar cuándo y cómo se produjeron sus encuentros con el rey en Zarzuela en
los días previos al golpe? Es verdad, que se reserva el contenido de las
conversaciones, pero pide al lector que 'extraiga consecuencias'. ¿Qué
consecuencias, pues, habría que extraer?
De igual manera, Armada
siempre negó ser el 'Elefante Blanco': "Nunca he sabido quién era el
militar competente que tenía que llegar al Congreso. Creo que se han hecho
demasiadas elucubraciones sobre ello. Lo único que queda bien claro es que yo
no era el que esperaban. Fui al Congreso y no hizo ningún caso a mis razones el
teniente coronel Tejero. Esto es un hecho; no una suposición", sostenía, y
añadía luego "no propuse o presenté ninguna lista de gobierno. La decisión la
tenían que tomar los diputados, después de retirada la fuerza. La conversación
con el teniente coronel fue bastante larga. Tensa, pero correcta. Tejero estaba
tranquilo y seguro de sí mismo. Los oficiales y guardias, atentos y
disciplinados".
Pero los hechos contradicen a Armada: sí propuso una lista,
como Tejero comentó por teléfono a García Carrés -fue grabado por la policía-,
o como grabó la propia médico del Congreso,
Carmen Echave, y le dio luego la cinta al entonces ministro del Interior,
Juan José Rosón, o como fijó la propia sentencia del 23-F. Pero Armada siempre ha sostenido que "la propuesta que
formulé a Tejero tenía tres partes: a) La retirada de los guardias. b)
Dirigirme a los diputados para que ellos decidieran sobre la posibilidad de un
nuevo gobierno, de acuerdo con la propuesta que Milans me había comunicado; con
lo cual se devolvía la soberanía a la Cámara. Con la aceptación de esta
propuesta volvíamos a la Constitución. c) Que había un avión dispuesto para que
pudiese marcharse de España el propio Tejero y quien lo desease".
Y para aferrarse más a su versión, escribió que "el llamado 'gobierno Armada', ¿no resulta la más burda de las
inocentadas? ¿Cómo se compagina la imagen de Armada, militar conservador y
tradicional, con la propuesta de un gobierno de concentración, con
participación de los comunistas? ¿Cómo se puede pensar en la formación de un gobierno,
sin contar con los interesados?". Los 'interesados', desde luego, no debían
estar en esos momentos en condición de confirmar que se habló con ellos.
Ha muerto Armada, y ha dejado sin despejar
tras de sí uno de los más negros puntos de la historia contemporánea de España.
Quienes lo conocían de verdad piensan que tiene papeles, documentos, memorias...
Se llegó a decir que recibió un 'aviso' para que guardara silencio. Pero ahora
ya está muerto. ¿Aparecerán esos papeles por fin? ¿Estarán en manos ya de
alguna editorial?