Estrasburgo, técnica sin sensibilidad
viernes 15 de noviembre de 2013, 14:31h
Contemplando cada
día el chorreo de excarcelaciones de terroristas asesinos, asesinos en serie y
violadores asesinos, la conciencia de este pueblo está al borde de la
incredulidad total, del escepticismo completo en una justicia a la que le sobre
técnica jurídica pero carece de sensibilidad social. No es lógico, no tiene
sentido y muchos nos preguntamos qué hubiera pasado si la sentencia del Tribunal
de Estrasburgo hubiera afectado a Francia o Gran Bretaña; nos preguntamos si
hubiera sido la misma sentencia, nos preguntamos si su representante en el
Tribunal hubiera actuado de la misma forma que actuó el nuestro y nos
preguntamos si el gobierno inglés o francés y sus tribunales hubieran acatado
con prisas el mandato de Estrasburgo. Nunca tendremos una respuesta a esas
preguntas aunque en Gran Bretaña sí hay algún precedente que nada tiene que ver
con lo que está ocurriendo aquí.
Reconozco que en
su momento escribí, como otros muchos, que el fallo iba a ser contrario a
nuestros intereses porque la doctrina Parot se aplicó mal. Y es verdad que se
aplicó mal. Pero de la misma forma que el Tribunal de Estrasburgo dictó la
sentencia que dictó, podría haber matizado su decisión dejando algún hueco
abierto que evitara lo que hoy es un escándalo público en España, lo que cada
día provoca una alarma social creciente. El espectáculo del cumplimiento
apresurado de esa sentencia llena de técnica pero carente de sensibilidad,
viene a consagrar el triunfo de los verdugos frente a la humillación de la
víctimas; ya sé que no, ya sé que hay que analizar fríamente la retroactividad
y toda esa lección que vino a enmendar lo que sin duda fue un error, ya sé que
el viejo adagio de la "dura lex, sed lex" lo hemos repetido hasta saciedad
estos días. Pero el Derecho no puede terminar ahí. Cuando uno estudiaba
primero, se nos enseñaba también que las la leyes tenían que ser como varas,
fuertes pero flexibles. Y esta vez sólo han sido fuertes.
Yo no sé si los
miembros del Tribunal de Estrasburgo ven la calaña que su decisión ha puesto en
libertad: ninguno arrepentido, ninguno que haya colaborado con la justicia,
ninguno que haya dado la menor muestra de una más que dudosa reinserción. No sé
si lo ilustres miembros de ese Tribunal sabían lo que su sentencia -muy
técnica, desde luego- iba a provocar y quiero pensar que el Gobierno español
les enseñó hasta la saciedad la lista de los posibles beneficiados y las
barbaridades de las que son responsables. Si fuera así, creo que yo no dormiría
muy tranquilo porque, insisto, una cosa es refutar la doctrina Parot y otra
quedarse ahí sin ofrecer una salida digna para una sociedad atónita ante lo que
está pasando.
Al menos ha
cambiado una cosa. A las puertas de las cárceles ya no van solo los amigos de
los terroristas, también van sus víctimas y son ellas las que valientemente
mantienen la dignidad de este pueblo, son ellas las que ponen cara al dolor, a
la rabia y a la vergüenza de un país con el que no hubo ninguna sensibilidad en
Estrasburgo.
Me vuelvo a
preguntar si los tribunales franceses o ingleses hubieran respondido de la mima
manera que los nuestros. Lo que me parece absolutamente contradictorio es que
si la Justicia en democracia emana del pueblo y se ejerce en nombre de todos
los ciudadanos, la inmensa mayoría de los españoles asistamos indefensos e
impotentes a algo que nos repugna, nos avergüenza y nos duele.