martes 12 de noviembre de 2013, 13:30h
La
pasada semana los socialistas amenizaron el veranillo de San Martín con una
conferencia política que, según la vicesecretaria general Elena Valenciano,
daría respuestas para resolver las "angustias" de los españoles. La medicina
sedante sería un partido "más rojo, más verde y más morado". No hay que
esforzarse mucho para interpretar la colorista metáfora. Rojo de los viejos
pendones ajados tras la caída del muro de Berlín, verde del ecologismo radical
con que disfrazan su camiseta comunista los seguidores de Cayo Lara, morado por
la mancha de una efímera II República con la que rechazan a la bandera nacional
algunos manifestantes de la izquierda radical.
Todos
son ingredientes extraídos del baúl de los abuelos que más contribuyen a
provocar "angustias" y nada de proyectos económicos, solidaridad nacional y
sentido del Estado. Son secuelas psíquicas que sufren algunos individuos y
también se contagian a algunos colectivos, provenientes de huellas psicotraumáticas
de derrotas en viejas guerras civiles en las que no participaron pero oyeron
contar. El fracaso de las románticas guerras carlistas sensibilizó los orígenes
del nacionalismo vasco. El fracaso de los austriacistas catalanes en la Guerra
de Sucesión pesa en la fantasía del nacionalismo catalán. El fracaso de aquel
Frente Popular que acaparó sectariamente al republicanismo de los años treinta,
pesa en algunas zonas de la izquierda actual. Hay como un vínculo hereditario
que hace que algunos se sientan descendientes, aún no siéndolo, de quienes
padecieron antiguas derrotas, que hace que se revuelvan a destiempo contra sus
consecuencias, ya irreversibles, tomando como enemigo al Estado español
resultante y sobreviviente a todas aquellas vicisitudes, creyendo que su
desmembración o su desnaturalización serían una fórmula para compensar las
batallitas perdidas. Todos convergen en liquidar un sistema constitucional
felizmente vigente, aunque no coinciden en como sustituirlo. Estos
posicionamientos negativos no tienen capacidad de proyecto común para todos los
españoles, que es lo que debiera esperarse de una "conferencia política" de
nivel nacional, sino solo de confabulación contra los males presentes, que son
muchos, con una especie de procesión de muertos vivientes con los colores
-rojo, verde y morado- de un pasado de pesadilla.
Es
una beligerancia contra el presente encabezada con banderas de ultratumba,
símbolos de enemistad contra lo que, mejor o peor, existe y subsiste. Una manía
de psiquiátrico de desafiar a la España unida y superviviente con identidades
locales o clasistas que no son suficientes para alcanzar un potencial
constituyente que pueda abarcar entera a toda una gran comunidad política. Se
comprenden los traumas históricos que originaron esas bolsas de envidia o
resentimiento de motivaciones pretéritas. Es el desengaño de no ser tenidos en
cuenta por las mayorías populares vitalistas que anteponen los valores de
solidaridad, seguridad y tranquilidad a los delirios minoritarios de las propuestas
regresivas que, como decía el jurista Francisco Tomás y Valiente, no son
capaces de poner "el todo por encima de las partes". Son las locuras de
quienes, por el contrario, se empecinan en confrontar las partes contra el
todo.
Es
un serio trastorno disociativo que lo mismo deriva hacia la idea de romper
España en varios pedazos que, más elementalmente, dividirla en dos versiones
-como el Doctor Jekyll y Mr. Hyde de Stevenson- la buena y la mala y hacer
desaparecer una de ellas del escenario. Lo que llaman "derrotar" a la mala, por
supuesto la llamada "la derecha", que es la mala por excelencia aunque sea
popularmente mayoritaria. Esta maldad le viene de identificarse con el sumun de
todas las maldades institucionales, neoliberales, legalistas, tradicionales,
capitalistas, burguesas y confesionales, merecedoras de castigo por vencer en todos los conflictos, propios o
ajenos, de la historia. Vencedoras injustas, según ellos, por la predisposición
de los pueblos a dejarse engañar y alienar por propagandas mediáticas
mercenarias y economías de consumo a bajo coste.
Las
ridículas micropolíticas y los núcleos de ácratas o apátridas son los ilusorios
caladeros de pesca que dificultan el arraigo de una izquierda nacional que se
mantiene alejada del compromiso de Estado de la Transición que les dio la
presencia, poder y futuro que no tenía. Pero, por ahora, no parece que un
socialismo inmovilista sea capaz de librarse de esta psicosis de banderas
arcaicas y revisiones anticonstitucionales que le quitan toda posibilidad de
presentarse como un horizonte alternativo solvente y estable. Siguen
retratándose ante su minimonumento a las Brigadas Internacionales de Stalin,
aunque a la malvada derecha no se le ocurra hacer lo mismo con las Tropas
Voluntarias de Mussolini. Es el eterno retorno al pasado del paciente del diván
del psicoanalista. Que personajes tan notorios como Garzón, Carrillo o
Llamazares se ofrezcan al PSOE para "derrotar a la derecha" es un mal síntoma que,
con sus triunfales trayectorias, se consideren aportaciones valerosas. Lo grave
es que en el PSOE, partido clave, hasta ahora, de nuestra izquierda
contemporánea, se considere una oferta "muy valiente". Esto y la valerosa
conferencia de los socialistas sin atreverse a enarbolar la bandera de la unidad
de España más allá de la pasión sentimental y del afecto a sus desviados socios
del PSC, corroboran una tendencia a continuar por el camino del psicoanálisis
antes que retomar la ruta de una alternativa socialdemócrata fiable. El
socialismo rojo, verde y morado, ha vuelto donde solía, al republicanismo,
anticlericalismo y demagogia impropios de una socialdemocracia europea y sin
ideas para la salida de la crisis económica española. Han vuelto hasta donde
los rebajó Zapatero y los remató Rubalcaba. A la antesala del psiquiatra.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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