sábado 09 de noviembre de 2013, 11:43h
El
problema del PSOE no es recuperar el poder, sino recuperar el
partido. No es conseguir algo, sino ser algo, ser dentro de la
conciencia colectiva lo más cercano a un sueño social. El problema
del PSOE es que mira con unos ojos viejos la nueva realidad. Espera
en una estación perdida un tren que jamás llegará. El tren de la
memoria. El pasado que está almacenado en un andén de alguna
estación derribada. El problema del PSOE es de actualidad y
catarsis.
Ya no va a ningún sitio con las ideas viejas, los rostros
viejos, los procedimientos viejos, la retórica vieja. No puede
seguir oliendo a naftalina. Aparece su voz por la radio y es Ramón
Jáuregui hablando del mundo que se ha ido y del mundo que viene.
Pero su voz suena como siempre y él ya no está en el mundo que
viene. Sus giros retóricos martillean como prosa amortizada. Y si
ves un rostro en televisión parece un documental de los primeros
años. A veces sale hasta Alfonso Guerra y su ingenio lleno de
chistes viejos. Son los mismos diciendo lo mismo.
Pero
claro que hay un nuevo PSOE. Lo que pasa es que el viejo no le abre
la puerta, le cede el sillón, le da el juguete, se aparta a un
ladito. El viejo PSOE no se cansa de decir que hace falta un profundo
cambio y se conforma con decirlo. El problema del PSOE es que lleva
décadas hablando de renovación como dardo que unos se lanzan contra
otros. Ya nadie cree en la sinceridad del recambio. Y el partido está
casi vacío de sociedad. No han dejado que los ojos, las mentes, los
rostros jóvenes, frescos, nuevos, atrevidos, penetren porque tienen
miedo de no poder controlarlos. El problema del PSOE es la gente que
quiere controlarlo todo. Quizá para ajustarlo a su acomodo y no al
del partido.
El
problema del PSOE es que ya no es la voz de una parte progresista de
la sociedad. Dejó de serlo hace tiempo. Y por tanto no es la ilusión
de los millones que esta derecha está dejando tirados en la cuneta.
Entre el partido y la sociedad hay un puente intransitable. Los
vientos del reciente poder todavía mueven el polvo. En los ojos de
la sociedad impera la decepción. El problema del PSOE es que
decepcionó, y ahora quieren ilusionar los mismos que decepcionaron.
Aunque tengas el mejor producto, necesitas ser creíble para
venderlo.
El
problema del PSOE es que tiene que ser ya de verdad sincero, y sus
dirigentes generosos, demostrando que aman más el partido que a
ellos mismos. El PSOE necesita el sacrificio de ideas,
comportamientos y rostros. La sociedad tiene que percibir que el
virus de las viejas decepciones no puede reproducirse. Y nunca habrá
un mejor momento que éste. O lo hace ahora o perderá diez años. Y
su debilidad será la verdadera fuerza de la derecha liquidadora.