Viaje al centro de la realidad
martes 15 de octubre de 2013, 13:28h
Se debería fletar un bus
turístico, de esos pintados de colorines y altillo descapotado, acomodar
después en el vehículo contratado a los ministros de Rajoy y someterlos a un
recorrido por las calles de España. Yo mismo aportaría el dinero que no tengo
para financiar ese viaje al centro de la realidad nacional. Sería muy saludable
que respiraran el mismo aire que nosotros aspiramos y contemplaran de cerca
cómo vivimos los ciudadanos que gobiernan. Es posible -sólo probable, yo no me
apostaría un euro en el envite- que nos
libráramos por una temporada de las fantasmadas representadas por estos
artistas de la simulación. Los mejores asientos, aquellos que se diseñan para
disfrutar de una visión panorámica del paisaje, lo reservaría para Montoro,
Wert, Gallardón, Matos y Báñez, pacientes de un mal político que les impide
atisbar con claridad todo aquello que les rodea. Plazas nominadas, situadas en
la primera fila de asientos y dotadas de pizarrilla electrónica para que tomen buena
nota de todo lo que vean. Incluso, si así lo desean, pueden fotografiar la
monumentalidad de la crisis que aún padecemos.
No faltarían los voluntarios
apuntados como guías a una expedición tan ilustre como indocumentada. Nada se
ocultaría tampoco a la mirada de los viajeros, aunque los nuestros carezcan de
la curiosidad necesaria para descubrir todo aquello que pretenden desconocer. "¡Pasen
y vean lo que no quieren ver!", proclamaríamos atrevidamente los organizadores
del viaje. El bus se pararía en la puerta de un hospital y nuestros invitados
contemplarían las aglomeraciones en las salas de consulta de los médicos
especialistas. El itinerario se prolongaría después con paradas obligadas en
una oficina del INEM repleta de parados, un hogar del jubilado, alguno de los
muchos almacenes de alimentos abiertos por Caritas, en la secretaría de una
facultad universitaria y en alguna de nuestras calles hilvanadas de comercios
quebrados. Anochecido el día, los ministros dispondrían de tiempo libre y cena
por su cuenta. Por la mañana, tempranito, nueva ruta por los lugares del
desaliento. No quiero pecar de demagogia ni adobar con populismos la denuncia
que pretendo, así que les evito una relación nueva de escenarios visitables en
este periplo por las penurias patrias. Seguramente ustedes añadirían más etapas
sin esforzarse demasiado.
La experiencia que propongo
vendría muy bien a los ministros más arrogantes y provocadores del Gabinete
Rajoy, sobre todo a los que se inventan una coyuntura que sólo existe entre las
cuatro paredes de su despacho. Sería estupendo, ya digo, que se dieran un
garbeo, aunque fueran de incógnito o disfrazados, por la España autentica.
Montoro comprobaría que los salarios, comenzando por la nomina de los funcionarios,
no han subido como él dice y que no somos el asombro del mundo. Fátima Báñez
dejaría de contarnos esa historia de las pensiones milagrosas que suben cuando
en realidad bajan. Tampoco presumiría de crear más puestos de trabajo que nadie
en la Comunidad Europea. El señor Wert comprobaría que muchos de nuestros
jóvenes no pueden afrontar los gastos de una carrera superior y que su Ley será
tan efímera como las anteriores. Confundiéndose con todos los españoles
recopilarían la información que precisan para matizar las soflamas optimistas
que nos colocan diariamente.
Ahora que los Beatles vuelven a
ponerse de moda y rememorando una de sus canciones más celebres, bueno sería
que Rajoy y los suyos emprendieran un viaje mágico y misterioso por el país que
les votó.