Derrota de las luces 4 Futuros perfectos
miércoles 02 de octubre de 2013, 12:23h
El atractivo innegable del nacionalismo y de sus
cantos de sirena obra también sus milagros con nuestro inconsciente colectivo.
Otro de los mitos persistentes e irresistibles para un público variopinto es el
de las utopías planteadas como un viaje a una tierra de promisión, viaje
imaginario basado en la esperanza irracional, como regresar a los lugares donde
fuimos jóvenes y felices para volver a serlo. Pero ya hemos señalado entre las
causas del ascenso imparable del nacionalismo esa irracionalidad que hubiéramos
dicho superada gracias a las luces. Pero ya nos advertía David Hume en 1739,
antes de esas luces ya veladas; «la razón es y solo debe ser la esclava de las
pasiones, y nunca debe pretender otra función mas que servirlas y obedecerlas».
El sueño arquetípico de resolver los problemas
propios con la fuga a otro lugar se puede también llevar a cabo soñando con
cambiar el lugar donde se vive. En especial si un mesías describe ese lugar
maravilloso como una futura tierra de leche y miel y días de vino y rosas.
Esperanza a cambio de seguidismo. Por supuesto llegar a esa tierra prometida
exigirá afrontar calamidades y penas, y la primera víctima inmolada en
sacrificio será la Verdad.
Isaías pinta una escena donde "serán vecinos el lobo
y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, sentándose cada uno bajo
su parra y bajo su higuera sin ser inquietado por nadie" (Is. 11, 6). Y el
profético Tercer Libro Sibilino anuncia una tierra donde del cielo bajará
cantidad de dulce miel y surgirán fuentes de blanca leche. Ulises pasó las de
Caín, o eso dijo, tratando de llegar a Ítaca, aunque nada sabemos de "Los
prodigios más allá de Thule" descritos por Antonio Diógenes cien años después
de Cristo, aparte de la coña gastada por Luciano de Samosata para reírse de lo
de Thule en su "Historia verdadera" donde los ríos son de vino y las mujeres
viñas.
En el curso de los siglos el "topos" se metamorfosea de Canaán a la
Nueva Jerusalén de las cruzadas, pero siempre habrá un lugar donde las miserias
de la vida se diluyan evocando maravillas con la imaginación. De la expiación y
el sacrificio necesarios para llegar a través del desierto a la Tierra
Prometida siempre habrá quien se beneficie, y esos serán los profetas
mesiánicos propagadores del mito. Salmond, Urkullu, Mas, el Umberto Bossi de la
"Lega Nord per l'Indipendenza della Padania" o el Nikolaos Michaloliakos de
Amanecer Dorado. Incluyamos en la lista a Isabel-Clara Simó,
escritora y número cuatro de la candidatura de Solidaritat Catalana por
Barcelona, y sus declaraciones en "Avui": "Seremos la cuarta potencia europea,
y Europa estará orgullosa de tener, por fin, un estado civilizado en el sur del
continente..."
En la Biblioteca Británica se conserva un manuscrito clasificado como
Harley MS 913. Fue redactado por muchas manos en varios idiomas hacia el año
1330, y en él se describe un país imaginario donde reina el ocio y la comida se
encuentra la alcance de la mano. Sus primeros versos comienzan diciendo: "Lejos
en el mar al Oeste de España/hay una tierra llamada Cucaña/bajo el cielo de
Dios no hay otra tierra/ tan espléndida en bienes y riquezas" Disculpen la
traducción, pero carezco del don de la rima. Se extiende casi hasta los
doscientos versos describiendo con detalle toda maravilla, y su espíritu
aparece recogido con fidelidad en la canción "The Big Rock Candy Mountain"
grabada por primera vez en 1928 por Harry McClintock. La recordarán, tal vez,
por una de sus versiones incluida en la banda sonora de la película de los hermanos
Coen; "O Brother".
Árboles regalando cigarrillos, lagos de whiskey,
policías con patas de palo y bulldogs con colmillos de goma, campos de
promisión donde se puede dormir todo el día y ahorcan al capullo aquel inventor
del trabajo.
Todo eso y mucho más promete la maravillosa canción
sobre las dulces montañas y los arroyos de licor, heredera de una tradición de
raíces bíblicas y de los arquetipos más universales. Los clásicos aportaban la
distancia irónica de la racionalidad y de sus luces, y de ahí la visión
humorística de un Luciano de Samosata o de Carmina Burana, en cuyos cantos
goliardos del siglo XII también aparece el abad de la maravillosa Tierra de
Cucaña presidiendo una alegre reunión de jugadores de dados.
Y hete aquí unos señores hoy, capaces de tomarse tan
en serio su nacionalismo y a ellos mismos como para prometer, sin que les entre
la risa, la resurrección del Edén si se hace todo lo que digan en las montañas
de caramelo de Montserrat y en las sagradas golosinas vascas del Gorbea,
el Txindoki y como no, el Amboto. Ya he confesado no ser bueno para las rimas; evitaré
hacerlas con vender algún vehículo de dos ruedas y éste último monte. Ya saben,
Cataluña, cuarta potencia europea y único estado civilizado del Mediterráneo,
donde atarán a los perros con butifarras y serán vecinos el lobo y el cordero...