El cuaderno del almirante
lunes 23 de septiembre de 2013, 11:30h
Cuando
hace unas semanas fue abordado en alta mar un velero, con bandera de Gibraltar,
cargado con ochocientos kilos de cocaína, me acordé de las navegaciones a vela
del almirante Elorriaga por aquellos mares, en el siglo XV. La última vez que
vi la imagen del marino fue cuando un alcalde de Zumaya, la antigua Bardulia
romana; pues es falso el mito de que el País Vasco no fue romanizado; me
acompañó cortésmente hasta la iglesia parroquial para contemplar el tríptico de
estilo flamenco allí emplazado, atribuido a Hugo van der Goes, uno de los
mejores pinceles de su época, cuya parte central representa una Crucifixión. Un
sacristán de los que no se quitan la boina ni dentro del templo, abrió las
puertas que cerraban el tríptico y en cuya cara externa estaba pintado en
grisalla el arcángel Gabriel, protector de la familia Elorriaga. En el tablero
central, devotamente arrodillados en actitud orante, permanecían, indiferentes
al paso de los siglos y como recién pintados, el almirante, su esposa y sus
hijos, fundadores de aquella capilla.
En
aquellos tiempos, los barcos del almirante estaban más afanados en la pesca de
la ballena que en misiones guerreras. Pero el Rey Fernando el Católico decidió
completar la unidad de España comiéndose, uno a uno, los granos de la Granada
musulmana y, como era muy inteligente, comprendió que para hacer desaparecer
aquel último reino exótico de la Península, lo más efectivo era dificultar los
suministros y ayudas navales que cruzaban el Estrecho. Los Reyes Católicos,
parsimoniosamente acampados en el recinto de Santa Fe, contemplaban las
escaramuzas de los caballeros cristianos y de los jinetes moros como quien
contempla un partido de futbol. Pero D. Fernando sabía que la contienda
acabaría no porque Boabdil fuese un rey cobarde sino porque no era un rey
marinero y su reino no tenía futuro si los caminos de la mar se hacían
incómodos para el tráfico y sus limitados puertos dejaban de ser una guarida
segura para los negocios y cambalaches extrapeninsulares. Para ello recurrió a
los barcos vascos del almirante Elorriaga que, con otras flotas cantábricas,
constituían la reserva naval de la época en que aún no existía una marina
estatal regular pero si una conciencia unitaria de España. Con aquellos barcos
patrullando pacientemente entre España y África y repostando, cuando era
menester, en la bahía de Algeciras; donde, entonces, se podía pescar sin
interferencias ni bloques de hormigón; el reino de Granada iba enflaqueciendo
de tal manera que apenas era algo más que los maravillosos recintos de la
Alhambra y el Generalife y algunos puertos aledaños. Cuando llegó la hora de
izar banderas victoriosas sobre las almenas granadinas, los eficaces marinos no
formaban parte del espectáculo. Se fueron, tan discretamente como habían
venido, a sus bases cantábricas, como corresponde al estilo de las sutiles pero
decisivas operaciones navales. Quizá volvieron a la pesca de la ballena
mientras esperaban ser llamados para nuevas empresas históricas. Colgaron sus
exvotos de gratitud en la iglesia de Zumaya y se hicieron pintar como buenos
cristianos en el tríptico del flamenco Hugo van der Goes.
Es
curioso como Juan Elorriaga, con toda premeditación, encargó el tríptico
durante un viaje a Flandes, lo que hace suponer su interés por la pintura y
unos conocimientos artísticos notables en el ambiente de Zumaya. Llevaba las
medidas del lugar donde pensaba instalarlo, en la capilla de San Bernabé de la
iglesia parroquial y un retrato suyo, hecho en España, con el que, a juzgar por
lo dicho, se consideraba suficientemente parecido. Como su esposa no le
acompañaba, eligió una mujer entre las modelos del pintor que consideró que se
le parecía. En cuanto a sus hijos, que también quiso inmortalizar en el tríptico,
le dio al pintor sus edades y le dijo que los imaginase con rasgos parecidos y
mezclados del padre y de la madre. Así consiguió plasmar lo mejor posible una
familia completa.
Cuando
, en nuestros días se divulgan los mensajes que el ministro García-Margallo
remite a su colega británico William Hague para intentar solucionar los
problemas creados por la colonia gibraltareña en las aguas que rodean al Peñón,
llamado La Roca por los ingleses, pienso que no está en la buena estrategia del
almirante Elorriaga. El contencioso de Gibraltar no se resolverá solucionando
los problemas que origina sino dejando que se compliquen cada vez más. Los
tráficos ilícitos, el contrabando y los blanqueos financieros no deben
permitirse ni con bloques de hormigón ni sin ellos. Los conflictos de
jurisdicción sobre aquellas aguas son las consecuencias arrastradas por un
enclave político antinatural y un Tratado de Utrecht anacrónico pero
insustituible. Nada debería hacerse para liberar a una colonia de las
servidumbres de su condición peculiar, mantenida a contrapelo de la doctrina de
Naciones Unidas y de los cambios históricos. Dar soluciones ocasionales al "estatus
quo" es prorrogarlo a cambio de nada. Si el almirante Elorriaga se hubiese
dedicado a normalizar el tráfico naval en el Estrecho, en vez de estorbarlo,
quizá aún hoy existiría el Reino de Granada. Es verdad que hicieron falta ocho
siglos para completar la integridad del territorio hispánico, aunque no tanto
tiempo desde que se decidió operar con medios marítimos. Aquí y ahora, con
aguas jurisdiccionales o sin ellas, es necesario asumir el peso de la presencia
en las aguas de interés económico, sin dejar huecos para ningún tráfico
ilícito, ninguna actividad antiecológica ni ninguna evasión fiscal. No basta
con vigilar con celo la estrecha puerta de tierra de una verja sino los anchos
espacios del mar, del aire y de la electrónica.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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