La semana ha
sido movidita. El jueves inauguraban casi todas las galerías y hasta una feria
de arte, la Summa Art Fair, en el
Matadero, y se celebraron un montón de cumpleaños ilustres, como el de Círculo
de Lectores o el de Centro de Arte Moderno. Uno, con la inmensa mayoría. Otro,
con la minoría no menos inmensa. Una, con el corazón dividido.
Mientras
esto escribo, crecen los rumores en torno a nuestro buen Rey Don Juan Carlos. No me va a dar tiempo a recoger las
soluciones, en la conferencia de prensa de Zarzuela, de las seis. Pero, me
digo, para eso está la sección de Nacional de este periódico: hace mucho que
elegí la cultura como terreno.... Aunque debo decir que si una es periodista -y
una lo es- hay siempre un punto de frustración en esta especialización que no
te deja elucubrar con tus deseos, que sí te deja contar la historia que tienes
para contar, y que tampoco, tampoco, te deja estar en terreno de nadie en lo
que a ideología se refiere. Todo está en
los libros, claro. Pero elevo mi oración agnóstica por la salud de Juan Carlos, con un cierto sabor a
cambio de época.
El décimo
cumpleaños del Centro de Arte Moderno
-con ese nombre ambicioso se instalaron Raul
Manrique y Claudio Pérez Miguez
en Madrid- fue una fiesta para un centenar de personas, no más. Sus ediciones
artesanales, su especialización en latinoamericanos, pero su ampliación a
artistas plásticos, músicos, cine.... En su pequeña galería y librería -y Museo
del Escritor- se hacen actos cada día: presentaciones, conferencias, talleres
de lectura y de escritura..... Es el suyo, el de estos dos profesionales
estupendos, un trabajo enorme. Más de cien títulos en su catálogo de libros
para bibliófilos y para aficionados al libro objeto, y un fondo de ediciones
antiguas de obra gráfica, fotografía, música o literatura en ediciones raras.
La fiesta fue una fiesta, en la que hubo tangos muy poco conocidos en la voz de
Mariel Martínez, y con Alejandro
Picciano, a la guitarra, y su
hijo Matías
Picciano, al bandoneón. El cumpleaños feliz había corrido a cargo
de Cannevaro y Magu, clown y payasa respectivamente. Y el cava, muy rico.
Y también se inauguró, el jueves -el día de las inauguraciones-
la exposición que celebra los cincuenta años de Círculo de Lectores. Si unos hacen su trabajo para las minorías,
los otros, el primer club de lectura de este país, comenzó la conquista de los
lectores que no van a librerías. Y que eran, y quizá sigan siendo, la inmensa
mayoría. Acaban los cincuenta y ellos empezaban el proyecto que saltó a la
calle -y al correo, y al puerta a puerta- en 1962. Había lectores en aquella
España todavía herida. Pero los templos de los libros eran de difícil acceso,
sin contar con que había demasiados pueblos sin librería. Y había modelos
alemanes y norteamericanos por lo menos. José
Esteve Quintana, desde la editorial Vergara, y Reinhard Mohn, desde Bertelsmann, lanzaron esta idea. Libros de
actualidad y clásicos, del editor al lector. Con agentes puerta a puerta y el
mismísimo servicio de Correos.
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Los lectores
han crecido, porque para eso se consiguió la alfabetización plena para la
generación de los nacidos hacia 1980. El mercado y las nuevas tecnologías
también han hecho lo suyo, y por eso se anuncian ya las ediciones digitales.
Una mirada retrospectiva en la expo que se celebra ya en la Casa del Lector,
del Matadero, comisariada por su director, César
Antonio Molina. Me lo va contando todo Lola
Ferreira, siempre en la brecha.
Y la semana que viene también van a seguir pasando cosas. Es
lo que tiene septiembre. El lunes, mi amigo José María Calleja, enorme periodista, presenta su libro La violencia como noticia, publicado por
Catarata, y le acompaña mi también amiga Rosa
San Segundo, una campeona de la lucha contra la violencia machista. Será en
Blanquerna, y no sé si deberemos llevar casco, con la que les ha caído, nos ha
caído. Y el martes se reunirá el jurado del premio Elena Soriano, de cuentos, que auspicia el Ayuntamiento de Suances,
Cantabria, y sobre todo su viudo, Juanjo
Arnedo, que cumple ya un montón de ediciones y recibe cada año varios
centenares de originales. Pero esta y otras cosas se las contaré la semana que
viene.
¿El corazón dividido? Pues sí. Porque una está por la
democratización de la cultura, claro, con toda el alma. Que quiere decir que
llega a todos. Y por su elevación. Si, por la gran cultura, esa que experimenta
y se equivoca y se arriesga y cuyos aciertos nos hacen tan felices. Una está en
los dos lados: en la inmensa mayoría -y con ella- y en la inmensa minoría -y
también con ella. Pues eso.
- Ediciones anteriores de 'Lágrimas de cocodrilo'
