| Imagen de Santa Águeda para ilustrar la opinión de Águeda del Pozo |
Francisco, Papa. Amén
viernes 20 de septiembre de 2013, 11:09h
Como
casi toda mi generación, fui educada en el catolicismo. Pero,
afortunadamente, en la versión más cristiana y apostólica. La menos
romana. Con una madre de grandes y tolerantes convicciones religiosas y
15 años en colegio de monjas francesas, aprendí a tener mi propio
criterio sobre lo bueno y lo malo. Me enseñaron, antes de que la Iglesia
de Roma lo reconociera, que el infierno era solo una metáfora, que no
había que tener miedo a Dios, que Dios es misericordioso, que siendo
buena persona se es un buen cristiano.
Aprendidas
esas elementales lecciones, me alejé definitivamente de la Iglesia de
Roma, de sus dogmas intolerantes, de sus crueles sentencias, de sus
juicios sumarísimos de sus curas proxenetas, de sus infiernos....... Entendí
esa otra Iglesia, la de la liberación de la que casi no había
representación en España, y la poca que había se encontraba asfixiada
por los Roucos de turno. Y me dediqué a intentar ser buena persona.
Me
alejé tanto de esas iglesias de Juan Pablo II, tan intolerante en lo
moral, o del Papa Ratzinger que lo único que conseguían de mi era que
me enfadara cuando veía como atemorizaban y hacían sufrir a sus
feligreses. Y mira que tenía mérito ser creyente con ese clero.
Pues
ahora creo que los feligreses están de enhorabuena con el Papa
Francisco. He de reconocer que con sus primeros gestos pensé que solo
estaba haciendo populismo barato. Ahora casi estoy segura de que fue un
juicio injusto por mi parte.
Si
los lobbies eclesiásticos se lo permiten, si sigue siendo fuerte y
reflexivo, el Papa Francisco puede devolver la Iglesia al cristianismo.
Una doctrina de la que tanto se había alejado en estos dos mil años de
existencia. Volverá a sus orígenes para ayudar al que lo necesite, sin
pedirle explicaciones, será misericordiosa y caritativa, es decir,
tolerante, respetará la opinión personal de cada uno. Y terminará
admitiendo que hay millones y millones de cristianismos, los de cada uno
de sus feligreses. Que ya dios juzgará, pero que los curas no son nadie
para hacerlo.
El
Papa Francisco en una bocanada de aire fresco para el Vaticano, ese que
solo pisa en su horario laboral y que abandona cada día para irse a
dormir a una austera habitación. Los gestos son importantes. No dormir
entre doseles y hacerlo en una habitación de cura en un convento le
mantendrá siendo cura de base. Calzar zapato corriente y no lujosos
escarpines de marca le hará seguir siendo terrenal. Llevar un anillo
sencillo, sin piedras preciosas le mantendrá cercano a la gente
corriente... sí, son gestos que a los normales nos complacen y a él le
ayudan.
Pero
sobre todo, el Papa Francisco es una bocanada de liberación para
aquellos creyentes que han sufrido en silencio el dolor de sus supuestos
pecados, según la santa madre Iglesia. Para aquellos homosexuales que
se veían estigmatizados por un falso e intolerante clero con un alto
porcentaje de homosexuales dentro del armario. Para los cristianos
divorciados que cargaban con la losa del pecado, a pesar de vivir
felices por no tener que aguantar a la pareja que no querían. Para las
mujeres que han abortado y no se han atrevido a volver a confesar. Para
los cristianos, todos. ¿ o no?.
¿Habrá vuelto al Vaticano la Iglesia de la Liberación, la de Jesús de Nazaret?
Por
si es así, yo le deseo suerte y fuerza para hacer frente a todos los
resortes de poder que van a intentar hacerle la vida imposible. Espero
que sea capaz de doblegar a los Roucos de todo el mundo. Y confío en que
desde la tolerancia, siga teniendo su mirada en el mundo real. Amén .
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (1)
23858 | Gracia - 20/09/2013 @ 13:44:53 (GMT+1)
Señora Agueda, comparto de la cruz a la raya, por seguir en términos religiosos, su interesante artículo, yo también fui educada en el catolicismo vaticanista, eso lo supe después, pero no dejó en mi más que indiferencia de la que solo he salido con la llegada de este Francisco y, después de leer su artículo comprendo el por qué, ha sabido explicarme lo que sentía y el por qué de ello.
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