martes 17 de septiembre de 2013, 12:48h
Hace un año Esperanza Aguirre anunciaba por sorpresa que dejaba la
presidencia de la Comunicad de Madrid y su acta de diputada en la
Asamblea madrileña. Lo hacía con lágrimas en los ojos por su deseo de
dejar la " primera línea de la política" , pero no la política, que para
ella es una pasión que la consume de la misma forma que el fuego
consumía al Ave Fénix, para resucitar desde sus cenizas. Con una
diferencia respecto al ave mitológica: la ex presidenta no ha esperado
500 años para regresar.
La " líderesa" se marchó por cansancio, dedicación familiar, enfermedad,
estrategia política, salvaguarda de su imagen durante la crisis,
impaciencia, miedo... solo ella sabe la razón profunda del abandono. Lo
que sabemos los demás es que a las 24 horas de marcharse ya se había
arrepentido, y la primera en darse cuenta fue la propia secretaria
general del Partido Popular, Dolores de Cospedal, durante la
conversación telefónica que mantuvieron con Aguirre a punto de volar con
unas amigas hacia la isla de Ibiza.
Durante estos doce meses la expresidenta no ha parado de aparecer en los
medios de comunicación con declaraciones " liberales" que cuestionaban
las medidas del gobierno para combatir la crisis y que dejaban a Mariano
Rajoy como un líder demasiado blando para afrontar los problemas
territoriales que planteaba y plantea Cataluña, y demasiado obediente a
los dictados de la Alemania de Angela Merkel, el Banco Central Europeo y
el Fondo Monetario como para abandonar los principios del partido y las
promesas electorales y atacar con más y más impuestos a la base
electoral del PP, la clase media.
Aguirre no está de acuerdo con casi nada de lo que está pasando y lo
dice en todos los altavoces que se le presentan. Asegura que no desea la
alcaldía de Madrid, pero a renglón seguido asume que es uno de esos
puestos " golosos" con varios aspirantes. Dice que puede que deje la
presidencia del partido pero en el horizonte inmediato hay demasiadas
elecciones y demasiadas listas a elaborar. Juega con los tiempos y las
ambiciones con la frescura y la libertad de quien no tiene que
justificar su gestión actual ya que tan sólo gestiona el partido en la
Comunidad de Madrid, no las cuentas del gobierno pese a haberlo dirigido
durante nueve años y habérselo " cedido" a su mano derecha con más de
regalo envenenado que de obsequio amistoso.
Si en el pasado a su compañero y " enemigo íntimo" , Alberto Ruiz
Gallardón, se le consideró el " verso suelto" del PP, y ella fue una de
sus más acérrimas críticas, ahora cumple con ese papel y no duda en
chocar casi con todos los dirigentes populares, desde Rajoy a Ignacio
González, pasando por ministros, presidentes autonómicos y dirigentes
del partido. Ella es única, singular, atrevida, provocadora,
inconsciente, populista y dice que hasta liberal.
Unos creen que mantiene sus aspiraciones a dirigir a los populares y a
sentarse algún día en el palacio de La Moncloa y que, por esa razón,
pide y pide más democracia interna, apertura de las listas electorales y
hasta primarias para elegir a los líderes, única forma para eludir el
poder burocrático y cerrado de las organizaciones políticas. Otros creen
que es una forma de defender su futuro al frente del PP madrileño
atacando a los que pueden descabalgarla de ese puesto, que lo que hace
es una campaña continua entre la población en busca de una imagen de
inconformista que no tuvo durante sus mandatos en el gobierno.
Y otros, al margen de conspiraciones mayores en busca de rupturas casi
imposibles y gobiernos de concentración que exigirían el desplome de
todas las instituciones del país, lo que ven en el comportamiento de
Esperanza Aguirre es una petición camuflada o vestida de permanente
incordio interno: que Rajoy la haga embajadora, que pueda colocar en su
currículum esa palabra junta a la de presidenta y ministra.
Mientras cualquiera de esas cosas sucede, la ex presidenta de la
Comunidad de Madrid, la ex presidenta del Senado, la ex ministra de
Educación, la ex concejala del Ayuntamiento de Madrid seguirá con su
campaña de imagen hacia ese futuro que tal vez ni ella misma sea capaz
de definir dentro de sus ambiciones. Al igual que el Ave Fénix que
relataran los sacerdotes egipcios de Heliopolis y hasta el propio Papa
Clemente," su plumaje político es rojo, anaranjado y amarillo, con
fuerte pico y garras". Bien es cierto que esa imagen de ferocidad y
agresividad " eternas" las compensaba con sus lágrimas, que eran
curativas.