viernes 13 de septiembre de 2013, 12:03h
Hay que pedir un
tiempo muerto y reordenar todo este caótico tablero de ajedrez en el que se ha
convertido España. Es imposible que este país funciones con tantos frentes
abiertos y que todos, de una forma de o de otra, quieran aprovecharse de la
situación.
Seguimos sumidos
en una crisis económica profunda y aunque los datos macros parece que empiezan
a ser más optimistas, lo cierto es una prima de riesgo baja, incluso más baja
que la de Italia, no crea puestos de trabajo de un día para otro; está muy bien
y es importante, pero para que los famosos brotes verdes se vean desde las
colas del INEM, aun falta, desgraciadamente, mucho.
Pues teniendo que
ser este el gran desafío de Gobierno y oposición, de patronal y sindicatos,
aquí parece que todos quieren sacar tajada del delicado momento sin importarles
nada la situación del ciudadano.
No voy a hablar
de lo de Cataluña sino de lo de Mas y Esquerra. Todo lo que han hecho en el
Gobierno de la Generalidad ha ido en la misma dirección y siguen en sus trece;
da pereza repetir por enésima vez que cerrar un hospital o que unos críos
empiecen a pasar necesidades básicas en la Cataluña del Siglo XXI, tendría que
paralizar en seco cualquier otro objetivo que no fuera solucionar lo urgente
frente a lo que sin duda puede esperar. ¿Es que no lo entienden? No les pido ya
a los que gobiernan Cataluña que les preocupe la crisis general de España, pero
al menos que miren a los suyos y aparquen la lucha soberanista para mejor
ocasión.
Y los sindicatos preparando
ya huelgas en educación en determinadas comunidades y me imagino que también le
tocará el turno a la sanidad dentro de poco. ¿No es quizás el momento de estar
en las aulas y atender a los enfermos sin que esa actitud suponga una renuncia
a nada? Para todo hay tiempo, pero agitar aun más la vida social aquí y ahora,
no creo que conduzca a ningún buen puerto.
De verdad, no
está la situación para otra cosa que no sea el diálogo y apostar todos por
salir de esta más pronto que tarde. Y naturalmente debe ser el Gobierno quien
reordene las piezas del tablero. Pero no lo hace, por exceso o por defecto (más
bien por defecto); da una cal y dos de arena y no afronta con serenidad,
energía, coherencia y diálogo todo lo que tiene encima.
No se puede
seguir así porque seguir así no beneficia a nadie a medio plazo. Nadie va a
ganar nada en la espiral de esta dialéctica permanente y frenética a la que
cada día se añade un nuevo problema. Pero esto es predicar en el desierto.
Nadie va a ceder, nadie va a sacrificar sus intereses personales y de grupo por
el bien común. ¿Se acuerdan de ese concepto: "el bien común"? Nos ha costado,
pero al final entre todos -medios incluidos- lo hemos dejado vacío de
contenido.