viernes 13 de septiembre de 2013, 11:24h
Pueden decir lo que quieran de ella, pueden acusarla de
manipuladora, de sectaria, de parcial, de diva, de engreída, de hermética, de
distante, de todo lo que quieran, de lo que no cabe la menor duda es que la
magistrada titular del Juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, Mercedes
Carmen Alaya Rodríguez, nacida en Écija hace 40 años, domina al dedillo su
profesión y se conoce todos los recovecos legales que puede conllevar un caso
tan complicado y denso como es el de los EREs fraudulentos de la Junta de
Andalucía en el que las presiones políticas y judiciales pueden acabar de un
plumazo con su carrera. Desde que comenzara la instrucción de la causa, hace ya
más de tres años y medio cuando los empresarios de La Raza denunciaron el
supuesto chantaje que pretendía hacerles un alto cargo socialista con la
Escuela de Hostelería de Mercasevilla, Alaya ha mostrado una profesionalidad y
una dedicación plena con jornadas de cuarenta y ocho horas ininterrumpidas de toma
de declaraciones y una meticulosidad en sus autos que no ha podido ser rebatida
ni siquiera por prestigiosos juristas que han intentado por todos los medios
que fuese apartada del mismo.
Miles y miles de folios de instrucción, más de ciento veinte imputados, miles
de horas de trabajo y vigilia e innumerables investigaciones de la Policía y de
la Guardia Civil, han convertido el Caso de los EREs fraudulentos en uno de los
sumarios más complejos de de nuestra moderna historia y, sin duda alguna, en el
escándalo de corrupción política más enorme de toda la democracia andaluza y,
por ende, española. Nunca ningún juez se había atrevido a solicitar la posible
imputación de dos ex presidentes de la Junta, de una ex ministra, de media
docena de consejeros del Ejecutivo andaluz y de una veintena de altos cargos de
la Administración autonómica. Y es que diez años continuados de expolio, a
través de la partida 31L conocida también por el apelativo de "fondo de
reptiles", de los caudales públicos destinados a los parados y de desvío
de fondos de cerca de mil millones de euros a bolsillos particulares o a las
arcas del partido, dan para mucho y deberían provocar la vergüenza de una clase
política que lleva varias décadas utilizando el dinero de todos los andaluces a
su antojo en beneficio propio como si se tratara de un cortijo particular, de
un señorío feudal o de un régimen propio de las dictaduras más aborrecibles.
No sé si Chaves o Griñán son culpables de ello. Ni lo sé ni me
interesa. Lo que sí sé es que ellos eran las cabezas visibles, los presidentes
de unos Gobiernos elegidos por el pueblo que permitieron, por acción u omisión,
que se defraudaran cientos de millones de euros en una comunidad en la que el
paro, la pobreza y la miseria llevan batiendo records desde que se instauró la
democracia. Era algo evidente que, antes o después, las investigaciones
policiales apuntaran hacia los presidentes de la Junta que, además, eran
secretarios generales de su partido en Andalucía. Solo alguien cegado por el
sectarismo o la dependencia política era capaz de cerrar los ojos ante una
evidencia tan diáfana.
La novedad del último auto de la juez Alaya radica en la utilización de un
vericueto legal para acusar, que no imputar, a dos ex presidentes de la Junta y
a cuatro consejeros que son aforados y darles la posibildad de que utilicen los
recursos de la defensa ante ella antes de que el caso pueda pasar a manos del
Supremo o del TSJA. Y es que también es lógico pensar que Alaya, después de
tantas horas de tabajo, no quiera soltar un caso que, evidentemente, la ha
colocado en el escaparate mediático. En cuanto al "tempo" elegido, es
cierto que sus autos más sonados han coincidido con momentos claves del
Gobierno de Griñán y de su sucesora, pero no lo es menos que han sido estos
mismos Gobiernos los que han provocado retrasos y dilaciones en la instrucción
al no facilitar en su momento los datos exigidos por la magistrada.
Así las cosas solo cabe esperar que la Fiscalía analice con detenimiento el
auto y concluya que se ajusta a Derecho y que tanto el TSJA como el Consejo
General del Poder Judicial no traten de condicionar las actuaciones futuras de
Alaya. Porque podría tener razón la ex ministra de Fomento, Magdalena Álvarez,
al considerar que sus supuestos actos punibles podrían haber prescrito. La
incógnita sigue sobrevolando una instrucción que se plantea larga y complicada
y en la que Mercedes Alaya puede aún utilizar algunos mecanismos para lograr
que el Caso de los EREs fraudulentos continúe mucho tiempo en sus manos. Habrá
que estar atentos.