jueves 12 de septiembre de 2013, 16:12h
No
sé que sentirán hoy quienes el miércoles protagonizaron la famosa
cadena convocada y organizada por la denominada Asamblea Nacional
Catalana, ni sé si de verdad se creen que la independencia es un
objetivo alcanzable y razonable. Tampoco sé si de verdad se creen que la
parte se puede equivocar con el todo y si alguien puede pensar que un
país, en este caso España, va a aprobar su automutilación.
Sin embargo hay algunas cuestiones que parecen bastante claras.
Una de ellas, y muy importante, es que el nacionalismo en general,
maneja como nadie los sentimientos y apelar a los sentimientos produce
emoción, logra empatizar con el de al lado aunque en todo lo demás se
discrepe. Eso une y además emociona. Saben, a diferencia del conjunto de
los españoles, buscar un objetivo que compartir, un sueño para
compartir. Los demás solo compartimos entusiasmo, orgullo y nos
emocionamos cuando España gana la Final de fútbol.
Parece bastante obvio que la corriente social a favor de la
independencia, que no es pequeña pero que en ningún caso se puede
equivocar con "toda" Cataluña, cuenta con el aliento y el apoyo de las
instituciones y del propio Gobierno catalán pero es más que probable que
esa corriente social haya desbordado o pueda desbordar a quienes, desde
posiciones oficiales, les alientan, les protegen y les animan. Esa
responsabilidad está sobre sus hombros. El "ellos y nosotros"
establecido en Cataluña es un lenguaje que va tomando cuerpo y amenaza
seriamente la convivencia de una sociedad que si por algo ha venido
caracterizándose ha sido, justamente, por una convivencia, hasta ahora,
ejemplar.
La responsabilidad asumida por Artur Mas va más allá de lo
razonable. Hay que releer el discurso de la presidente de la Asamblea
Nacional Catalana para concluir que el gran emplazado en esta Diada
2013 no ha sido el Presidente Rajoy, sino Artur Mas a quien se le ha
exigido que ponga fecha a la consulta y que, por supuesto, la consulta
se celebre. No tengo al señor Mas por un político inexperto ni suicida,
pero visto lo visto no me queda más que sorprenderme por semejante
estrategia. Mas está engordando a ERC y además alienta, protege y
promueve un sueño imposible porque Cataluña nunca va a ser
independiente. Solo su determinación de salir de este bucle podrá
enderezar su futuro político y el de su propio partido que, por primera
vez, no se ha visto acompañado por su fiel socio Unió Democrática.
Ha quedado evidenciado el silencio, la falta de movilización de
esa otra inmensa mayoría catalana que no ha salido a la calle. Son más,
muchos más, los que se quedaron en casa o se fueron al cine que los que
protagonizaron cadenas y manifestaciones. Los actos han concluido y
ahora todos, los que salieron y los que se quedaron en casa, los que no
vivimos en Cataluña ni somos catalanes, nos preguntamos: y ahora ¿qué?.
Ante una situación compleja nada mejor que poner las piezas en su
sitio y asumir que en Cataluña hay una corriente social, no pequeña, que
siente un profundo desafecto hacia España pero que esta parte
importante no es el "todo", tener claro que el emplazado es Artur Mas.
Que ha sido él solo él, en compañía insustituible, de ERC quien ha
alentado este laberinto y que, efectivamente, el Gobierno de Rajoy, como
gobierno de todos los españoles, tiene que gestionar esta realidad. Y
debe hacerlo pero sin pensar que el problema es "solo" suyo. El
problema, fundamentalmente, lo tiene Artur Mas.
La jornada de exaltación nacional catalana transcurrió en paz. En
Madrid, una pandilla de bárbaros que solo se representan a ellos, que
solo generan rechazo, condena y asco irrumpieron en la sede de la
Generalitat en Madrid con modos y maneras fascistas. Ni Madrid, ni
España y menos los españoles secundan o aprueban semejantes actitudes
que solo merecen condena, desprecio y la sanción correspondiente. Ellos,
estos bárbaros si que son minoría entre las más absolutas minorías. De
eso, los catalanes independentistas pueden estar absolutamente seguros.