Dicen que
todo el mundo tiene su cuarto de hora de protagonismo. Y todo el mundo, supongo,
tiene su cuarto de hora dulce, esos momentos en los que parece que todo te sale
bien. Es el caso, quince minutos de gloria -que, por supuesto, le deseo
prorrogables--, de Mariano Rajoy.
La amistosa
mano en el hombro -dos minutazos, nada menos-de
Obama, en San
Petersburgo, ha sido ágilmente aprovechada por los altavoces con sordina de La
Moncloa, faltaría más. San Petersburgo, la ciudad imperial donde el presidente
español fue felicitado ¡hasta por Putin! por la gestión de la economía, tan
mejorada en un año -o quizá no tanto, pero si el G-20 se empeña...--.
La antigua Leningrado, donde
Cameron, el 'premier' de la pérfida
Albión, se apresuró a solicitar un encuentro bilateral con su colega español
para ver si entre los dos llegan a un arreglo (siempre provisional, claro)
sobre Gibraltar.
Éxitos internacionales para un
Rajoy que, a la vista de cómo le tratan en casa, bien
los necesita. Solo falta que el comité olímpico se atreva este sábado, una vez
más, a contradecir las previsiones de las casas de apuestas londinenses
-radicadas algunas, por cierto, en el Peñón-y conceda sus favores a
Madrid'2020. Algo que, innecesario decirlo, sería bien aprovechado por
esos portavoces con sordina a favor de las gestiones del inquilino monclovita y
su equipo, por más que el jefe del 'team' haya sido el Príncipe.
Si a todo
esto le añadimos que muy oportunamente se ha filtrado una reciente entrevista
secreta entre Rajoy y
Artur Mas, de la que habría salido un cierto paso atrás
en las posiciones del president de la Generalitat (la consulta secesionista ya
no será en 2014), tendremos un cuadro bastante completo del buen momento por el
que pasa Mariano Rajoy.
O
no...que diría el propio galaico presidente del Gobierno de España. A
quien, por cierto, hay que concederle que ha trabajo mucho, y a veces bien,
contra viento y marea en el muy difícil capítulo económico, donde la ayuda de
la buena coyuntura europea ha sido, claro está, fundamental. Y, si es verdad
que ha logrado introducir un ánimo negociador en el mesiánico Mas, mayores
reconocimientos. Pero...
Pero ahí
sigue el recluso de Soto del Real. Un capítulo no terminado y muy mal
gestionado tanto desde Génova como desde La Moncloa, como todo el mundo,
incluidos los miembros de la ejecutiva del PP, que en la última reunión no abrieron
la boca, sabe y piensa. Rajoy volvió de sus vacaciones diciendo, en el acto de
Soutomaior, que no pensaba cambiar nada, aparentemente porque cree que todo se
está haciendo bien, tanto en el Gobierno como en el partido. Y eso, claro, no
es así.
La política
interna en la mismísima formación que él preside sigue siendo el talón de
Aquiles de un hombre que, en este cuarto de hora, saborea, al fin, algo que no
sean sapos. Pero, como en el famoso cuento de
Monterroso y el dinosaurio, los
sapos siguen ahí, aguardando su oportunidad, que, Soto del Real mediante, no
tardará en llegar, porca miseria.
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